María Aranzazú Ayala
El problema para los habitantes de Tetela no es la minería en sí, sino la explotación a cielo abierto.
Don Felipe dice que tomemos una foto panorámica de La Cañada, comunidad de Tetela de Ocampo, y que le pongamos como pie: Este es el pueblo que quiere destruir Slim.
Tetela en náhuatl significa abundancia de cerros, lugar de los montículos con tesoros enterrados. Antes de llegar a la localidad entre las montañas de la Sierra Norte de Puebla, con un camino lleno de curvas constantes y una fuerte presencia de neblina, ya se ven los letreros en pequeñas cartulinas de colores fluorescentes: “Tetela dice no”, “Sí a la vida, no a la mina”. En la entrada del pueblo ya se ven pocos, pero es porque los arrancan, dice Don David, uno de los opositores a la minera a cielo abierto.
La Cañada está a aproximadamente dos horas y media de la capital del estado de Puebla. Es un lugar minero de tradición, sus montañas, enormes y verde oscuro coronadas por la neblina que baja y rocía las fértiles tierras donde crece durazno, limón, aguacate, berenjena y café, son ricas en minerales, especialmente en oro y plata.
Desde hace siglos las vetas se han explotado mediante túneles. Todavía están las entradas de algunos dentro del monte, la boca de los caminos que surcan por dentro los cerros exhalan un aire frío que refresca del fuerte sol de mediodía.
El problema que existe en Tetela no es la minería en sí, sino la explotación a cielo abierto. Varios ciudadanos se han unido en un frente común, “Tetela Hacia el Futuro” con la campaña “Tetela dice no”, en rechazo a este tipo de explotación.
Todo comienza en los manantiales de San Cristóbal, que abastecen de agua a varias comunidades. La salida de agua está cubierta por una especie de caja de piedra, como una alberca tapada que tiene al inicio, en la parte superior, un altar. Son tres nichos con arcos azules, en el central hay una Virgen de Guadalupe, y frente a éstos hay una mesa de piedra, como una pequeña iglesia donde cada 3 de mayo, Día de la Santa Cruz, se celebran misas. Antes el manantial no estaba cubierto, sólo contenido, pero desde hace unos tres o cuatro años lo techaron; los habitantes de cada una de las comunidades a las que da agua el brote de las montañas se encargan de su propia tubería y distribución, cuidándolas y dándoles mantenimiento.
Bueno, este es el río Papaloateno. Bueno, corrijo. Aquí son los manantiales de San Cristóbal, los cuales abastecen de agua… a Tetela, Zoyatitla, Tamoalco, Juárez, esas comunidades. Este río, se comunica, el río Papaloateno se comunica o se une… con el río de Zitlalcuautla, y así otros sucesivamente se van uniendo otros ríos hasta llegar lo que es el río Tecolutla, el cual desemboca en lo que es el Golfo de México a la altura de Tecolutla. Don Felipe explica ceremonioso con su voz dura que suena a que alguna vez fue muy grave. A pesar de rodear los 80 años está entero, camina montaña arriba y abajo, cuenta chistes y sabe todas las historias de su comunidad, La Cañada, de la cual dice es el tercer más viejo. O cuarto, o quinto, se pone a hacer cuentas; tiene un pantalón café con la línea de planchado bien marcada y una camisa rayada. Al preguntarle a qué se dedica dice que a cosechar recuerdos y se ríe, pero tiene una casa a la orilla del río donde los fines de semana vende antojitos.
El río es de una claridad impresionante. El agua del manantial es pura: más tarde, al final del recorrido, en la casa del hermano de Don David ofrecen tomar un poco para comprobarlo y él va por un poco. Esa agua estaría repleta de cianuro si se explotara la mina a cielo abierto.
Desde el manantial caminamos cerro arriba, donde ya hay una reja con un candado, y no se puede pasar. Don David, de ojos amables, camisa fajada, cinturón vaquero y pantalón oscuro, explica que esas ya son tierras de la mina. Más arriba está una de las antiguas entradas a los túneles, es difícil llegar porque la maleza ha crecido por las lluvias pero sigue ahí, ahora tapada. Por donde pasamos, debajo, estaban los rieles para transportar dentro y fuera de la mina La Espejera, que ahora quiere explotar la minera Frisco, propiedad del hombre más rico de México y del mundo: Carlos Slim.
12 mil kilos de cianuro
¿Y si llegaran a utilizar según por la cantidad de toneladas que quieren pulverizar, si llegaran a utilizar las 40 toneladas diarias de cianuro, qué efecto…?
Don David no puede siquiera terminar de preguntar. Don Humberto, Don Beto, lo interrumpe y su voz temblorosa sube de tono. ¡Ah caray! Es muchísimo…El cianuro es, es un veneno muy fuerte. Agarra uno así, y lo prueba uno, y se cae uno. Ese no, no perdona. Se ríe en las últimas palabras. Sí… no perdona.
