Los metales pesados son un grupo de elementos químicos entre algunos de los cuáles son especialmente peligrosos ya que no son degradables y se acumulan en el organismo de distintos seres vivos. Una explicación detallada de dos de los metales pesados más problemáticos: el plomo y el mercurio.
El plomo ha sido un importante contaminante en muchos hogares a consecuencia, por ejemplo, del uso de pinturas que lo contenían. También de la profusa utilización de conducciones de plomo para el agua potable, entre otras cosas.
La conciencia acerca de sus riesgos ha hecho que desde hace años se prohíba o restrinja su presencia en ésos y otros productos en la UE: gasolina, pinturas, comestibles, juguetes, conducciones, equipos electrónicos, etc.
No obstante, sigue siendo un contaminante frecuente de muchos hogares en los que puede estar presente por diversas razones, entre ellas la presencia de viejas pinturas con plomo que fueron aplicadas antes de los años 80 y que, especialmente cuando se deterioran pueden soltar partículas (así como cuando se realizan reformas, se lijan o raspan paredes, etc.). Además, a pesar de las prohibiciones sobre el plomo en las pinturas en la Unión Europea y otros países, aún se siguen vendiendo pinturas con alto contenido en este metal pesado por todo el mundo por lo que hay que seguir vigilantes cuando se compren pinturas.
También siguen existiendo muchas conducciones de agua de plomo que no han sido sustituidas, cosa que debe tenerse en cuenta.
Por otro lado, una serie de productos presentes en el hogar pueden seguir teniéndolo: cerámicas (como algunas importadas desde naciones sin restricciones sobre este metal), loza vidriada, cristales, algunos plásticos, y por supuesto cosas como juguetes procedentes de determinados países que pueden contenerlo o haber sido cubiertos con pinturas que lo contienen (entre otras cosas no tienen el sello de la Unión Europea)… Y puede estar presente en algunos alimentos, y máxime ante la internacionalización de los mercados ya que ha sido un importante y persistente contaminante del medio ambiente. También podemos hacerlo entrar en casa desde trabajos o tierras contaminadas (a través del calzado, el polvo…). También algunos cosméticos pueden contenerlo.
Es un hecho que incluso en los países que más han trabajado para eliminar la amenaza del plomo este metal pesado sigue estando presente muchas veces a niveles que todavía preocupan.
El plomo es muy tóxico, persistente y bioacumulativo. Genera una gran preocupación en el caso de los niños, que pueden absorberlo varias veces más que los adultos y son muy sensibles a sus efectos.
Una nutridísima literatura científica lo asocia a innumerables problemas sanitarios. Por ejemplo a: reducción de la fertilidad masculina y femenina espermatozoides anormales, necrosis tubular aguda, trastorno de déficit de atención e hiperactividad, neuropatía periférica, trastornos psiquiátricos, convulsiones, graves problemas de conducta, disminución de la coordinación, cataratas, enfermedad renal crónica, deterioro cognitivo, enfermedades coronarias, gota, pérdida de oído, hipertensión , alteración del tiempo de maduración sexual, arritmias, miocardiopatía, derrame cerebral, fetotoxicidad , parto prematuro, retraso en el crecimiento, glomerulonefritis, alteraciones hormonales , caída de la inmunidad, bajo peso al nacer , trastornos menstruales , infarto de miocardio, síndrome nefrótico, porfiria… Y algunos estudios científicos lo asocian además a: esclerosis lateral amiotrófica, Alzheimer, cáncer de vejiga, cáncer cerebral, malfonmaciones cráneo faciales, disfunción eréctil, cáncer de pulmón, neurostenia, osteoporosis, Parkinson, cáncer de riñón, cáncer de estómago, trastornos tiroideos…
Mercurio
A lo largo del tiempo este metal pesado ha sido empleado en cosas tales como baterías, amalgamas dentales, plaguicidas, barómetros, termómetros, desinfectantes, luminotecnia, e incluso como parte integrante de la composición de vacunas.
