Por Abraham Ender
Entre tú y yo, ¿no debería el Banco Mundial ser impulsor de una mayor migración de las industrias sucias a los PMA (países menos desarrollados)? Yo puedo pensar en tres razones…» Así comenzaba el hoy tristemente célebre Memorandum del entonces Vicepresidente de Desarrollo Económico y Jefe de Economistas del Banco Mundial (BM), Lawrence H. Summers.
13/03/2011. «Bolivia tiene una cama de uranio, pero el gobierno ha clasificado la información como ‘reservada'», Mohamed El-Baradei, Director General de la International Atomic Energy Agency (IAEA), 28/3/2009.
Las industrias «sucias»
La lógica que seguía Summers era implacable. Sostenía que los países menos poblados estaban ‘sub-contaminados’ (sic) y que la calidad del aire «era ineficiente» respecto de Los Ángeles o México DF. Por tanto, era un buen negocio para unos y otros trasladar las industrias contaminantes a estos países. Tenía una razón aún más elocuente: la preocupación por un agente contaminante que produce cáncer, es mucho más alta en un país donde la gente debe convivir con el cáncer a que un país donde la mayoría de las personas, morirá antes que el cáncer llegue a desarrollarse. Las emisiones de CO2 no se reducen, simplemente cambian de sede. Los muertos por cáncer, también.
Lawrence Summers fue un visionario; lo que propuso como regalo de navidad para los países sub-contaminados, pobres y con aire limpio al divino botón (‘aire ineficiente’), en ese diciembre de 1991, 20 años después es una realidad bastante más entramada que las tres sencillas razones que entonces esgrimió.
El traslado de las industrias se ha efectivizado de varias formas, una de las más controvertidas es sin duda, la industria minera a cielo abierto o mega-minería que, sumada al desarrollo del concepto ‘huella de agua’ (footprint, en inglés) de los productos y servicios, permite evaluar los efectos de la propuesta de Summers.
No solo se traslada la contaminación, sino también la producción de bienes y servicios que mayor cantidad de agua utilizan a lo largo de la cadena productiva. ¿El motivo?, preservar los recursos hídricos de los países desarrollados y con capacidad de importar esos bienes y servicios que ofrecen los PMA a precios menores. Una variante sofisticada de lo que Summers propuso hace 20 años. La explotación del uranio en Bolivia, asume ambas características. Lo curioso es que el principal beneficiario sería un país catalogado PMA: Irán.
Uranio en Bolivia
Explotar uranio en Bolivia para exportar a Irán, presupone contaminar recursos hídricos claves del país para que el tercer exportador mundial de petróleo, consuma una supuesta ‘energía limpia’ (energía nuclear). Pero un tercio del territorio iraní[1], recibe una óptima radiación solar con un rango de incidencia estimado por sobre los 2.600 kWh/m2, que lo hace idóneo para disponer de energía solar, a la sazón, más segura, económica y limpia que la nuclear.
A estas consideraciones, aún hay que sumar la más candente de todas: ¿están dispuestos a pagar, los Pueblos Indígenas y los agricultores de Bolivia y los países vecinos, el precio de la contaminación radiactiva?
Cifras del uranio en Bolivia
Según el ingeniero geógrafo Marco Montoya, existen «100.000 hectáreas de yacimiento que se las puede trabajar a cielo abierto» con una reserva probada mínima de 140.000 toneladas de uranio de alta ley. (El Deber, 30/8/2010). Este yacimiento se extendería hacia el sur, siguiendo la Cordillera de los Frailes, hasta llegar al salar de Uyuni, donde se concentran más de la mitad de las reservas mundiales de litio y que serán explotadas por Irán.
De acuerdo al mismo estudio -efectuado por el Servicio Geológico de EEUU-, en Bolivia, además del depósito en Potosí, existe otro en el Cerro Manomó, en Santa Cruz.
