Visita al Territorio Mapuche afectado por el acuerdo YPF-Chevron para comprobar los daños que produce la explotación tradicional y el creciente impacto del fracking. También pudo constatarse que, pese al compromiso asumido por YPF dos semanas atrás, el desarrollo de las obras vinculadas al fracking no cesa. Crónica desde el territorio del Lof Campo Maripe.
El logko Albino Campo, la werken Natalia Izaza y Mabel Campo guiaron el recorrido por su territorio, situado a unos ocho kilómetros de Añelo. El panorama sorprende desde el principio: en el monte poblado de jarilla, chañar, matacebo y espinillo, sobresalen los pozos y las torres de perforación, pero también innumerables estacas de madera que señalan el lugar de futuras perforaciones, o la trayectoria de tuberías que van a surcar la tierra. Es la cartografía a escala natural del saqueo pasado, presente y futuro. A partir de esa primera impresión, atravesamos un derrotero de imágenes, preguntas, respuestas e inquietudes que bien podrían sintetizar las dudas y certezas en torno al fracking, la muestra más cabal del extractivismo como política que asegura riqueza para pocos y contaminación para muchos.
Sobre (des)acuerdos y (des)tiempos
El logko de Campo Maripe no ahorra recuerdos al momento de contar la historia de su familia. Una serie de fotos de hace unos cuarenta años ilustra la presencia del lof en la zona, la ruka demolida por un usurpador a principios de los 80, la juventud de él y sus hermanas en ese mismo lugar, en el que nacieron, en el que crecieron, por el que luchan. “El mismo gobernador le dio a mi padre una placa en reconocimiento por ser de los primeros pobladores” -cuenta Albino- “así que no es que no sabe, se hace el que no sabe que somos de acá”.
Como introducción al recorrido, Albino comenta que hasta ahora el diálogo con YPF ha servido de poco: las empresas contratistas siguen lavando las maquinarias en el lugar, no se cumple el compromiso de regar los campos, incluso durante nuestra visita el logko descubrió un camino cortado por el avance del zanjeo… En la vegetación penden plumas de las llamadas mantas de pollo, que se usan para absorber el petróleo en la boca de pozo y que al desarmarse por su uso excesivo, se desparraman y hasta son ingeridas por los animales. Cuando eleven su reclamo a YPF, les responderán que las mantas no pueden ser reemplazadas de un día para el otro porque hay cláusulas y contratos que cumplir, que parecen mucho más importantes que las obligaciones legales que hasta hoy ni la empresa ni el estado están cumpliendo como deberían.
Cuestión de perspectivas: una decisión tan simple como esa está sujeta a las mismas obligaciones contractuales que, por otro lado, aceleran el avance de las obras en su territorio. Mabel Campo afirma que las empresas aprovechan cuando ellas no están para seguir con esas obras: de hecho, y para su sorpresa, cerca de la ruka levantada en el lugar una zanjeadora abrió la tierra a lo largo de 500 metros en menos de un día. Albino se acerca a un operario y le pide explicaciones. “Un supervisor de YPF, estuvo ayer viendo lo que hacemos”, le responde el trabajador. “Va a tener que parar hasta que el supervisor venga y hable con nosotros”, replica el logko con tono decidido, “no pueden seguir tirando la tierra sobre el monte, acá no es llegar y meterse porque este campo no es fiscal”.
Entre las y los miembros del lof preocupa mucho esa velocidad selectiva, que demora decisiones que sanearían su territorio pero acelera las obras que lo están arrasando. Albino reflexiona: “si nosotros dejamos que sigan avanzando las máquinas, de aquí a un mes ya no vamos a tener campo”.
Los daños nunca saneados, los daños inminentes
A escasos metros, la llama del venteo de gas señala la ubicación de uno de los pozos de fracking. Mabel comenta que cada tanto el fuego se ennegrece y el humo lo cubre todo. Albino cuenta que cuando la torre estaba instalada hubo más de un accidente y del pozo emanó una llama que duró varios días. “Como pasó en Plottier”- dice, y agrega – “solo que como acá no se ve nadie se entera”.
Al llegar a una planta de perforación de dimensiones descomunales, cuesta creer que en ese escenario natural se despliegue semejante trajín. Una hilera de camiones traen al yacimiento los elementos que serán inyectados a presión para extraer el no convencional: agua, bolsones de arena, y productos químicos (que llegan envasados en tachos plásticos de unos 200 litros). En los yacimientos que fueron tomados semanas atrás en protesta por la firma del acuerdo Chevrón/YPF, al contraste entre la belleza natural y las marcas del desastre que deja su explotación se suma un detalle: mientras en los alrededores de la planta se vierte un líquido oleoso que el suelo no puede absorber, adentro, una fila de contenedores acumula residuos ordenadamente: en uno cartón, en otro plástico, en otro residuos orgánicos. Una contradicción que sería simpática si no fuera lamentable.
Como en todas las paradas de nuestro recorrido, allí también pudimos apreciar manchones de petróleo en el suelo, la tierra aceitosa que se adhiere a los dedos, el olor amargo, las plumas de la manta de pollo adosadas a la vegetación. Albino señala hacia donde el día de la toma fotografiaron un piletón de petróleo a cielo abierto: en su lugar, la tierra removida indica que fue tapado. Monte arriba pudimos ver uno similar. Los llamados piletones son apenas una excavación cubierta con nylon negro, que contiene una sustancia pastosa y oscura en la que las piedras flotan.
