En los años ’80, Manuel ingresó como empleado en el yacimiento de uranio al pie del macizo de Los Gigantes, cerca de Carlos Paz. Era la época de oro de la planta que llegó a tener 120 empleados, y que dejó de funcionar en 1989, con fuertes sospechas de contaminación de la cuenca del río San Antonio, uno de los principales afluentes del lago San Roque.
Manuel se presentó en la mina de uranio para trabajar como chofer, pero como el puesto ya había sido cubierto, le realizaron una prueba de mecánica y electricidad. “Me mandaron a unas cámaras frigoríficas, a hacer la instalación”, recuerda. Ese fue el pasaporte al yacimiento, donde trabajó durante tres años y medio.
Entre otras cosas, Manuel fue el encargado del cableado y del montaje de la planta. Por eso la conoce como la palma de su mano.
“Se hizo un dique para tirar todo el desecho. Decían que se iba a evaporar con el sol: agua con ácido sulfúrico. Pero debajo del dique dejaron puestos dos tubos con dos válvulas, de antemano… Yo tuve que llevar un generador grande para soldar unos caños de plástico y dejaron esos caños ahí preparados”, relata Guerrero Díaz. Y sigue: “¿Y qué hacían? Empezaron a producir, el dique se llenó. Cuando había tormenta, llevaban dos pochanos (de la Pampa del Pocho), que escarpaban las válvulas, las abrían y le bajaban el nivel al dique. Eso iba al lago San Roque, por el río San Antonio, venía a dar acá al cajón. Los peces se morían”.
“Nos hacían análisis de orina cada 15 días. Cuando venía el resultado de Buenos Aires, decían: ‘usted, usted y usted, pasen a cobrar el fondo de desempleo porque quedan despedidos’. Porque estaban muy contaminados y le decían a don Castro: ‘el lunes traiga a 10 nuevos”, asegura Guerrero Díaz.
Ester añade: “Había gente que había bajado como 20 kilos. A Manuel lo despidieron cuando el nivel de contaminación superó lo que ellos consideraban normal. Él está contaminado”.
Manuel subraya: “El uranio es contaminante por las vías respiratorias. En un turno de 15 días, puedes estar ciento por ciento contaminado. Pero a las 48 horas, por el biorritmo, se desaloja el 96 por ciento. Pero hay un cuatro por ciento que queda en el cuerpo, el remanente”.
“Para sacar 1.500 kilos de uranio se tiraban cuatro mil kilos de fósforo, que ya había sido extraído. Ni siquiera hacían un acopio en un galpón, para que pudieran utilizar después el fósforo. Lo tiraban al talud y con la lluvia, eso iba al dique. Al uranio lo traían acá a Alta Córdoba, a la planta enriquecedora”, dice.
“En Alta Córdoba lo sometían a altas temperaturas, fundían las pastillas que eran combustible para Río Tercero, para las usinas. Cuando ya sale de ahí es radioactivo. Allá en la planta era contaminante, nada más. El uranio ya venía limpio. Había mineral para 20 años, pero a los siete años se declararon en quiebra cuando el uranio no le dio los 1.500 kilos por mes. Y ahí quedó la planta abandonada”, remata Guerrero Díaz.