Víctor M. Toledo
¿Puede un presidente neoliberal criticar de fondo la economía neoliberal?
De entrada la respuesta es negativa. Nadie puede poner en práctica un conjunto de ideas y al mismo tiempo ponerlas en duda. Sin embargo, en su afán de convertirse en presidente verde” Felipe Calderón acaba de realizar un acto mágico de “congruencia incongruente” y durante la inauguración del Centro de Desarrollo Sustentable, un proyecto del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la organización estadunidense Climate World, y los gobiernos de México y Dinamarca, asentó que el modelo económico se ha seguido a costa de una desigualdad creciente y de una dramática degradación del medio ambiente. No se sabe si Calderón se hizo públicamente un harakiri, escupió hacia arriba o pronunció su discurso frente a un espejo. Lo que sí se hizo patente es que su habilidad cosmética le ha permitido llegar lejos en su intento por ser identificado como un presidente ecologista, a pesar de que su mandato ha establecido nuevas marcas de depredación ambiental y de desigualdad social.
El año pasado el mismo PNUMA le otorgó en Nueva York el premio Campeón de la Tierra (ver mi artículo en La Jornada, 27 de mayo, 2011), y ahora el científico hindú Rajendra K. Pachauri, el presidente del panel sobre el cambio climático, le entregó el premio del Liderazgo para Desarrollo Sustentable. ¿Sabrá el doctor Pachauri a ciencia cierta lo que ha hecho Calderón en estos casi seis años? Al igual que le ha sucedido al doctor Mario Molina, cuya ingenuidad aumenta al mismo ritmo que las anomalías climáticas, el doctor Pachauri fue engañado por la retórica presidencial. ¿Qué ha hecho en términos ambientales el gobierno de Calderón, además de enviar a la pobreza a 13 millones de mexicanos y dejar sin empleo a otros 700 mil? Podemos, en síntesis, registrar los siguientes impactos.
La primera contribución del calderonismo al verde atardecer mexicano es la minería a cielo abierto. Su gobierno ha otorgado concesiones y permisos a casi 200 compañías canadienses, inglesas, estadunidenses y mexicanas, que se llevan oro, plata, cobre y otros metales prácticamente gratis, afectando y usurpando territorios comunitarios y utilizando métodos altamente contaminantes. Las emisiones tóxicas de la minería constituyen 70 por ciento del total, principalmente plomo, ácido sulfhídrico, cadmio, cromo, níquel y especialmente cianuro. Hoy, las concesiones mineras alcanzan una superficie de más de 50 millones de hectáreas (la cuarta parte del territorio de México). ¡Lo que las mineras han extraído en esta década equivale a todo el oro y a la mitad de la plata extraída por la Corona española en 300 años! ¿Le mantenemos los premios a Calderón?
El segundo aporte tiene que ver con los proyectos megaturísticos que se permiten en varios puntos de las costas mexicanas y que han acabado con 75 por ciento de los manglares. Cabo Pulmo en Baja California Sur es el más reciente, un proyecto tolerado por la Semarnat. Aquí no es posible dejar de señalar, de nuevo, un hecho inolvidable y paradójico: la sesión central de la cumbre de Cancún en diciembre del 2010 fue realizada en un majestuoso hotel que, violando la ley ambiental, fue construido sobre una zona original de manglares protegidos. En tercer lugar están las energías. A pesar de que el petróleo de México se acaba en una década, el gobierno ha hecho muy poco para establecer una política de transición hacia energías renovables. Incluso el uso actual del petróleo se realiza bajo prácticas irracionales como el mantener un diesel y combustóleo de baja calidad, caros y con muy altos niveles de azufre, un fenómeno que se ha eliminado en Europa, Japón, China e India. El azufre contamina el aire de las ciudades.
Otro tema es el de los proyectos inmobiliarios que se reproducen y expanden por todo el país sin planeación alguna. Otro más es la predilección gubernamental por la agricultura industrial de monocultivos y orientada a la exportación, basada en agroquímicos, pesticidas, el despilfarro del agua y los altos costos energéticos. Se invierten miles de millones de pesos en apoyos a ese tipo de agricultura. No ha habido un solo intento o programa por incentivar, favorecer o fortalecer la agricultura ecológica para la autosuficiencia alimentaria. Todos los proyectos de agroecología del país han tenido que avanzar a pesar del gobierno de Calderón. Finalmente debe citarse el caso trágico del maíz transgénico que las corporaciones (Monsanto, Syngenta, Dupont, Dow) intentan desde hace una década introducir en México en complicidad con las oficinas gubernamentales. Frente a ello, la resistencia campesina crece y se expande por numerosas regiones del país y los científicos demuestran con hechos contundentes que todo el territorio mexicano es centro de origen y diseminación del maíz, emblema civilizatorio. La contaminación genética también alcanzaría la producción de miel. En la península de Yucatán, 25 mil familias de apicultores mayas están amenazadas por los transgénicos: su miel se exporta a Europa, donde se exigen productos genéticamente limpios.
Como sucede en muchos países, en México la cosmética verde se ha vuelto una práctica frecuente. Corporaciones, empresas, gobiernos y elites científicas se hacen la corte de manera recíproca, se conceden premios, se hacen cómplices, inventan espectáculos, guardan silencio y terminan formando parte de un círculo perverso o falso. Aquí destacan los científicos mexicanos, principalmente ecólogos de la UNAM, Instituto de Ecología, Universidad Veracruzana y otros, que se han prestado para avalar y aprobar técnicamente muchos proyectos que destruyen recursos, contaminan o afectan la biodiversidad.
¿Puede un presidente neoliberal pintarse de verde? Imposible. La causa primera y última de la crisis ecológica de escala global, incluido el cambio climático, ha sido el modelo dominante que busca mercantilizar los procesos naturales. La economía es verde por el color de los billetes que se vislumbra acumular (S. Ribeiro). No hay pues “desarrollo sustentable”, sin una transformación radical de valores; sin que se cambie la lógica de acumulación de capital y se supriman los mecanismos de voracidad insaciable que caracterizan al neoliberalismo. El caso de Calderón es un ejemplo de cinismo o de esquizofrenia. El maquillaje lo revela.
Twitter: @victormtoledo