Por Hugo Blanco*
La humanidad, innegablemente, ha obtenido muchas ventajas del avance de la civilización. Sin embargo, hoy, que en nombre del “desarrollo”, el sistema capitalista en su etapa neoliberal, con su feroz ataque a la naturaleza, está conduciéndonos a la extinción de nuestra especie, es necesario hacer una evaluación sobre ese precio a pagar en aras del “progreso”.
A las generaciones actuales nos corresponde la tarea de evitar la extinción de la humanidad y a la vez conservar las ventajas de la civilización que no pongan en peligro la supervivencia de nuestra especie.
Ataque a la naturaleza
Hablamos de la amenaza de extinción de la especie humana por el feroz ataque que sufre la naturaleza en general, y por lo tanto la humanidad, por parte del sistema capitalista neoliberal gobernante. El móvil de quienes mandan en las grandes empresas transnacionales que gobiernan el mundo, es cumplir con su sagrado mandamiento: “Cómo ganar más dinero en el menor tiempo posible”. Al acatamiento de este mandato sacrifican todo, incluyendo la vida de sus descendientes. Esto no depende ni siquiera de la conciencia individual que puedan tener ellos, pues si alguno por amor a sus descendientes renuncia a poner una instalación que perjudique el medio ambiente, vendrá otro que la ponga. Por lo tanto, no se trata de acabar con los grandes capitalistas, sino con el sistema que hace que ellos gobiernen el mundo.
Los ataques a la naturaleza son múltiples y cada día mayores. Están siendo exterminadas especies vegetales y animales.
Me parece que el ataque más peligroso es el calentamiento global de la atmósfera producido por la emisión de gases de efecto invernadero que la calienta en forma creciente. Antes los amos del mundo negaban su existencia, ahora eso ya es imposible, por lo tanto la ONU impulsa reuniones de los gobiernos de los grandes calentadores del mundo que se realizan repetidas veces, pero en ellas, que constatan que el calentamiento es cada vez mayor, no toman ningún acuerdo para detenerlo, sino para comercializar el tema.
El calentamiento produce la disolución de los cascos polares y de los nevados del mundo, hay arroyos que han desaparecido y los ríos están cada vez más delgados. Como sube el nivel del mar, hay islas que han desaparecido, otras y regiones costeras están siendo inundadas.
Además el calentamiento provoca alteraciones del clima, inviernos más fríos, veranos más calientes, huracanes como el Katrina y el Sandy, que al igual que las inundaciones, sequías y otros efectos son denominados “desastres naturales” por los medios de comunicación del sistema. Son desastres que no tienen nada de “naturales”, son efectos del calentamiento global impulsado por los dueños del mundo.
Otro gran ataque son las minas a cielo abierto, poco practicadas en los países desarrollados, los que vuelcan su ejecución sobre las espaldas de sus colonias, los llamados “países del tercer mundo” o “países en desarrollo”. Como cada vez hay menos vetas de metales, hacen explosionar 4 toneladas de roca o tierra para extraer un gramo de oro, envenenando mucha agua con sustancias químicas. Esto, que es nocivo para la naturaleza, es criminal en cabeceras de cuenca, como el proyecto Conga en el Perú que mataría la vida envenenando cinco valles cuyos ríos desembocan en los océanos Pacífico y Atlántico.
Otro ataque es la agroindustria o industria alimentaria en general, que practica el monocultivo, nocivo para el suelo, usa agroquímicos (fertilizantes, insecticidas, herbicidas) y nos envenena con transgénicos.
Utiliza la más moderna tecnología, no en beneficio del consumidor sino con el objetivo de aumentar los caudales del productor a costa de la salud del consumidor (hay una hormona que cuando se le pone a una vaca, ésta da más leche; esa leche produce cáncer, pero eso no le importa a la compañía productora, lo único que le interesa es que le produce más ganancia).
Otro ataque son las centrales hidroeléctricas que arrebatan el agua a los pequeños productores que nos alimentan en forma sana e inundan viviendas y cultivos indígena y campesinos en general.
