Perú

Recordando con nostalgia

31 de Mayo 2001
Por Marisol Acuña Portillo
“Cuenta la historia, que hace mucho tiempo un joven vino desde Ayacucho a buscar trabajo en la mina Buenaventura de Huacracocha, pero como no había vacantes se puso a trabajar pastando ganados, al poco tiempo, se enfermó y regresó a su pueblo sin haber conseguido trabajo. Ya en su tierra, en sus sueños se le revelaba que estos cerros eran dos varones viejos (Portachuelo y Cerro Alzada) y una mujer vieja (Yanashinga: Nariz Negra)

que le martirizaban cada noche pidiéndoles que les diera de comer y poco a poco la víctima se murió. Le agarró el abuelo, tal vez él entró donde nadie entraba, o se quedó dormido, quizás entró a una mina y se llevó algo sin haber pedido permiso al cerro, entonces el cerró se molestó le agarró y se enfermó; a veces no respetamos a la Pachamama, no le pedimos permiso y ella se molesta, los jóvenes de hoy no entienden estas cosas…”. De esta manera don Marino Baldeón nos ilustra la historia de los cerros que existen en el distrito de Morococha.

La familia Baldeón Rementería es una familia que vive más de 80 años en el distrito de Morococha, en la zona de Pucará, es una familia que se dedica por tradición familiar a la ganadería y aún conservan sus costumbres ancestrales, y por ello han recorrido todo el distrito y otras zonas aledañas pastando a sus animales.

Tomás Baldeón Rementería de 80 años es el mayor de la familia y tiene séis hijos, Marino Baldeón Rementería tiene 78 años, y también se dedica a la ganadería, cada uno de ellos tienen sus estancias (lugar donde pastan sus ganados) en el cerro Suapacarana. En las estancias tienen sus chozas de material de piedra con barro y el techo es de paja. Ellos comercializan la carne de sus ovejas en la ciudad de Lima, dinero que les sirve para sobrevivir.

Don Tomás menciona que por la presencia minera muchos recursos naturales como el agua y el suelo han sido impactados, y esto afecta a sus animales “…por eso nosotros teníamos que rotar de lugar, por ejemplo en el cerro San Ignacio (a espaldas del campamento Alpamina), ya no podemos pastear a nuestros ovinos, ya no hay pastos, los cerros están pelados, hay muchas bocaminas, las lagunas son de color naranja, están contaminadas y eso hace daño a nuestros animales…”, pero según don Tomás las autoridades y las empresas mineras no toman en cuenta esta situación.

La actividad minera ha cambiado el modo de pensar de la población juvenil, los jóvenes de la comunidad de Pucará se dedican a trabajar en las contratas de las mineras existentes (Austria Duvaz, Argentum, Minera Londres, Volcan S.A.A), dejando de lado a la ganadería. Lide Astuhuamán de la comunidad San Francisco de Asís de Pucará manifestó que en todo el distrito existen aproximadamente 30 familias que se dedican a la ganadería y todas superan los 40 años, no hay jóvenes que se dediquen a esta actividad; esa situación preocupa a la comunidad.

Por un lado está la contaminación del agua y suelos ocasionados por la actividad minera que perjudica a la ganadería, y otro de los problemas que están tomando en cuenta, es el deshielo acelerado de los nevados del distrito de Morococha. Don Marino y don Tomás comentan que en el paraje de Ccayco en el nevado Shahuac ubicado a espaldas del Ticlio hace 60 años atrás cuando eran niños la nevada llegaba hasta en nivel de la laguna, habían muchas aves, ahora aquel cerro ya no contiene nevadas, es un cerro rocoso, de diversos colores marrón, gris, rojo, naranja y el pico de la montaña es negro, rodeado de nubes oscuras.

Al pie del nevado Shahuac hay dos lagunas el Suerococha de color verde claro y el Yanacocha de color verde oscuro, rodeada sólo con dos patos y un par de huachuas que es el común del número de aves que se encuentran en las lagunas de Morococha, nos dice don Tomás, quien con mucha nostalgia comenta “…a partir de los años 1980 empezaron a derretirse las nieves de los Andes, debe ser por el calentamiento global, porque maltratamos a la Pachamama. Al ver este paisaje me duele mi corazón, ya no existen aquellas nevadas blanquísimas, algunos cerros parecían lanas de los carneros”. Don Tomás respira profundo conteniendo las lágrimas y continúa: “Ahora todo eso ya no existe, miro a todas partes y me da una honda tristeza ya no ver esas nevadas y me preocupo por mis nietos, que será de ellos…”.

El hermano menor don Marino enfatiza: “…mis padres vivieron aquí, mi madre se llamaba Santosa Rementería Colqui, me recuerdo, un día después del almuerzo, en una conversación, nosotros le preguntábamos si alguna vez se acabarían las nevadas, y mi mamá nos decía ‘cuando se derrita todas las nieves que vemos en las cordilleras, se ocasionará el juicio final’, eso fue el comentario que hasta ahora me acuerdo y esto coincide con la predicción bíblica, ahora miro y veo que todos los cerros ya están pelados, ninguno contiene nevada y pienso que la tercera guerra puede ocasionarse por el agua y ahí puede ser el fin del mundo…”.

Don Marino nos comenta que años atrás los ganaderos cada 24 de junio y en carnavales pagaban a la madre tierra para que sus animales no mueran, tengan muchas crías, para que el clima no cambie, que exista pasto en abundancia y por agradecimiento por todo lo que lograron ese año. Esa costumbre ya casi está desapareciendo, como comenta don Marino: “…ya casi pocas personas le agradecen a la madre tierra lo que nos da, el agua, el pasto, la riqueza, para que exista mineral también se paga a la madre tierra; pero ahora ya nadie le agradece nada, yo creo que ella está molesta con nosotros, por todo lo que le hacemos, muchas heridas le estamos causando, estamos siendo unos malos hijos porque estamos faltando el respeto a nuestra madre y ella ya está reaccionando…”.

Luego de un silencio profundo don Tomás muy serio comenta: “… no podremos reconstruir esto, no podemos detener las inclemencias, ahora cada vez que llueve cae puro agua, arrastra todo a su paso, hace muchos años atrás caía nevada y la nevada no mojaba la ropa, nos sacudíamos, ahora como no cae nevada sólo llueve y el agua ya no se queda en el cerro, se va por el río (…) debemos hacer algo para que esto cambie”.

Los habitantes de este planeta hemos venido produciendo y realizando diversas actividades sin el debido respeto a la madre tierra, cambiando y alterando cada ecosistema existente de manera irresponsable, tal como sucede en Morococha, es momento de reflexionar, para retomar acciones que promuevan en las empresas la responsabilidad social y ambiental y nosotros asumir un rol protagónico de protección, vigilancia y conservación de nuestros recursos naturales que aún nos quedan, en beneficio de las futuras generaciones.