Arriba, entre las anchas polvaredas del desierto y los vientos que deslizan toneladas de partículas en suspensión desde las faenas mineras vecinas, al lado de un Loa triste y reducido a la fealdad de una alcantarilla, aunque cruzado por camionetas F-150 del año, con visores de plasma para el GPS a colores, 4×4 (¿o será ya un 8×8?), automáticos hasta para saber de los malestares profundos, reprimidos e inconscientes, de quienes las manejan, este martes hay junta de la asamblea ciudadana de Calama.