Otro son las vías rápidas de comunicación depredando la naturaleza, como en Bolivia y Perú asolando la selva. En Europa vemos que la nueva vía férrea que unirá Turín y Lyon ha provocado el surgimiento del movimiento “No al TAV” en el norte de Italia.
Además están: La explotación de las arenas bituminosas en Estados Unidos, la exploración retumbante de petróleo submarino, la pesca de arrastre, las poluciones de las fábricas, la perforación de la capa de ozono, el uso actual de la energía atómica, el peligro de una guerra atómica, etc.
Indígenas
El final que nos amenaza hace imprescindible mirar con espíritu crítico el transcurrir de la existencia humana, evaluar qué aspectos del avance de la humanidad son positivos y que otros nos conducen a la tumba de la especie.
Debemos comenzar examinando nuestros orígenes. Afortunadamente en muchas partes del mundo existen poblaciones originarias, indígenas, llamadas “salvajes”. Si a esta denominación le quitamos su carga peyorativa, es correcta, significa no domesticada, silvestre, natural.
Los indígenas son quienes disfrutan menos de las ventajas de la civilización y son atacados fuertemente por ella.
Al estudiar esas poblaciones veremos que hay características comunes a ellas, de cualquier lugar que sean, y que por lo tanto dichas características no tienen un carácter étnico, sino cultural primitivo, verdaderamente humano, sin las deformaciones que trajo consigo la civilización.
Los indígenas Nunga de Australia, Dongria Kondh de la India, Bosquimano de África, Sami de Escandinavia, Attawapiskat de Canadá, Navajo de Estados Unidos, Maya de México, Nasa de Colombia, Mapuche de Chile, Quechua del Perú, pensamos lo mismo:
– La naturaleza es nuestra madre, debemos respetarla, quererla y cuidarla. A ese sentimiento ahora se le llama ecológico.
– En los asuntos que atañen a la sociedad, es ésta quien debe determinar, no un individuo ni un grupo de ellos. A ese colectivismo ahora se le da diversos nombres: Socialismo, comunismo, anarquismo.
– La felicidad consiste en vivir satisfactoriamente (lo que se ha dado en llamar “el buen vivir”). El indígena no tiene el principio de la sociedad de consumo, el criterio de que la felicidad la da el dinero y las cosas que se compran con éste.
– El indígena es profundamente solidario.
– Respeta las diferencias, entiende que hay otra gente que viste diferente y habla diferente. Los pueblos indígenas se saben diferentes y se respetan en esa diferencia.
– Enseña a los niños y jóvenes las cosas que sabe, la educación no es un negocio, es tarea de los adultos y ancianos.
– La medicina la da la madre naturaleza, no es un negocio, a todos nos conviene que todos estemos sanos.
Los pueblos indígenas más primitivos, los más salvajes, los menos contaminados por la civilización, son quienes conservan más vigorosos estos principios.
En el Perú es notoria la diferencia entre los pueblos de la selva más puros y los quechuas y aymaras de la sierra, ya contaminados.
Pongo algunos ejemplos:
– El indígena serrano hace un cultivo de papas, maíz, o frejol.
El indígena selvático no tiene un cultivo de una planta determinada. Tala una pequeña extensión de selva y planta varias especies juntas, imitando a la naturaleza. Modernamente a este sistema, ecológico por excelencia, se denomina permacultura. Luego de unos años devolverá esa parcela a la selva y talará otra.
– El indígena selvático cuando caza un animal de gran tamaño, no lo sala para conservarlo. Llama a los vecinos y la colectividad disfruta del producto de la caza individual.
– Un indígena quechua me dijo en nuestro idioma que los “chunchos” (término quechua despectivo dado al selvático desde la época incaica) eran ociosos y me relató la siguiente anécdota: Un hacendado dijo a un selvático que talara una determinada extensión y que le pagaría un machete. El nativo lo hizo tan bien y tan rápido que el hacendado quedó positivamente impresionado, le pagó el machete y le dijo: “Ahora te ofrezco un negocio muy conveniente para ti: Tala la cuarta parte de lo que talaste y te doy otro machete”.
l nativo le miró extrañado y le dijo: “Tengo sólo una mano derecha ¿Para qué necesito dos machetes?” y se fue. No quería progresar, sólo quería vivir. El quechua que me lo contó lo tomó como “ocioso”.
