Una de las primeras cosas que llama la atención cuando uno ingresa a Cocachacra, Punta de Bombón o cualquier otra localidad del Valle del Tambo, es ver las casas embanderadas. La bandera verde con el lema “Agro Si Mina No” está en casi todos los techos de las casas y proyecta la imagen de una población que sigue vigilante luego de los graves enfrentamientos ocurridos el año pasado. Hace unos días visitamos Cocachacra y luego de conversar con pobladores y algunos dirigentes se abre una necesaria reflexión sobre los escenarios post conflicto de este y otros casos.
Si bien es cierto que la literatura sobre conflictos sociales vinculados a actividades extractivas, ha crecido en la última década en número y en calidad, tanto en el Perú como en otras partes del planeta, todavía se notan algunas claras ausencias. Con distintos enfoques y puntos de vista, la casi totalidad de investigaciones realizadas se han centrado sobre todo en analizar la manera como se forjan los conflictos, la tipología de los mismos, el comportamiento de los diferentes actores involucrados, la fase de estallido y cómo se pasa luego a escenarios de negociación, acuerdos o también los entrampamientos que se producen. Por supuesto también se realizan balances de los procesos, entre otros aspectos.
Sin embargo, una ausencia notoria en la reflexión sobre la “conflictología minera”, es la fase post conflicto. ¿Qué es lo que pasa luego que el conflicto se transforma y pasa a la etapa post estallido y post negociación? ¿Qué pasa cuando los protagonistas regresan a sus respectivos cuarteles de invierno? ¿Cuánto se ganó y cuánto se perdió?
El caso del conflicto Tía María es bastante ilustrativo y la visita al Valle del Tambo nos ayuda a hacer algunas constataciones iniciales sobre el escenario actual. En primer lugar se puede afirmar que el conflicto y sobre todo los momentos de mayor polarización, movilización y enfrentamiento, le han pasado una fuerte factura a la organización social de la zona, a la economía de la gente y a los dirigentes que en la actualidad la gran mayoría de casos enfrentan engorrosos procesos judiciales como consecuencia de la criminalización. Además, en el caso específico de Tía María está el gravísimo caso de corrupción que es un elemento adicional que ha provocado fracturas que serán difíciles de superar.
Lo cierto es que analizar el post conflicto es tan importante como la etapa de forja y la de estallido. De esta etapa se pueden y deben sacar importantes lecciones. Tarea pendiente y fundamental para el análisis y hay que decirlo, no solamente para el caso Tía María.
21 de marzo de 2016
CON EL RUEGO DE SU DIFUSIÓN