Vamos al sentido común de las cosas. Tomemos la ciudad de Santiago, con sus seis millones, y coloquémosla por un momento al lado de Chuquicamata. Olvidemos el desierto “más seco del mundo”. Olvidemos la soledad tórrida de tanta piedra parda y seca, y solo imaginemos el rajo abierto y unos kilómetros más allá, Santiago, las primeras casas, luego los barrios, las comunas, y después de un trecho, claro, la plaza Italia –a la vista de la gigantesca faena minera-. Feo, ¿verdad? ¿Usted conoce Calama? Aun cuando Calama está a unos 30 kilómetros del agujero la contaminación arrecia.
Mejor al revés. Tomemos Chuquicamata con sus camiones de 400 toneladas, sus tronaduras diarias de millones de toneladas de mineral y polvo, e instalémosla más al sur, qué tal en la cordillera encima de Santiago, al lado (o tal vez mejor encima de los glaciares La Paloma y Altar) –como el vecino recién llegado de nosotros, los seis millones.
En este caso no hay que imaginar nada. La mina es real, se llama proyecto 244 expansión Andina, y si se llega a materializar será tan grande que sus extremos no quedarían a muchos kilómetros de las primeras casas de la capital del reyno posiblemente a no más de cinco kilómetros lineales (rectos) de ellas. Impresionantemente cerca.
Como quien dijera (de pronto en le tele): ¡nos ganamos un Chuquicamata! Pero entonces perdiendo demasiado. Tod@s los santiaguinos. Por los miles y miles de millones de dólares de la faena minera perdemos “calidad de vida”. Se pone en riesgo la ciudad porque se trata de ¡miles de millones! –si fallan los cálculos, estará pensando algún planificador alerta, con esos millones hasta alcanza para recrear en alguna parte otro Santiago-.
Pero Chuquicamata en Santiago caerá del cielo volando más cerca de unos que de otros. Ante nosotros entonces una suerte de paradoja: el barrio que quedará más cerca de la faena, que recibirá directamente los impactos medioambientales y económico/financieros negativos de tamaña vecindad, es quizás el barrio más cuico de Chile y con seguridad el de mayor concentración de millones en Chile por cuadra, La Dehesa.
La mina que producirá grandes cantidades de ganancias arriesga, en primer lugar, los hogares de esos que vulgarmente se llaman “los millonarios”. Por más millones hay que destruir el barrio de los millonarios, o algo así, en un baile harto delirante.
Bastante parecido a si un día descubren petróleo en el lecho del estero del Arrayán o de la quebrada de Macul, y entonces llegan las transnacionales arrasando con las casas de las quebradas –solo que en la puerta de algunas de ellas se encuentran a los“controladores” de esas compañías. Seguro que con una sonrisa triste pero efímera pensarían que el sacrificio vale… cuando se trata de más y más miles de millones más. ¿El estero del Arrayán dije? ¿El que resultaría seco, contaminado, desaparecido por Chuquicamanta dos?
Se trata de millones por millones. Ahí se acaba el mundo. Por ese abismo se va cayendo la modernidad, con sus “modelos de desarrollo” bien lubricados, muy patológicos, todos felices.
Felices santiaguinos: ya nunca más será necesario un esfuerzo de imaginación o definitivamente irse a la carretera Austral para conocer el río Baker, y ponerse a defenderlo de las represas que destruyen su cauce y los valles completos. ¡Tenemos nuestro“HidroAysén de cobre” al ladito no más!
Ahora que ya tenemos el megaproyecto en el patio de la casa de Santiago, podemos comprender a la gente morena del río Huasco –y podemos decir que la contaminación de la mina encima de nosotros viene a resultar demasiado parecida a los malos olores de Freirina, las nubes de polvillo de carbón sobre el puerto de Huasco, o a la utilización de la escasa agua disponible en una zona de sequía para millones de chanchos y no para miles de personas.
Y como de aguas hablamos, miremos a los glaciares encima de Santiago directamente amenazados de destrucción como resultado de la gigantesca faena. Hasta el alcalde de la comuna de Lo Barnechea (precisamente donde queda La Dehesa) lo ha señalado en un escrito expedido como “Observaciones al Estudio de Impacto Ambiental, proyecto 244 expansión Andina”, del 19 de febrero de 2013.
Dice el edil hablando del monitoreo de glaciares afectados por el proyecto: no se sabe cómo reaccionarán durante la explotación de la montaña y especialmente “con los efectos de las vibraciones ocasionadas por las tronaduras y por el avance del rajo”. Menciona los glaciares Altar y La Paloma –dentro del Santuario de la Naturaleza Yerba Loca-, y el Olivares en el parque del mismo nombre (entre los 26 glaciares totales que se destruirían).
Pide que se “incorpore un acápite especial” acerca de las áreas silvestres protegidas que ocupan la precordillera de Santigo (donde se incluye El Arrayán), porque en el EIA de Codelco simplemente “no se mencionan”.
Para regresar al sentido común proponemos que este proyecto, perteneciente a una empresa estatal de “todos los chilen@s” –y la política pública y proyecto de país que implican-, pase desde este mes a ser parte de la agenda a preguntar a los candidat@s a ser el próximo Presidente ¿Qué ciudad quieren ell@s para Santiago?