– Hace unos años los selváticos, quienes hablan diversas lenguas se unieron los del norte, centro y sur del Perú en una sola lucha en defensa de la naturaleza. En la sierra somos sólo quechuas y aymaras y no podemos unirnos.
– El indígena amazónico no contaminado no sabe si es domingo o lunes ni le interesa. Sale de su vivienda con su arco y flechas, si encuentra algo digno de ser cazado lo hace, si encuentra frutos silvestres útiles los recoge, al pasar por su cultivo recoge algo y si hay arreglos que hacer los hace. Regresa a su vivienda, no le interesa la hora. No sabemos si ha estado paseando o trabajando: Ha estado viviendo.
Que los indígenas amazónicos sean menos contaminados que nosotros los quechuas no quiere decir que no conservemos mucho del amor a la naturaleza, del sentido colectivista del “ayllu” o comunidad campesina, del “buen vivir”, de la solidaridad humana, etc.
Afortunadamente el indígena quechua todavía hace rotación de cultivos, un año siembra habas y al año siguiente papas. También a veces hace cultivos asociados, como maíz con leguminosas.
No se vanagloria por la cantidad de cosecha que tenga, sino por el número de especies y de variedades que cultiva.
Me sentí orgulloso al ver que la revista de los verdes en Francia se llamaba “Pachamama” (“Madre Tierra” en quechua), entendí que era el reconocimiento a nuestro amor y lucha en defensa de la naturaleza. Escuché que esa palabra es usada comúnmente en Cataluña y también la oí en el Día de la Tierra en San Pablo, Brasil.
Comunidad de comunidades
El espíritu comunitario se extiende más allá de la comunidad..Conozco tres casos (debe haber más) de comunidad de comunidades:
En el norte de Colombia existe el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), a cuyo 40º aniversario fui invitado el pasado año (pedir su boletín a prensa@cric-colombia.org). A pesar de la guerra interna que la hace víctima de ataques de los actores de esa guerra, continúa fuerte. Es reconocido por la constitución Colombiana. Está constituido por 115 Cabildos y 11 Asociaciones de Cabildos de los pueblos Totoró, Guanaco, Coconuco, Nasa, Guambiano, Yanacona, Inga y Eperara, agrupados en 9 zonas, cada una de las cuales está representada en la junta directiva. Los 9 representantes de las zonas tienen igual categoría, no hay Presidente ni Secretario General. Luego de 2 años de función se cambian totalmente, no hay reelección, pues “todos tenemos cabeza, no existe la persona imprescindible”.
Los Kuna de las islas de Panamá cuya rebelión armada de 1929 fue apaciguada por el reconocimiento constitucional a su derecho de autogobierno. Su institución política fundamental es la gran Casa del Congreso, Onmaked Nega, que funciona en cada comunidad y constituye un centro deliberativo y ejecutivo. La Casa del Congreso es presidida pero no dominada por los Sailas, líderes de las comunidades. Su organización política ancestral se ha fortalecido a través de sus Congresos Locales (comunidad) y Generales (comarca), los que, mantienen una fuerte cohesión y conservan el poder de decisión sobre las actividades que se realizan en su territorio y conservan el control sobre la defensa y convivencia con la naturaleza.
El tercer caso que conozco son las comunidades zapatistas de Chiapas, México. A diferencia de Colombia y Panamá, la constitución mexicana no reconoce la legalidad de su forma de organización, pero dichas comunidades de comunidades, dirigidas por las denominadas “Juntas de Buen Gobierno”, están resguardadas por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que las defiende contra el llamado “mal gobierno” de México.
