Barrick ya ha invertido 4.500 millones de dólares en este yacimiento. Tres veces más de lo que proyectó inicialmente para Pascua Lama y aún le resta inyectar otros 4 mil millones de dólares más. ¿Cómo el proyecto estrella de la gigante canadiense se convirtió en su mayor dolor de cabeza?
Por Fernando Vega y Catalina Allendes / Ilustración: Ignacio Schiefelbein
Cuando a comienzos de marzo de 2012 el ministro de Minería, Hernán de Solminihac, viajó a Toronto a inaugurar el stand que Chile levantó en la Prospectors and Developers Asociation of Canada, la mayor feria de exploración minera del mundo, su misión no sólo fue dejar bien puesto el nombre del país en ese exclusivo cónclave. Uno de sus objetivos era reunirse con la plana mayor de Barrick Gold, dueña del proyecto Pascua Lama, para manifestarle la preocupación de la administración Piñera por los problemas medioambientales que estaba generando la faena ubicada en la III Región.
Conocedores de la gestión aseguran que ésa fue la primera alerta importante que recibieron los ejecutivos canadienses sobre la gravedad de lo que estaba sucediendo en plena cordillera de Los Andes. Inmediatamente quisieron saber de qué se trataba.
En mayo, la Superintendencia de Medio Ambiente multó con US$ 16,3 millones a Pascua Lama tras una fiscalización a sus faenas en la cordillera de la III Región.
Y con razón, ya que hasta esa fecha, en la frontera entre Chile y Argentina, donde se encuentra el yacimiento, se acumulaban multas, polémicas y procesos administrativos en contra del proyecto anunciado en la década pasada como la mayor y más moderna explotación de oro en el mundo.
En abril del año pasado, un grupo de ejecutivos de Barrick llegó a Santiago desde Canadá para conocer de primera fuente lo que el ministro De Solminihac les había contado a los líderes de la empresa sobre uno de los proyectos más emblemáticos de la minera. Hubo una auditoría interna que arrojó varios errores y desprolijidades, pero la principal conclusión fue haber minimizado las condiciones geográficas de la zona.
Y es que a casi 5.000 metros de altura, con obras que ocupan más de 600 hectáreas y con vientos que a veces superan los 120 kilómetros por hora, en el lugar se registran algunas de las condiciones más inhóspitas para trabajar en la Tierra. En Pascua Lama ha habido semanas enteras en que las faenas quedan paralizadas a la espera de que mejore el tiempo o que se arreglen los caminos. Y a eso, hay que añadir verdaderos retos de ingeniería que han surgido a cada momento, más el manejo de trabajadores y proveedores chilenos y argentinos.
Todos esos errores de cálculo, que llevaron, por ejemplo, a hacer movimientos de tierra que después impactaron sobre los glaciares, sumados a factores externos, como la brutal alza que registró la mano de obra, contribuyeron a que cada día, los problemas se fueran sumando. Y sobre todo, los costos.
Visita relámpago
En julio de 2012, la compañía tuvo que informar al mercado del atraso de al menos un año en la entrada en vigencia del proyecto que, en ese entonces, se calculaba no sin algo de ingenuidad para mediados de 2014. El informe reconocía tácitamente el fracaso de su estrategia de construir por sí misma la gigantesca mina binacional. Y fue ahí que la empresa selló un contrato con las constructoras Fluor y Bechtel para terminar de levantar las instalaciones y recibir la planta llave en mano.
Las acciones de la firma comenzaron a caer. Primero entre 7% y 12%, baja que se fue pronunciando a medida que se conocían las malas noticias. A principios de junio de este año, los papeles de Barrick acumulaban ya una caída anual del 43%, mientras los analistas destacaban cómo se disparaba el presupuesto proyectado. Ésa es hasta hoy una de las mayores interrogantes. ¿Cómo una inversión que se proyectó inicialmente, en 2004, en 1.500 millones de dólares pudo escalar de esa manera?
