Miguel Barragán Torroella
Las mineras canadienses rápidamente aprendieron cómo se hacen los buenos negocios en México. Ya saben que si amenazan y chantajean con cancelar sus “inversiones” las autoridades sumisas entran en pánico y retrocederán de inmediato en su intención de aplicarles impuestos y regalías.
Durante casi tres décadas las mineras canadienses han disfrutado aquí de un paraíso fiscal, que ya quisieran tener los mexicanos. Un estudio de la Secretaría de Gobernación exhibe los beneficios que esas empresas han obtenido y que proporcionalmente no aportan nada al País.