El rechazo a los proyectos de inversión se da en todos los sectores y a todo nivel. Aunque la frase, que se repite entre empresarios y ejecutivos, tiene mucho de cierta, hay algunos matices.
Hoy existen en el país proyectos que suman unos US$70 mil millones que están en riesgo por temas sociales, lo que ha encendido las luces de alarma en el sector empresarial y también en el gobierno, que está buscando fórmulas para destrabar estas inversiones mediante un apoyo directo y decidido a su concreción.
Entre las principales inversiones paralizadas o en riesgo están HidroAysén, con un costo de US$7.888 millones -sumando las centrales y la línea de transmisión- la planta de Agrosuper en Freirina (US$480 millones), Pascua Lama (US$8.500 millones), la central termoeléctrica Barrancones (US$5.000 millones), Castilla (US$4.400 millones), planta Paine, de CCU (US$300 millones) y más recientemente el proyecto minero El Morro, que implica una inversión por US$3.900 millones.
Así lo señala un reciente estudio elaborado por la consultora Pullen & Dockendorff en colaboración con Sofofa, y que detectó cuáles son los proyectos u operaciones con mayor nivel de rechazo, las más aceptadas y en qué zona se concentra el mayor nivel de rechazo social. Por ello desarrollaron durante dos años la primera herramienta metodológica cuantitativa en Chile, que permite a las empresas tener una percepción concreta y precisa de las comunidades y sus problemáticas.
Las conclusiones del estudio confirman la visión sobre determinados proyectos, como HidroAysén o la fundición Ventanas de Codelco, que son efectivamente los que tienen mayor nivel de rechazo. Sin embargo, en el caso del parque hidroeléctrico su mayor nivel de rechazo se da en Santiago, mientras que en Coyhaique baja sustancialmente, a menos de la mitad.
A ello se suma otro antecedente. Las centrales eléctricas son, por muy lejos -y sin contar lo que ocurre con Ventanas- las que mayor rechazo concentran y, entre ellas, las unidades a carbón no son tan significativas como sí lo son las hidroeléctricas.
¿A qué se debe esta situación?
Según William Pullen, socio de la consultora a cargo del estudio y además director del Reputation Institute en Chile, no existe un efecto de masas sino más bien una situación particular “Yo no veo la percepción ciudadana como un tema general o de masas, sino que puntualmente lo que ocurre respecto al tipo de relación o falta de relación entre las generadoras y sus vecinos“, expone.
“Las Industrias que son más de otro orden, con chimeneas, olores, camiones… son mucho más castigadas. Entonces, el desafío es cómo incorporar a la comunidad. Las personas están dispuestas a aceptarte si tú generas un beneficio para ellos. No se trata del regalo, que es una crítica que se suele hacer a la minería, porque eso no es una contribución de largo plazo o que mejore su calidad de vida de manera permanente. Y así como se agradecen se olvidan”, complementa.
Según Pullen, la energía es un sector estratégico, necesario y la industria descansa en lo necesario que es su producto para la comunidad entera, pero le ha costado entender que eso el vecino no lo reconoce, pues el beneficio para él no es directo. En cambio, la minería tiene mucho más asumido que su producción no le genera un beneficio para la comunidad, por lo que debe, necesariamente, establecer una relación de otro tipo.
“La industria minera actúa con eso sobre la mesa, entonces, el beneficio para la sociedad debe ser algo particular para ellos, lo que las obliga a tener contacto con sus comunidades”, añade.
¿Qué ocurre en Chile?, ¿Las empresas trabajan el tema social?
“Hay distintos tipos de industrias. Eso se ve. Hay casos de industrias recientes, como Carozzi en Nos o Cristalerías en Tiltil, que han incorporado una visión menos industrial y más humana. Eso se observa en distintos detalles, desde los colores, la forma de las instalaciones, etc. Nestlé tiene buenos casos también. Todas tienen algún grado de molestias, pero eso se compensa. Si sólo genera molestias, estamos frente a un problema”, complementa el experto.
Marta Dockendorff, socia de la consultora, dice que en general las empresas desconocen quién es el que está del otro lado, pero que las peticiones particulares que tienen los vecinos, al analizarlas en detalle, demuestran que se trata de temas muy razonables.
“A las personas les interesa que a las empresas que están en su entorno les vaya bien, además, que no le genere molestias. Esas son cosas súper entendibles”, señala Dockendorff.