Convertido en reserva de la biosfera por decreto presidencial en febrero de 2007, el corazón de la Sierra Gorda de Guanajuato, rica en vida vegetal y animal única en el mundo, tiene una maldición: está llena de minerales susceptibles de explotación. Ahora hay rastros –tóxicos casi todos ellos– de actividad extractiva anterior. Los grandes consorcios de la minería no quieren soltar la presa y cabildean para echar abajo las medidas de protección de la biodiversidad.
El camino de terracería que sale de la cabecera de este municipio y se adentra en la Sierra Gorda está bordeado por montones de desechos tóxicos, pilas de residuos y jales mineros abandonados por las empresas que explotaron los yacimientos de la región hace décadas.