Ahí no gobierna, como se cree, el EZLN. Las “Juntas de Buen Gobierno” son completamente civiles. Si un miembro del EZLN quiere participar de ellas, previamente debe renunciar al EZLN.
La tierra es cultivada colectivamente. Los miembros de las Juntas de Buen Gobierno no ganan sueldo ni lo necesitan, pues les toca su parte de la cosecha. Cuando terminan su período vuelven a trabajar la tierra y otro campesino ocupa su lugar.
El 21 de diciembre, señalado por sus antepasados mayas como el comienzo de una nueva época y por los comercializadores como el fin del mundo, más de 40,000 personas marcharon en silencio bajo la lluvia mostrando que existen.
Éstos son ejemplos locales de gobiernos ecosocialistas.
En alguna parte leí que felicitaban a los indígenas por su defensa de la naturaleza y que sólo nos falta enseñarles socialismo. Creo que en eso es mucho lo que tenemos que aprender de ellos.
Sin embargo en Sudamérica no podemos usar el término “ecosocialista” por lo siguiente:
Es indudable que en la lucha de liberación de los países sudamericanos, ha significado un gran paso el ascenso de los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador, que han desafiado el poder del imperialismo norteamericano y de las oligarquías nativas. Sin embargo dichos gobierno todavía no han podido desprenderse de la lógica de producción del sistema que ha colocado a nuestros países en el rol de extractores de materias primas al servicio de ellos, ni de la lógica del denominado “desarrollo” que está llevando al abismo a la humanidad. Éstas y otras razones les llevan a enfrentarse contra las poblaciones indígenas.
Estos gobiernos se llaman a sí mismos los del “Socialismo del Siglo XXI”.
Por lo tanto, si le digo ecosocialista a un indígena venezolano, ecuatoriano o boliviano, me contestarán que están luchando contra el “Socialismo del Siglo XXI”: El indígena Yukpa de Venezuela defendiendo sus tierras ancestrales contra el ataque de ganaderos y el ejército gubernamental. El indígena yurakaré de Bolivia me dirá que Evo Morales quiere favorecer a una empresa brasileña para construir la vía del Tipnis que destruirá su tierra que a la vez es parque nacional de reserva. El indígena ecuatoriano me contestará que está en una férrea lucha contra Correa que favorece la depredación de su tierra por las petroleras transnacionales.
Por otra parte, si le digo a un Mapuche de Chile que es ecosocialista me contestará que él ha luchado contra el gobierno “socialista” de Bachelet que aplicó la ley de represión anti- mapuche de Pinochet.
Represión
Las represiones más terribles que ha vivido la humanidad han sido las dirigidas por la “civilización” contra las poblaciones indígenas.
En América se realizaron innumerables masacres.
En el Perú y Bolivia los españoles entregaban anualmente a los explotadores de las minas, una determinada cantidad de indígenas, al año siguiente volvían a entregarle la misma cantidad. De modo que se estableció un sistema peor que el esclavismo, puesto que al dueño del esclavo no le convenía que su esclavo muriera, del mismo modo que no le convenía que su burro muriera.
En el sistema de encomiendas y repartimientos no importaba cuántos indígenas murieran, ya que, si por ejemplo el dueño de la mina recibía 100 indígenas por año y morían 50, al año siguiente le repondrían los 50 que murieron y volvería a recibir 100. De modo que quienes entraban en la mina no volvían a salir sino ya muertos. Por esta razón los indígenas preferían suicidarse antes que entrar a la mina y las madres mataban a sus hijos para evitarles el sufrimiento.
Esa fue una de las razones del levantamiento de Tupac Amaru, a quien se le castigó haciéndole presenciar las mutilaciones a su esposa y luego se le descuartizó vivo.
Ya en la época republicana en Uruguay se invitó amistosamente a los charrúas para masacrarles en la matanza de Salsipuedes.
En Estados Unidos fue fuerte la resistencia contra los invasores que adornaron sus atropellos en las películas de cowboy.