Don Beto tiene 83 años. Tiene los ojos muy claros y las manos engarrotadas, con los huesos de la muñeca abultados, como protuberantes. Usa camisa color crema y un sombrero, y se apoya con un bastón porque el pie derecho está algo chueco, camina muy lento pero pisa con firmeza, al contrario de su voz que ya tiembla por la edad. Es de los mineros más antiguos, los que quedan en La Cañada, y trabajó en la mina La Espejera, la que quieren explotar, desde 1956 hasta 1982, mismo año en que Frisco entró a la zona.
Yo trabajé con cianuro, y trabajé por flotación, y trabajé por fundición, yo me las sé todas. El metal de acá es muy rebelde, no es igual al … de Pachuca, a otros minerales por’ai. No fácil se le quita la laya a la piedra. Por ejemplo en Pachuca trabajaban por cianuración, pero ahí le echaban medio kilo de cianuro por tonelada, con eso era suficiente. Aquí no, aquí hay que echarle kilo y medio, y no le quita todo, se queda con la mitad.
En una entrevista que dieron los representantes de Frisco, que cita Don David, dijeron que pretendían explotar ocho mil toneladas diarias. Haciendo las cuentas, se estarían utilizando cada día 12 mil kilos de cianuro que irían directo al agua de los manantiales, al agua transparente que parece salida de una fotografía retocada, de un paisaje virgen en la selva africana, pero no, es en la Sierra Norte de Puebla.
Una mina a cielo abierto empieza con una exploración: la empresa pide al gobierno un permiso de exploración y si determina que hay suficiente oro para trabajar en el lugar pide entonces un permiso de explotación.
Si la roca con oro está en la superficie se construye una mina a cielo abierto o a tajo abierto: primero se cortan todos los árboles y se raspa la capa vegetal dejando descubierta la roca. El oro está metido en la roca en pedazos sumamente pequeños, que no se ven a simple vista. Para sacar las partículas del metal primero se afloja la roca utilizando dinamita o maquinaria pesada; luego se carga el material y s pasan por un primer molino para afinarlo, luego a un segundo molino donde queda como polvo que después se mueve a tanques donde se forma una mezcla pastosa. Esta mezcla se vierte en los patios, previamente excavados, con plásticos en el fondo: encima se pone la mezcla y por varios días o meses, dependiendo del tamaño del cúmulo, se le rocía agua con cianuro. “Un poco de cianuro del tamaño de un grano de arroz es suficiente para matar a una persona”.
No sólo está el envenenamiento del agua con el cianuro, que tiene efectos secundarios en las personas que la toman: también hay fuertes consecuencias de cortar el cerro en rebanadas, además de que los montes quedan lisos, color arena, y tardan años en recuperarse de la tala y excavación. Don David señala una parte del cerro, pide que nos fijemos bien en cómo está, verde pero con un poco menos de árboles que el resto, y después nos enseña una fotografía vieja del mismo pedazo. Es de cuanto todavía estaban trabajando esa parte, el monte se ve seco, tardó años en recuperarse y eso que era por túneles, no a cielo abierto.
Este… éstos, le tienen que abrir a máquina, un gran pedazo. La tierra que saquen a dónde la van a echar, al río. Porque, el río pasa en medio. Cerro para allá, cerro al frente y cerro del otro lado, entonces tienen que’charla a fuerza al río, y el día que llueva fuerte, ¿qué va’cer el río? Hace barbaridad y media. Porque en los ciclones pasados, que han pasado… el agua escurre de los cerros y se sale de los manantiales, NO CABE en la ventana del puente. ‘Ntons por eso el río abrió de este lado y pasó, ‘ntons quiere decir que es mucha la cantidad de agua.. y limpia el agua se le puede decir ahí ‘state, pero sucia no. Tiene mucha fuerza, to’o lo que encuentra, to’o se lleva, acaba el agua, sí, entonc’s pues, est’s así como quieren trabajar pues, yo lo veo mal. Don Beto se preocupa de que con las lluvias, que fueron especialmente fuertes este año, el cauce del río con tierra se convierta en un lodazal que dañe La Cañada.
En casa de Félix, hermano de Don David, ponen un video hecho por Difusión Cultural de la UNAM del daño que causa la explotación minera en tajo a cielo abierto en San Luis Potosí; ese y otros dos videos que explican cómo funciona una mina a cielo abierto los empezaron a mostrar a las personas de la comunidad para que se informaran, y ya informados tomaran sus propias decisiones. Félix dice que no están en contra de los trabajadores que viven de la mina, sino a lo que este tipo de explotación le hará a la comunidad. Como la mayoría está acostumbrada a las minas, no creen que esta iniciativa sea diferente, pero si se hace a cielo abierto acabaría con la naturaleza y contaminaría a los habitantes. Los primeros en ser afectados serán todos los que viven en La Cañada, y en Tetela, pero la devastación llegará paulatinamente a otros lugares de la región, del estado y de otras entidades, contaminando hasta Veracruz.
Don David, con el sombrero puesto y caminando en el sendero de piedras de río, señalando hacia un pequeño lago, dice que los fines de semana ahí van las familias a recrearse y a pasar el tiempo.
Entonces, pues, este, una vez que se destruya esto, nooombre no, Dios nos libre de que nos quiten este paraíso, porque yo lo llamo paraíso.