Uranio en el Occidente boliviano y la cuenca del Poopó y Pilcomayo
En lugar exacto donde se concentran las formaciones de uranio se instalará una fábrica de cemento, que aprovecharía la piedra caliza potosina, según los convenios firmados con Irán. Allí corren las aguas del río Marques, Sevaruyo y Coroma, que desaguan en el lago Poopó (Oruro) cuya área de captación abarca unos 22.000 Km2. Otros innumerables ríos pequeños nacen de la Cordillera de Los Frailes y son afluentes de los ríos mencionados. Sobre la ladera oriental de dicha cordillera, muchos otros, sirven de afluentes al río Pilcomayo, que forma parte de la cuenca Paraná – Plata y es frontera natural entre Argentina y Paraguay. A lo largo de dicha cuenca habitan aproximadamente un millón 500 mil personas (un millón en Bolivia, 300 mil en Argentina y 200 mil en Paraguay).
La contaminación por la explotación del uranio de Los Frailes, heriría de muerte tanto a la cuenca del Poopó como a la del Pilcomayo.
Uranio en el oriente, cuenca Amazónica y Bosque Seco Chiquitano
Más grave aún, podría ser la explotación de uranio en el Mamonó, al este del país, cerca de la frontera con Brasil. Situado a lo largo del Parque Nacional Noel Kempff Mercado y del Bosque Seco Chiquitano, que forma parte del ecosistema El Pantanal, su explotación podría derivar en una verdadera catástrofe eco-ambiental en cadena, que afectaría las ricas y productivas Tierras Bajas del este, la provincia hidrogeológica Chaco-Beni (la más importante del país) y la cuenca del Paraguá, que lleva sus aguas a la cuenca del Amazonas.
Agua y Uranio, matrimonio imposible
La ‘Huella hídrica’ o ‘Huella de agua’ de un individuo, comunidad o producto, es un indicador geográfico que mide cuánta agua utiliza y cuánta contamina un producto durante toda la cadena de producción. La huella hídrica de un producto tiene tres componentes: la huella de agua azul (aguas superficiales y subterráneas), agua verde (agua de lluvia almacenada en el suelo, etc.) y gris (agua contaminada). En todos los casos, también se mide el consumo directo e indirecto de agua.
La huella de agua del uranio
Según un estudio realizado P.W. Gerbens-Leenes, A.Y. Hoekstra y Th. H. van der Meer, la huella promedio de agua del uranio es de 0,09m3 por GigaJulio producido. Para aclarar las cosas, 1GJ equivale a 270 Kw/h, mientras 1m3 de agua es igual a 1000 litros. Así las cosas, la huella de agua del uranio es de 90 litros de agua por cada 270 Kw/h de electricidad. El estudio no aclara si dicha huella fue mensurada a partir del reciclado de uranio (armas nucleares destruídas) o partiendo de la explotación del mineral. Otros estudios dan cuenta que, el agua que se utiliza para obtener uranio, ronda los 500 litros por segundo, consumo elemental registrado en la lixiviación en explotaciones mineras semejantes.
Cómo se explota el uranio
Para poder realizar el cálculo de la huella hídrica del uranio en Bolivia, es menester comprender cómo se explota el uranio a cielo abierto. Diseminado en grandes extensiones, se dinamitan las áreas donde ha sido detectado, removiendo la capa superficial de la tierra y pulverizando las rocas para hacer accesibles los yacimientos.
El mineral triturado es rociado con millones de litros de agua mezclada con toneladas de una solución de ácido sulfúrico (lixiviación), que permite separarlo de otros minerales. La lixiviación es un sistema de riego que dispersa la solución química a 0.005 galones por minuto por pie cuadrado (929 cm2). Para una superficie pequeña (de 200 por 200 pies ó 3696 m2), esta velocidad equivale a 200 galones por minuto (757 litros). Para la superficie declarada por Montoya (100.000 Ha) se utilizarán casi 205 millones de litros por minuto, solo en el lixiviado.