En Argentina continuó la guerra contra los nativos aún bajo el presidente Sarmiento que es calificado como “maestro de las Américas”. Hay un monumento al gran asesino de indígenas, el general Roca.
Los mapuches en Chile que consiguieron firmar un pacto con los españoles, en el que éstos tuvieron que reconocer el derecho a su territorio, fueron confrontados con la negativa del gobierno republicano chileno que desconoció ese tratado. Por eso la lucha continúa y los mapuches no se reconocen a sí mismos como chilenos sino como mapuches atacados por los chilenos.
En Cuba la rebeldía de los indígenas hizo que los exterminaran y usaran esclavos africanos para sustituirlos.
El esclavismo al que fueron sometidos los nativos africanos, las matanzas en Asia y Oceanía, son parte de esa represión “civilizada”.
A los indígenas de América se les aplastó, pero por lo menos continuaron viviendo y muriendo en la tierra de nuestros ancestros, mientras que a los indígenas africanos se les arrancó de su tierra y se les mezcló con otros esclavos de modo que ni siquiera pudiesen mantener su lengua.
Los esclavos africanos realizaron cientos de rebeliones en América. En Haití se realizó la primera revolución de independencia en América Latina. Los opresores de todo el mundo, incluyendo quienes luchaban por la independencia de sus países, aislaron y/o atacaron Haití. Ni Bolívar, quien había recibido ayuda de Haití, le retribuyó esa ayuda. Hoy día, por orden de los amos del mundo, Haití está invadida por ejércitos coloniales de la ONU, de los que vergonzosamente forman parte tropas enviadas por el gobernante indígena de Bolivia.
Los esclavos que escapaban formaban colectividades que son ejemplo de democracia y solidaridad humana.
No hay espacio para continuar enumerando los atropellos de la “civilización” antigua y actual contra los indígenas.
Personalmente también sufrí esa represión anti-indígena: Por haber participado en la lucha que abolió la servidumbre feudal a que estaban sometidos los indígenas peruanos fui encarcelado y pidieron dos veces la pena de muerte para mí. Fue sólo gracias a la activa solidaridad internacional que no aplicaron la pena de muerte y posteriormente me liberaron.
En Estados Unidos Leonard Peltier (“Yo soy toda esa voz india y grito desde millones de tumbas con almas inquietas”) está condenado a dos cadenas perpetuas consecutivas, espero que los ecosocialistas de ese país tomen como una de sus tareas luchar por la liberación de ese ecosocialista indígena.
La lucha contra el sistema se extiende
En muchos países de América Latina, las poblaciones indígenas y no indígenas luchan fuertemente contra la opresión extractivista de las empresas transnacionales, quienes, apoyados por sus gobiernos sirvientes, atacan la naturaleza en las formas señaladas arriba.
Afortunadamente, también en las ciudades hay surgimiento de sociedad colectivista, como es el caso de las fábricas tomadas por sus trabajadores en Argentina, donde en muchas partes y desde hace muchos años los trabajadores se hicieron dueños de empresas que quebraron sin pagarles. En muchos de los casos la legalidad del sistema ha tenido que reconocer su derecho a convertirse en los propietarios. Ahí los trabajadores funcionan en forma estrictamente horizontal, absoluta y verdaderamente democrática.
Como son los obreros quienes administran, la fábrica crece, se necesitan nuevos obreros, éstos no son empleados de los fundadores, tienen los mismos derechos que ellos.
Hay muchas otras manifestaciones de rebeldía ante las imposiciones inhumanas del sistema.
Por ejemplo, contra la imposición de la alimentación humana en función del beneficio de la llamada “industria alimentaria” que sacrifica la salud de la población para satisfacer la voracidad de ganancia de las empresas, surgen convenios entre cooperativas campesinas que producen en forma ecológica y grupos de poblaciones urbanas que son conscientes de que deben alimentarse en forma sana.
En Grecia un grupo de jóvenes organizó la venta directa de los campesinos a los consumidores, sin pasar por los supermercados.
Hay poblaciones en México que tienen una moneda propia usada para el intercambio interno.
