17 de febrero de 2011
Hanako Tanighuchi
A cinco años de la tragedia en la Mina 8 de Pasta de Conchos en Coahuila, los familiares exigen el rescate de los cuerpos…
PALAÚ, COAHUILA (CNNMéxico) Fermín era mecánico, no carbonero, pero la madrugada del 19 de febrero del 2006 tuvo que bajar a la Mina 8 de Pasta de Conchos para arreglar una carretilla descompuesta, no para sacar carbón. Cinco años después, los restos de Fermín siguen a más de 100 metros bajo tierra, junto con los de otros 62 mineros que trabajaron esa noche.
Daniel Ezquiel, el único hijo de Fermín, ya no se acuerda de su padre. Tenía apenas un año cuando «la mina se tragó a los carboneros». Para que no lo olvide, su madre, María de Lourdes, destina parte de su pensión de viudez –2,200 pesos al mes– a comprar cualquier periódico que publique algo sobre el incidente. Recorta artículos y fotos, y los pega en un álbum con pasta negra.
Ese domingo, pasadas las 2:30 de la madrugada, una supuesta explosión dejó sepultados a 65 mineros que trabajaban dentro de la mina de Pasta de Conchos, Coahuila, en el norte del país. La excavación es propiedad de Grupo México, una de las empresas mineras más grandes del país.
Vicente Fox, el mandatario de entonces, nunca visitó a los familiares ni les envió condolencias. El presidente Felipe Calderón tampoco ha querido reunirse con los más de 300 familiares directos de las víctimas. Después de cinco años, los familiares y alrededor de cinco viudas son los que siguen pidiendo la recuperación de los cuerpos.
María de Lourdes denuncia que hace año y medio dejó de recibir los 420 pesos que el ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, le enviaba para que los hijos de los mineros siguieran estudiando.
Ella vende artículos de bebé para completar sus ingresos y así evitar que su hijo deje de estudiar. No quiere que Daniel Ezequiel sea minero del carbón.
Los motivos del accidente y los argumentos de las autoridades
Hay diversas versiones sobre las causas del incidente que les quitó la vida los trabajadores. Grupo México argumentó que se había generado una explosión en el interior a causa de una bolsa de gas –gas que sale del subsuelo al momento de la extracción de carbón– y que como consecuencia, la temperatura había subido a más de 900 grados. Sin embargo, de acuerdo con las autopsias de los únicos dos cuerpos que fueron rescatados, su muerte fue provocada por asfixia y no por calcinamiento.
Esos dos cadáveres fueron localizados a la altura del diagonal nueve de la mina. Grupo México aseguró que había avanzado a casi 2.8 kilómetros hacia adentro de la mina, pero no había encontrado más restos.
Todavía con 63 trabajadores en el subsuelo, Grupo México decidió suspender el rescate de los cuerpos en abril del 2007. En ese entonces, la empresa argumentó que de acuerdo con un peritaje realizado por ellos, entre el 25% y 75% de la mina estaría inundada y que «posiblemente el agua estaría contaminada con VIH, tuberculosis, hepatitis, que podría contagiar a los rescatistas, sus familiares y poblaciones enteras», según información recabada por la Organización Familia Pasta de Conchos, que ha asesorado a los familiares de las víctimas.
Las extracciones en Pasta de Conchos fueron suspendidas en 2007 a petición de la Secretaría del Trabajo, según la Secretaría de Economía dependencia encargada de las concesiones. Actas de inspección de un par de meses antes del siniestro revelaban que el sistema de ventilación fallaba y que había desperfectos en el equipo eléctrico. Algunos familiares cuentan que los trabajadores se quejaban de una alta concentración de gas.
En febrero del 2007, el gobierno del estado de Coahuila emitió 65 actas de defunción certificadas por un médico forense, aún cuando sólo dos cuerpos habían sido rescatados.
CNNMéxico consultó a Grupo México para conocer su versión los hechos, pero personal de la vocería de la empresa explicó que por políticas internas, se determinó no hablar sobre el tema.
La espera que no termina
Cristina Auerbach, representante legal de los familiares de las víctimas en la Organizacion Familia Pasta de Conchos, explicó que desde 1889 se habían registrado siniestros en las minas de esta región dedicada a la extracción del carbón. A pesar de esto, únicamente en 1889 y en 2006 los cuerpos se dejaron adentro. En el resto de los casos, siempre se han sacado los cuerpos con o sin vida.
Auerbach recuerda que uno de los siniestros más grandes ocurrió en 1969 en el poblado Barroterán. En las minas de Guadalupe murieron más de 160 personas. Al año y dos semanas, ya habían rescatado a todos.
«La pregunta no es si en Chile se pudo hacer y en México no, porque es una pregunta ociosa, porque la respuesta que van a dar es que es diferente porque aquélla es de piedra y ésta es de carbón, y ésta tenía gas y aquélla no. Lo único comparable en ambos es la actitud del gobierno», explicó en entrevista con CNNMéxico.
«Ni Vicente Fox ni Felipe Calderón han querido recibir a las familias y han pedido audiencia. Pero no sólo eso, en toda la región carbonífera siempre se rescata a los mineros. Sólo en Pasta de Conchos no».
En la zona noreste de Coahuila, es común encontrar a gente que tiene a algún familiar minero. Al caminar por las calles de poblados como Nueva Rosita, Palaú, San Juan Sabinas y Muzquiz, se ven pasar a todas horas camiones cargados con carbón recién salido del subsuelo.
Al final de los turnos de trabajo en las minas –alrededor de las 15:00, 22:00 y 6:00– pasan camionetas con hombres que tienen las caras pintadas de negro por el polvo de carbón que les cae durante sus jornadas laborales de hasta 12 horas.
En Coahuila se produce casi la totalidad del carbón del país, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI).
Raúl Villasana, jubilado de 67 años, también fue minero. Trabajó por más de 20 años en las minas del Grupo México. Uno de sus hijos sigue dentro de Pasta de Conchos. Él y su esposa Trinidad han viajado varias veces a la Ciudad de México para participar en plantones frente a Grupo México y la Secretaría del Trabajo para exigir que saquen el cuerpo de su hijo.
«Ahora estuvimos en Gobernación en noviembre y lo que he pedido es el rescate de mi hijo. Yo lo he pedido desde un principio. Porque la mina no es un panteón, ¿verdad? Es para que esté trabajando la gente ahí», dijo.
«Lo que pedimos es que nos lo entregue la empresa y el gobierno para que se haga esa entrega de cuerpos, para que se haga la santa sepultura y llevarle flores, ir a verlo, ir a visitarlo como sus hijas, su esposa, como su hermana, que también tanto me lo han pedido».
Su hijo dejó huérfanos a un niño y dos niñas. La viuda decidió invertir los 750,000 pesos de indemnización que recibió por parte de la empresa para poner su negocio de ropa usada que va a comprar a Estados Unidos.
El padre de María de Lourdes, viuda de Fermín, fue minero también. Don Arsenio sacaba oro negro de la Mina 8 de Pasta de Conchos. Se jubiló un par de años antes de que ocurriera el siniestro.
Dice que pasados cinco años, algunos rescatistas se han atrevido a confesarle que por las noches escuchaban «como ruidos de picos golpeando estructuras de metal». Don Arsenio cree que era el ruido de los últimos mineros vivos.
«Aunque ya después de todo este tiempo no hay forma de que salga algo vivo de ahí», sentenció.
Para gente como Raúl Villasana y don Arsenio, Pasta de Conchos pasó de mina a cementerio la madrugada del 19 de febrero del 2006.