El caso sorprende, ya que Barrick fue la primera gran minera en venir a Chile a mediados de los 80 con El Indio, y cuando las faenas terminaron, en 2000, realizó un ejemplar cierre de faenas aplaudido por autoridades.
Hasta mediados del año pasado, las obras ya habían consumido más de 3.000 millones de dólares. Y hoy, la estimación de la misma empresa es que el proyecto terminará costando entre 8.000 y 8.500 millones de dólares. A eso se suma, que el pasado viernes 7 de junio, la firma reconoció que probablemente Pascua Lama recién estará lista para entrar en operaciones en 2015, por lo que la cuenta final podría ser aun más elevada.
En 2012, como si el problema de las platas fuera poco, la empresa acumulaba un enorme déficit en su relación con las autoridades y comunidades de la zona. “Pese a todas las fiscalizaciones, la empresa poco o nada hizo ante las irregularidades y faltas”, dijo el entonces gobernador de la provincia del Huasco, Fernando Flores. El lado chileno del proyecto se ubica al interior de ese valle; mientras el argentino se sitúa en la provincia de San Juan.
El discurso de los ejecutivos, que hasta ese entonces estaban a cargo del proyecto, era que la mayoría de las aprensiones eran exageradas. Y por eso, entre otras cosas, el caso se fue enredando cada vez más.
Hasta que en mayo de 2012, se sintieron los primeros efectos. Responsabilizados por los errores medioambientales, el atraso de las obras y el brutal salto en los costos, salieron de sus cargos el gerente general de Pascua Lama, Jaime Aceituno y el gerente de la mina, Sergio Peñailillo. Unos meses después se sumaron a esa lista los directores de proyecto Mike Luciano y Ron Kettles.
En la pasada, también cayó el gerente de Veladero, George Bee, debido a la alta factura que acumulaba la construcción de este otro proyecto de Barrick, ubicado a escasos kilómetros de Pascua Lama, pero por el lado argentino.
La operación relámpago de los canadienses terminó con la promesa de arreglar las cosas. Se abriría una nueva etapa. Y así se lo hicieron saber al gobierno, que no entendía cómo la firma pasaba por esta situación. Barrick fue la primera gran minera extranjera en venir a Chile. Se instaló con El Indio en la IV Región a mediados de los 80 y cuando las faenas terminaron en 2000, realizó en forma voluntaria el cierre de la mina en un proceso aplaudido por las autoridades y mencionado como ejemplo de minería responsable.
El drama del agua
“Pascua Lama partió mal desde el principio”. Así de tajante es la visión de un ex ejecutivo de Barrick que pasó años al interior del proyecto. Aunque hoy, apunta el mismo profesional, parece fácil decir que no había políticas preventivas que evitaran lo que pasó y la crisis con las comunidades, “varios avizorábamos que eso traería graves consecuencias. Estaba claro que había un problema de gestión enorme y la única visión que primaba era avanzar rápido”.
Entrega un ejemplo concreto: la discusión interna que se dio sobre si hacer o no el pre stripping (el destape de la mina) antes de terminado el tratamiento y canales de aguas, como lo exigía la RCA. En la decisión primó el apuro por sacar el proyecto adelante, lo que finalmente vulneró la resolución ambiental y habría desencadenado la contaminación de las aguas y el desborde de los canales de manejo de aguas.
De acuerdo al registro del Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, hasta mayo de este año, cuando Pascua Lama fue sancionada por la Superintendencia de Medioambiente, ya acumulaba multas por 4.950 UTM, desde el 2007 hasta el 2013. Fueron multados por la Dirección General de Aguas, Sernageomin y Vialidad, entre otros.
La autoacusación que no sirvió
Fue en enero de este año cuando se encendió la última alerta. La propia minera lo hizo, al utilizar uno de los recursos que ofrece la nueva ley ambiental: la autodenuncia. No obstante, dice un conocedor del caso, o lo hacían o los sorprendían. Otra vez el clima de la zona y los imprevistos les habían jugado una mala pasada. Hubo lluvias y deshielos que generaron dos aludes que no pudieron ser contenidos. Los sistemas de aguas colapsaron y el agua con material tóxico corrió por vegas y sitios no autorizados.