Continúa la explosión de los pueblos árabes contra los regímenes despóticos.
Como el sistema también está atacando a las poblaciones de los países desarrollados, principalmente para servir a la banca y a las compañías financieras, las poblaciones de ellos también protestan, manifestaciones democráticas de este tipo son “l@s indignad@s” de España y “Ocupa Wall Street” en Estados Unidos, así como la batalla internacional europea en varios países el 14 de noviembre pasado.
También en esos países vemos luchas en defensa de la naturaleza, como el movimiento “no al Tav” en el norte de Italia, la cadena humana contra la energía atómica en Alemaia, el triunfo del referendo en Italia contra la energía atómica y la privatización del agua, la resistencia contra el fracking en Estados Unidos.
En Canadá hay procesos muy importantes: Organizaciones ecologistas de ese país impulsaron una movilización internacional contra la minería canadiense el día de Pachamama, 1º de agosto. En diciembre último se inició la movilización de miles de indígenas y quienes les apoyan. Los indígenas se desplegaron por varias ciudades canadienses bajo el lema “Nunca Más Inactivos” (Idle No More). Su lucha es contra la opresión colonial que sufren y en defensa del medio ambiente.
Volver a nuestras raíces éticas
La humanidad está en un dilema: O retorna a su ética primitiva que sobrevive en los pueblos indígenas del mundo o fenece.
Retornar a su ética primitiva es volver a la sociedad ecosocialista de amor y respeto a la Madre Naturaleza y de organización horizontal donde todos manden. En ella se extinguirá la sociedad de consumo, que identifica felicidad con acumulación egoísta de dinero. Volverá a sentirse la profunda solidaridad humana, en la que el “otro” deja de ser un competidor para convertirse en “otro yo”. Seremos diferentes respetando las diferencias. Desaparecerá el machismo, el racismo y todo tipo de discriminación.
La “industria alimentaria” actual tiene el objetivo de lograr que las empresas ganen la mayor cantidad posible de dinero, no importando si sus productos benefician o no a nuestra salud. Cuando ya no sea el capital el que gobierne, la producción de alimentos tendrá el objetivo de nutrirnos en forma saludable.
Ahora, por la compulsión de la búsqueda de ganancia se gasta gran energía humana en la “publicidad”, el apremio de “compre, compre, compre”. Cuando deje de producirse para la venta, cuando se produzca para el uso, cesará ese desperdicio de energía.
El apremio de “vender” lo más posible también hace que las empresas gasten gran energía humana en lograr que los productos sean rápidamente perecibles, para que el usuario se vea obligado a tirar lo que compró y dejó de ser útil y comprar nuevamente. Esto tiene como resultado por una parte el desperdicio de energía humana y por otra la acumulación de basura contaminante del medio ambiente. Cuando el incentivo deje de ser la ganancia, se buscará que los productos duren lo más posible, que haya la menor cantidad de basura posible y que ésta no atente contra la salud de la naturaleza.
Retornar a la ética primitiva no significa volver a la vida primitiva.
Los científicos y los técnicos, ahora al servicio de las empresas en búsqueda de ganancia, pasarán a estar al servicio de la humanidad. Ellos nos indicarán de qué ventajas de la civilización podremos seguir disfrutando sin poner en peligro la continuidad de la especie y de cuáles no.
Esperamos que la humanidad derrote a los amos del mundo que conducen aceleradamente a la extinción de la especie, que tome en sus manos la conducción de sí misma, se reintegre armoniosamente a la naturaleza y consiga salvarse.
—
*Hugo Blanco Galdós es dirigente histórico de la izquierda y de la Confederación Campesina del Perú (CCP). Integró la Asamblea Constituyente de 1979 por la agrupación Frente de Izquierda Revolucionaria y fue candidato al Parlamento Andino por el Partido Socialista. Actualmente es editar del periódico mensual “Lucha Indígena”. El presente artículo fue escrito para la revista ecosocialista de Estados Unidos “Capitalism Nature Socialism”.