Compuestos de fenilmercurio se han utilizado en la producción de revestimientos, adhesivos, sellantes y elastómeros de poliuretano. Algunos de ésos usos han sido prohibidos o limitados. Otros persisten. No obstante, parece que la mayor exposición humana a esta sustancia, en la peligrosa forma de metil-mercurio, se da a través de la contaminación de la cadena alimentaria, sobre todo del pescado. Su presencia en los peces tiene su origen en la contaminación ambiental, por emisiones y vertidos desde instalaciones tales como centrales térmicas de carbón o determinadas industrias (industria cloro alcalí que utiliza celdas de mercurio). Otra fuente de emisiones de mercurio pueden ser las plantas incineradoras de residuos.
La Unión Europea ha adoptó en 2005 una estrategia para reducir el problema ambiental y sanitario del mercurio, que ha tenido algunas consecuencias positivas como las restricciones a la venta de aparatos de medición con mercurio, entre otras. También se ha intentado que algunas industrias reduzcan sus emisiones.
A pesar de las medidas emprendidas para eliminar o reducir la presencia de este metal pesado, sigue siendo un serio problema su exposición a través de la alimentación e incluso persisten algunos productos en los hogares que pueden contenerlo.
Puede estar en objetos antigüos, en viejos termómetros, en algunos pigmentos y pinturas viejas, electrodomésticos, detectores de llama, interruptores, pilas botón… También en cosas como bombillas de bajo consumo que pueden liberarlo al romperse.
Aunque en muchos países estén prohibidos, y más con la globalización mercantil, no es raro que puedan encontrarse en el mercado productos que lo contengan, por ejemplo, ciertos blanqueadores de la piel.
No obstante, la principal preocupación en cuanto a la exposición al mercurio es la que procede de la contaminación del pescado (especies como el atún o el pez espada, por ejemplo). Singularmente en países como España, en cuyos habitantes se han medido muy altas concentraciones de este metal pesado. Y preocupan especialmente los efectos que la exposición al mercurio durante el embarazo pueda tener sobre el desarrollo neurológico de los niños (cognitivos, memoria, verbalización…)
Las investigaciones científicas han asociado el mercurio a problemas sanitarios como: necrosis tubular aguda, problemas de comportamiento, bronquitis aguda, parálisis cerebral, deterioro cognitivo (incluye problemas de aprendizaje, problemas de memoria y disminución de la capacidad de atención) / Retraso Mental / Retraso en el desarrollo, dermatitis de contacto, disminución en la coordinación, pérdida de audición, enfermedad de Minamata, neuropatía periférica, neumonitis (hipersensibilidad), trastornos psiquiátricos (desorientación, alucinaciones, psicosis, delirios, paranoias, ansiedad / depresión, labilidad emocional, cambios de humor, euforia), convulsiones, y espasticidad. También bastante buena evidencia de poder contribuir a cosas como: alteración de la proporción de sexos, anemia (incluyendo anemia hemolítica), anemia aplásica, anticuerpos de autoinmunidad, enfermedad renal crónica, malformaciones congénitas , enfermedad coronaria arterial , enfermedad vascular periférica, aterosclerosis, disminución de la visión (incluye la ceguera, la retinopatía, neuropatía óptica), retraso en el crecimiento, fetotoxicidad (abortos , muertes fetales), glomerulonefritis, inmunosupresión, bajo peso al nacer, trastornos menstruales (sangrado anormal, ciclos cortos, largos ciclos, ciclos irregulares, períodos menstruales dolorosos), defectos del tubo neural / malformaciones del SNC, neumonía, y edema pulmonar. Por último también hay algunos estudios que lo han asociado a: enfermedad de Lou Gehrig, tumor cerebral, disfunción eréctil, alteraciones hormonales , hipertensión, infarto de miocardio, síndrome nefrótico, neurostenia, fibrosis pulmonar, reducción de la fertilidad en la mujer u el hombre, cáncer de riñón, esclerodermia y trastornos tiroideos (como el hipotiroidismo).