Con los responsables de los problemas fuera de la empresa y la decisión de solucionarlo todo, las relaciones con las autoridades volvieron a fluir. “Están casi re-compuestas”, reconocen en el gobierno.
La minera trató de evitar que los sedimentos contaminados siguieran cordillera abajo, hacia el valle y los afluentes del río. Sin embargo, no lograron certeza de haberlos contenido del todo. Entonces, la firma decidió acusarse de diversas faltas, sobre todo de no contar con los canales que evitaran que las aguas limpias que caen de los glaciares se juntaran con los afluentes ácidos que salen del botadero donde se deposita el mineral.
La Superintendencia no aceptó la autodenuncia pues consideró que “no era precisa, verídica y comprobable”, como lo señala la ley. Pero, de todas formas, se consideró una atenuante para rebajar en algo la millonaria multa.
Tras conocer la autoacusación, un grupo de fiscalizadores de SAM viajó directamente a Pascua Lama, donde literalmente acamparon durante tres días, verificando cada uno de los daños provocados. Ahí registraron, incluso con instrumentos georeferenciales, que los canales construidos ni siquiera estaban ubicados donde lo exigía la RCA.
En el proceso, fueron llamados a declarar el propio Guillermo Calo, presidente de Barrick para Sudamérica, y el director adjunto y abogado de la compañía, José Antonio Urrutia.
Descabezar el proyecto
En abril de este año, en medio de la formulación de cargos de la debutante Superintendencia de Medio Ambiente (SMA) y la previa paralización de obras por parte de la Corte de Apelaciones de Copiapó, la canadiense decidió descabezar el proyecto.
Salieron de sus cargos el presidente continental, el argentino Calo; el director general para Sudamérica, Robert Mayne Nicholls y el vicepresidente de asuntos corporativos, Roberto Jiménez. A ellos, se sumó luego el peruano Igor González, jefe de operaciones encargado de liderar la puesta en marcha de Pascua Lama.
Según fuentes ligadas al proceso, habrían sido el propio Hernán de Solminihac y la ministra del Medio Ambiente, María Ignacia Benítez, quienes, tras reunirse en al menos dos ocasiones con la empresa, les solicitaron un gesto potente que reflejara un cambio de actitud frente al proyecto. En una de esas reuniones estuvo el ex jefe de Economía, Pablo Longueira, quien fue enérgico en exigir un cambio. Y soluciones.
Aunque en el gobierno niegan que se haya pedido la cabeza de alguien, reconocen que la relación con los ejecutivos de la empresa era mala. Que había tensión, desconfianza y mucha molestia sobre todo por la “liviandad” y “soberbia” con que a juicio de La Moneda, Barrick estaba enfrentando la situación. Por eso, primero en las reuniones cara a cara –y después a través de múltiples comunicaciones– se le hizo hincapié a la compañía en la necesidad de hacer bien las cosas. El mensaje era claro: no se le dejarían pasar más errores.
La Moneda llevaba meses monitoreando el tema, que ya había sido identificado como un nuevo flanco de conflictos. Tanto los ministerios de Economía, como Interior, Minería y Medio Ambiente analizaron la situación en más de una ocasión, en diversas reuniones, reconocen en el gobierno.
Por eso, cuando en mayo de este año la empresa fue multada y obligada a paralizar, todas las autoridades salieron al unísono a aplaudir la medida. Barrick recibió la mayor sanción por problemas medioambientales que se haya aplicado en el país: 16,4 millones de dólares. Poca plata, para tan millonario proyecto, pero como sanción llevaba implícita una señal ejemplificadora.
Se trataba además de la primera multa cursada por la SMA desde su debut el 28 de diciembre de 2012, lo que la hizo aparecer desde un principio como un ente vigoroso. Y severo.
