Seminario Internacional sobre Industrias Extractivas organizado por el Celam y Misereor
Al finalizar el Seminario que se realizó en Chaclacayo, Lima, del 14 al 16 de junio convocado por el Departamento Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), con el apoyo de MISEREOR, obra episcopal católica de Alemania, donde se reunió a: arzobispos, obispos, sacerdotes, religiosas, líderes sociales, profesionales y académicos de 17 países de América Latina y el Caribe; Norteamérica y Europa, los participantes aprobaron un documento conclusivo que tuvo en cuenta la realidad del continente, juzgó esa realidad a la luz de la Palabra de Dios y la Doctrina Social de la Iglesia, donde el don de la vida y los recursos naturales tienen que ser cuidados por todos por las generaciones.
Algunas líneas de acción son parte de sus conclusiones.
Nos recordaron desde dónde se comunican y el por qué asumen este compromiso: «Dios nos creó como una familia humana y puso la Creación entera a disposición y cuidado de toda la humanidad. Por ello el cuidado de la Creación es parte constitutiva del anuncio de la Buena Nueva». La espiritualidad del discípulo misionero de Jesucristo, -sostienen- es un compromiso que renueva y afirma la opción por los pobres, las primeras víctimas de los efectos destructivos del actual modelo económico, y de los desastres naturales debido al cambio climático. «Los cristianos -señalan- debemos participar en promover una ética ecológica, transformadora y eficaz».
En esta reunión se escucharon los clamorosos testimonios de personas que viven en sus países los efectos de una industria extractiva que destruye la creación. «Vemos con preocupación el rebrote de epidemias y enfermedades; muertes tempranas por los altos niveles de contaminación, y la propagación del daño al medio ambiente. Constatamos que existen en la región instalaciones de industrias o desarrollo de obras o actividades industriales…que generan expulsión, dispersión y deposición de sustancias materiales como cianuro de sodio, plomo, arsénico, uranio, mercurio y otros metales pesados- que contaminan, directamente o por infiltración, los recursos hídricos (glaciares, lagos y ríos), el aire y el suelo, cuya contaminación, en algunos casos, perdura por miles de años.»
La Iglesia frente a esta realidad está siempre abierta al diálogo franco y transparente: un diálogo intercultural, interreligioso, cercano a las iniciativas de la sociedad civil de cada país. Como Madre y Maestra es respetuosa de la tradición de los pueblos y de sus leyes. Como abogada de los pobres, asume la tarea de fortalecer los sistemas democráticos, pues respeta la voluntad ciudadana. Sin embargo, ve con tristeza que no siempre se dan las condiciones para atender los reclamos de las poblaciones, y sí que tiene experiencia por haber mediado en muchos conflictos socio-ambientales que acontecen en el continente: «No se practica la consulta previa a los pueblos que estarán afectados, se espera que se garantice el consentimiento previo, libre e informado, tal como lo establece el Convenio 169 de la OIT, y la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas.»
En su mensaje por el Día Mundial por la Paz del 2010, el Papa Benedicto XVI, subrayó que sin entrar en la cuestión de soluciones técnicas específicas, la Iglesia, que es «experta en humanidad», le preocupa y por eso llama la atención de forma enérgica, por la relación que hay entre el Creador, el ser humano y la propia creación.
Los participantes en este Seminario regresan a sus países con muchas luces para seguir trabajando y sobre todo, para seguir animando a una Iglesia que cada día, con su compromiso, verifica su amor a Dios y al prójimo, afectado por una industria extractiva que podría ser más responsable y racional.
(El documento íntegro podrá ser leído en: www.celam.org)
Kurth Mendoza
Nota de Prensa
Conferencia Episcopal Peruana
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NUESTRA RESPONSABILIDAD RESPECTO A LA CREACIÓN
Si nuestra mirada recorre los países de América Latina y El Caribe, de inmediato nos damos cuenta que hemos defraudado gravemente a Dios, Creador y Señor de nuestras vidas. El hombre ha devastado sin vacilación llanuras y valles, ha contaminado las aguas, ha deformado el hábitat de la tierra, ha hecho irrespirable el aire, ha alterado los sistemas hidro-geológicos y atmosféricos, ha desertizado espacios verdes, ha realizado formas de industrialización salvaje, humillando – con una imagen del gran poeta italiano Dante Alighieri – «el jardín» que es la tierra, nuestra morada.
Por eso, S.S. Benedicto XVI afirma con claridad que «la Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y se siente en el deber de ejercerla también en el ámbito público, para defender la tierra, el agua y el aire, dones de Dios Creador para todos, y proteger a la persona humana…».
Además, es importante valorar la vivencia espiritual de los pueblos indígenas, que desde sus orígenes se sienten parte de la madre tierra y se relacionan con ella como «matriz de la vida». Para el quechua andino «la tierra es un ser vivo…». Es la «pacha mama» (madre tierra). Para el guaraní, al romper el hombre la armonía con la naturaleza, se quiebra la solidaridad humana. Los mayas al estar en contacto con el medio ambiente, no hablan de Dios sino le hablan a Dios. Las culturas originarias, por tanto, expresan un espíritu que descubre la sabiduría y la fuerza de Dios en el universo y en los bienes de la creación (agua, aire, suelo). Es fácil para ellos comprender la relación armónica de la persona con la naturaleza. Por eso la respetan y la aman como «casa común» de todos.
En el documento de Aparecida, la Iglesia Latinoamericana ha ofrecido algunas propuestas y orientaciones: «Evangelizar a nuestros pueblos para descubrir el don de la creación; profundizar la presencia pastoral en las poblaciones más frágiles y amenazadas por el desarrollo depredatorio para apoyarles en sus esfuerzos y lograr una equitativa distribución de la tierra, del agua y de los espacios urbanos; buscar un modelo de desarrollo alternativo, integral y solidario, basado en una ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana, que se fundamenta en el evangelio de la justicia, de la solidaridad y del destino universal de los bienes y que supere la lógica utilitarista e individualista que no somete a criterios éticos los poderes económicos y tecnológicos. Por tanto, alentar a nuestros campesinos a que se organicen de tal manera que puedan lograr sus justos reclamos».
Fuente: Homilía de Mons. Bruno Musarò, Nuncio Apostólico en el Perú. En la misa de inauguración del Seminario sobre Industrias Extractivas.