Este método de extracción, genera contaminación múltiple. A la decantación de metales pesados en los acuíferos aledaños a la explotación, hay que sumar los drenajes ácidos, incluso a través de las membranas plásticas de los diques de colas que la ‘sopa química’ corroe y que luego contaminarán las aguas subterráneas. Por último, el polvillo en suspensión producto de las voladuras, que contiene uranio y otros minerales altamente contaminantes, llevado por el viento, se deposita en cultivos y aguas.
Por cada tonelada[2] de uranio natural se generan: 3.700 litros de residuos líquidos que viajan a través de ríos y arroyos o se afincan por décadas, siglos y milenios, depende el caso, en las napas subterráneas; cien toneladas de residuos como radio, torio, protactinio, plomo, polonio, cromo, vanadio, molibdeno, cobre, níquel, cobalto, hierro y toneladas de compuestos químicos como ácido sulfúrico, isodecanol, bióxido de manganeso, etc., que emiten radiaciones ionizantes alfa, beta y gamma, altamente peligrosas y gas como el radón 222. El suelo permanecerá contaminado hasta mucho tiempo después que la mina haya dejado de operar.
En algún margen que aún quede libre, será menester anotar que cada metro cúbico de concentrado, contiene minerales con mayor valor de mercado que el uranio, como molibdeno, renio o las llamadas «tierras raras» y que por ello, casi nunca son declarados. Se trata de metales críticos y estratégicos, por ejemplo, para la industria de las telecomunicaciones o la aeronáutica.
Las empresas mineras dedican plantas especiales para su recuperación con el consiguiente uso de agua. Estos productos asociados al uranio, poseen una huella hídrica oculta que, al no ser contabilizada, provoca un desequilibrio en el balance hídrico de los países exportadores, amén de una contaminación clandestina.
Del mineral a la energía nuclear: más agua y agua pesada
El uranio llega a la central nuclear como yellow cake (torta amarilla, por su forma y color). Allí, se lo convierte en UF6 (hexafluoruro de uranio), con el fin de enriquecerlo (isótopo 235) y obtener UO2 (dióxido de uranio).
Algunos reactores nucleares necesitan agua pesada pura para poder funcionar. El agua pesada existe en la naturaleza (mares, lagos y ríos), aunque en proporciones muy pequeñas; de cada 10.000 litros de agua, aproximadamente 1 litro y medio es agua pesada y se la extrae mediante plantas industriales. Hasta aquí, el principal insumo de la minería del uranio, es el agua.
¿La guerra del uranio?
Frente a una cada vez mayor presión sobre los recursos hídricos, y de cara a las metas del milenio, la pregunta es, ¿dónde obtener agua para producir más alimentos?
En Bolivia, igual que en otros países, se observa una creciente competencia por el uso múltiple del agua. La demanda agrícola, doméstica e industrial, ya no están separadas geográficamente como antes. Por ejemplo, el uso minero y el uso para riego se superponen tanto en la cuenca Endorreica como en las cuencas del Pilcomayo y del Amazonas. Si la contaminación importa poco, ya que la mayoría no vivirá para que el cáncer llegue a desarrollarse o de lograrlo, tal vez nunca sabrán que lo han contraído; quizá sí importe comprender que la contaminación de la cuenca endorreica significará agua contaminada para el riego de las 13.000 TM de quinua que Bolivia exporta a la UE y EEUU. Sin mencionar que el polo soyero Sudamericano, utilizaría para riego las aguas del Paraná pero contaminadas por el Pilcomayo; o los estragos en la cuenca Amazónica, contaminados por el Paraguá.
Entonces, aquel título de The Economist, «Démosle de comer contaminación» (Febrero 2002) cuando filtrara el memo de Summers, sería una realidad a la inversa y los países PMA, exportarían alimentos regados con aguas contaminadas al primer mundo.