Del mismo tono fue la conversación que durante su visita a Canadá hace dos semanas, tuvo el presidente Sebastián Piñera con el presidente de Barrick Gold, John Thornton, quien al término del encuentro dijo que la paralización le parecía “justa y correcta”, comprometiéndose a corregir lo antes posible las falencias detectadas.
El encuentro con Thornton fue agendado antes de que el jefe de Estado viajara a Norteamérica. Se eligió que fuera durante el almuerzo con los empresarios en Toronto para que pudiera ser público, reconocen en el gabinete.
Hombre clave
Con los responsables de los problemas en la cordillera fuera de la empresa y la decisión de solucionarlo todo, las relaciones con las autoridades volvieron a fluir. “Están casi recompuestas”, reconocen hoy en el gobierno.
En ello, han tenido un rol clave dos ejecutivos, que curiosamente comparten un pasado común: ambos trabajaron en Antofagasta Minerals (AM), la firma de los Luksic que en el mundo minero es considerada como una empresa ordenada, quizá menos ágil que Barrick, pero sobre todo, muy metódica.
Se trata de Marcelo Awad, ex presidente ejecutivo de Antofagasta Minerals y Eduardo Flores, ex gerente general de El Morro, de Xstrata Copper y que, entre 2006 y 2008, estuvo a cargo del proyecto Tethyan en Pakistán.
Marcelo Awad se incorporó a Barrick como director adjunto con la misión de aportar su experiencia a la resolución de los conflictos y contención de costos; mientras que Eduardo Flores llegó para liderar la puesta en marcha del proyecto. En el mercado, este ingeniero eléctrico e industrial de la Universidad Federico Santa María es reconocido como un ejecutivo altamente capacitado. Sobre todo, por su rol en el proyecto El Morro que, a pesar de haber sido paralizado por la justicia, jamás puso a la empresa en contra del Estado o las comunidades y resolvió el problema del aumento de costos.
Otro hombre clave en el proceso es el abogado de Barrick, José Antonio Urrutia. Fue él junto a Flores quien se reunió a fines de marzo con los ministros De Solminihac y Benítez para explicar la nueva hoja de ruta de Pascua Lama: más transparencia en torno a los procedimientos de construcción del yacimiento, diálogo continuo con las autoridades y el acatamiento de las resoluciones ambientales.
Durante la conversación, el gobierno también le hizo ver a la compañía su preocupación por el impacto económico de la paralización del proyecto en la zona de Huasco y Vallenar.
La gran misión de este equipo es sacar adelante el proyecto, echar a andar el plan de trabajo de 29 millones de dólares que exige la Superintendencia para evitar nuevos daños medioambientales a futuro y comenzar a extraer el mineral para comenzar a recuperar la millonaria inversión. Claro que al interior de la compañía, saben que no será una tarea fácil. Ni rápida.
El viernes 7 de junio la compañía entregó a la SMA el plan de trabajo de las obras que la entidad le solicitó para poder reactivar sus operaciones. En su informe, Barrick reconoce que podría demorar 18 meses, entre la misma ejecución de las labores y la obtención de los permisos.
Porque además de reparaciones, mitigaciones y construcciones, la compañía reconoce que su gran problema es el manejo de agua. Por eso, deberá pedir algunos cambios o correcciones en sus permisos medioambientales. Para ello, hace algunos días fichó entre otros, al ex jefe de evaluación de impacto ambiental de la Comisión Nacional del Medio Ambiente, Pablo Daud.
Y se esperan nuevas rectificaciones a otras áreas del proyecto como la línea de alta tensión, que en algunos tramos no se ajusta a las coordenadas para las cuales se solicitó autorización. Son 130 kilómetros de torres en terrenos de difícil acceso y que incluso tuvieron que ser instaladas con la ayuda de helicópteros, pues en muchos casos no había forma de acceder por tierra.
La decisión, en todo caso, es sacar el proyecto adelante. Desde Canadá vino la orden de ponerse al día, dar la cara y hacer las cosas correctamente. Y, por lo menos hasta ahora, el gobierno considera que las cosas van bien encaminadas. •••