Demasiadas respuestas para tan pocas preguntas
Fueron dos las principales preguntas que nos acompañaron a lo largo del recorrido: qué cantidad de agua se utiliza para el fracking, y cuál es el destino final del agua residual o flowback, que es el agua mezclada con químicos que vuelve a la superficie luego del proceso de hidrofractura. La cantidad de respuestas obtenidas da una clara dimensión de la variedad de información que circula al respecto, algo que no permite confiar en un proceso extractivo tan novedoso y con tan malos precedentes.
En relación a la cantidad de agua, operarios de uno de los pozos afirmaron que se utilizan entre 9 y 12 millones de litros de agua por pozo. A la vez, directivos de YPF aseguraron que solo se utiliza un millón de litros de agua por pozo, y que cada vez utilizan menos. Ante la desproporción entre uno y otro dato, es factible preguntarse a quién creerle: a quien representa a la empresa o a alguien que trabaja en un pozo de fracking…
Respecto al destino del agua residual, desde YPF afirman que se traslada a Loma de La Lata, donde se la separa del petróleo y se la reutiliza para recuperación secundaria, es decir, para reinyectarla en pozos de explotación tradicional. Hasta hoy, no existe una planta de tratamiento del flowback para ser reutilizado en los pozos de hidrofractura, lo cual no ayuda a comprender cómo es posible que cada vez utilicen menos agua por pozo si el flowback no está siendo reutilizado para fracking. Además, en las plantas de perforación nos dieron dos versiones más: que el agua residual se traslada a una planta de tratamiento en Plaza Huincul, y que muchas veces es vertida en las picadas del territorio del lof Campo Maripe. Una vez más, sobrevuela la dificultad para creer en los datos dados por la empresa, sobre todo teniendo en cuenta que la contaminación provocada por el fracking le costó la vida a Cristina Linkopan, fallecida en marzo de este año.
Descreimiento fundamentado
El circuito de la desinformación se completa con el nulo acceso, por parte de las comunidades mapuce, a los informes de impacto ambiental elaborados por la empresa. Desde YPF aseguraron que presentan al gobierno provincial un informe por pozo, cumpliendo así con lo legalmente establecido. Y que incluso el estado provincial cuenta con el listado de productos químicos que se usan para la hidrofractura, debidamente detallado. ¿Podría YPF brindar a las comunidades el mismo informe que le entrega a la provincia? Desde la empresa alegan que primero tienen que consultar a la provincia, ausente todavía en la mesa de diálogo instaurada tras la toma de los yacimientos.
Para los mapuche, de nada vale que el estado provincial cuente con esos informes. No olvidan que durante 20 años la provincia negó la contaminación en los territorios del lof Kaxipayiñ, y que recién tras la expropiación de Repsol reconoció que esa zona está contaminada y con un pasivo ambiental de dos mil millones de dólares. Por eso, el avance de las obras vinculadas al fracking no es un asunto menor. Lefxaru Nawel, kona de lof Newen Mapu, afirmó que “no se trata solo de abrir una calle más o una calle menos; si acá se quieren hacer pozos a la escala que se está proponiendo, ¿la provincia nos va a garantizar algo?”
La posición del Pueblo Mapuce es clara y firme: la contaminación no es solo un problema de Campo Maripe sino de toda la población, y “si el control de la hidrofractura lo va a tener la provincia, entonces nosotros decimos que eso no se va a poder hacer”. Porque a un estado que no es capaz de controlar el impacto que genera la explotación que se viene realizando hace décadas, que niega al Pueblo Mapuche y minimiza las denuncias de contaminación de los territorios y las aguas, difícilmente se le puede confiar el control de una actividad cuyo impacto ambiental es impredecible. Ese es el debate que debería darse la sociedad en su conjunto.
Contaminación-negación-encubrimiento: una fórmula repetida
Antes de emprender la vuelta a Neuquén, Albino nos lleva a conocer el lugar donde antiguamente su familia realizaba la parición de las cabras: una barda alta y rojiza, reparada del viento, donde aún yacen las piedras chatas que alguna vez fueron las paredes de la ruka. El logko se emociona narrando detalles de esas vigilias. Señala hacia un punto donde por entonces las cabras bajaban a tomar agua; “en esa época tendríamos unos dos mil animales” – comenta- “hoy casi ninguno, y menos con el campo estropeado como está, es muy difícil”.
Los últimos rayos del sol enrojecen aún más el horizonte; desde ahí arriba apenas se divisa Añelo, localidad rodeada de petróleo pero de calles de tierra y viviendas más bien humildes. La gente no puede tomar agua corriente: ni el cloro de la planta potabilizadora puede disimular su contaminación. Al oeste asoma el lago Los Barreales, en el que en 2012 el Laboratorio de Toxicología y Química Legal de la Corte Suprema de Justicia de la Nación detectó que la cantidad de hidrocarburos en sus aguas supera 50 veces el máximo permitido para realizar actividades acuáticas. Esos informes, desmentidos por el gobierno provincial, ya ni se recuerdan a meses de inaugurar un acueducto que suministrará agua “potable” que traerá agua desde ese mismo lago. En este punto, una vez más, quedará rondando la misma inquietud: si no han sido capaces de remediar el impacto de la explotación tradicional y siguen negándola, ¿por qué creer que podrán con el fracking?