Al extraer uranio, está claro que no se explota un recurso natural no renovable, sino que se está devastando bienes comunes: agua, suelos y biodiversidad. Transformar Bolivia en un desierto y contaminar las dos cuencas principales de Sudamérica para que Irán tenga energía nuclear, ¿será un buen negocio?
La política del uranio de Irán en Bolivia
El país de Mahmud Ahmadineyad tiene gran interés en el uranio boliviano, según se percibió durante la visita del ministro iraní de Industria y Minas, Ali Akbar Mehravian, el 2 de septiembre de 2010. En esa oportunidad, la ministra de Planificación del Desarrollo, Viviana Caro, dijo que «hay intenciones de realizar trabajos de prospección» sobre uranio y para ello hace falta una «carta geológica en la que colaborará Irán». http://boliviaminera.blogspot.com/2010/09/informe-preliminar-del-sergeotecmin.html
Según los cables filtrados recientemente por WikiLeaks de los que se hace eco El País (España), Irán busca uranio en Venezuela y Bolivia, al menos desde el 2006.
Más curiosa, sin embargo, resultó la noticia que Bolivia eligió a Irán para explotar el litio del Salar de Uyuni, próximo a los yacimientos de uranio de Los Frailes. Según la agencia gubernamental ABI, Evo Morales declaró que «Bolivia está consciente del amplio conocimiento científico de Irán para que sea socio del país en la industrialización del litio». Lo curioso es que no existe litio en Irán y tampoco, industria relacionada a él.
Otro de los memorandos firmados entre ambos países establece la creación de un banco irano-boliviano que deberá gestionar la línea de crédito y el préstamo de 200 millones de euros que Irán se comprometió a otorgar para impulsar una planta de lácteos, una textilera y una posible ensambladora de tractores.
Sistema de cálculo de la huella hídrica del uranio para fabricación del ‘yellow cake’ (cifras para Los Frailes)
Para calcular la huella de agua del uranio (azul, verde y gris, directa e indirecta), la sumatoria debe contemplar:
Agua subterránea perdida-evaporada durante la remoción de tierras con explosivos: 5% de la cuenca endorreica
Agua utilizada para la lixiviación: 205 millones de litros / minuto.
Agua utilizada para separar otros metales de interés que decantan con el uranio tras la lixiviación: igual cantidad que para lixiviar uranio, 205 millones de litros / minuto.
Agua utilizada en los diques de colas: 518.000.000 de litros.
Aguas subterráneas contaminadas por filtración del dique de colas.
Agua superficial contaminada durante el proceso de explotación.
Aguas subterráneas y superficiales contaminadas por los residuos nucleares.
Aguas contaminadas por residuos líquidos (próximas a los yacimientos y las que transportan los residuos líquidos hasta lugares lejanos).
Aguas azules y verdes contaminadas por el polvillo radiactivo transportado por acción eólica.
La huella de agua de una nación
Es la cantidad total de agua que se utiliza para producir los bienes y servicios consumidos por los habitantes de la nación.
La huella hídrica de una nación tiene dos componentes. La huella interna, es decir, el agua usada en el país para producir bienes y servicios consumidos por la población nacional y la huella hídrica externa de un país es el volumen anual de agua utilizado en otros países para producir bienes y servicios que son importados y consumidos en el país considerado.
De este modo surge otro concepto importante: «el agua virtual», acuñado por Allan, que se refiere al agua que viaja por el mundo a través de los productos exportados e importados.
Algunas cifras
Para producir un kilogramo de carne vacuna, se precisan 16 mil litros de agua; para una taza de café, 140 litros. La huella hídrica de China es de unos 700m3 (metros cúbicos) por año per cápita; la de EEUU, 2500m3 por año per cápita. Japón, con 1150m3 por año per cápita, tiene alrededor de 65% de su huella total de agua fuera de sus fronteras. Las cifras, por cierto, solo expresan promedios globales dónde mucho depende de qué tipo de agricultura o ganadería se practique, etc.
El Deber – Santa Cruz