Representan ahorros para empresas formales y pocitos: Familia Pasta de Conchos
México, DF. Su bajo peso y estatura les permite introducirse fácilmente en tiros de minas de carbón, en una especie de cubos, a varios metros de profundidad; laboran de ocho a 12 horas por jornada y reciben la tercera parte, o menos, del pago de un adulto. Son los niños mineros que abundan en la región carbonífera de México, que sin protección alguna, con pagos miserables y sin oportunidades de estudiar, arriesgan sus vidas por necesidad económica.
Aun cuando oficialmente se minimiza el problema de los infantes mineros, la Familia Pasta de Conchos (FPC) estima que en aproximadamente 18 por ciento de los yacimientos de carbón laboran menores de edad. Este dato «es alarmante, porque demuestra, entre otras cosas, que son contratados por pequeños productores», señala.
Por la forma en que están ubicados los pocitos –donde más los contratan, aunque también en empresas formales-, «es fácil esconder a los niños cuando los inspectores se acercan o se les da el pitazo de que los han visto en la zona».
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló en el Día Mundial contra el Trabajo Infantil que de los 3.5 millones de niños que laboran en el país, cerca de 600 mil lo hacen en actividades riesgosas, como el campo, la minería y la construcción.
En este sentido, México no ha ratificado aún el convenio 138 de la OIT sobre la edad mínima de admisión al empleo; sin embargo, la Secretaría del Trabajo indicó que ya se ocupa del tema y pronto el gobierno ratificará el acuerdo internacional, pero ha argumentado además que la reforma laboral contiene diversas regulaciones que sancionan el empleo de menores.
La realidad es que se siguen contratando niños en la región carbonífera del país, prácticamente en condiciones de esclavitud y en labores que les provocan daños físicos permanentes, según la FPC.
Víctimas de mutilación y muerte
Esta organización denuncia que los menores de edad también son víctimas de mutilaciones y muerte en los siniestros mineros, como el ocurrido en el pocito 3 Ferber de la empresa Binsa, donde se constató que laboraban varios menores de edad y jóvenes de 19 años tenían tres trabajando en la compañía sin registro en el Seguro Social y con salarios sustancialmente más bajos que los normales. No obstante, el gobierno de Felipe Calderón señaló que sólo un menor, Jesús Fernando Lara, trabajaba en esa mina por «periodo vacacional».
«El trabajo de los menores, además de bajar los costos de producción, permite que los niños y jóvenes que no han alcanzado la estatura de un adulto se desplacen fácilmente dentro de los pocitos, que suelen tener 1.5 metros de altura. Por lo barato de su mano de obra y por su estatura, son una buena opción para los poceros», establece FPC en su quinto informe.
En tanto, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos emitió el informe especial sobre las condiciones de seguridad e higiene en la zona carbonífera de Coahuila, en el que estableció que menores y adolescentes continúan trabajando en minas pequeñas y de tipo artesanal, incluso en yacimientos abandonados que carecen de permiso para operar, en labores como extracción, transporte y limpieza de minerales.
El documento detalla que los niños trabajan en condiciones deplorables, con jornadas excesivas y a temperaturas extremas, manejan maquinaria pesada y herramientas sin protección y entran en contacto con productos químicos que en muchos casos dejan secuelas físicas irreparables.
La OIT estima que en el mundo cerca de un millón de menores de cinco a 17 años realizan actividades mineras y de cantería. Los niños deben afrontar un trabajo duro y peligroso y prescindir del acceso a la escolarización, la sanidad u otras necesidades básicas, por lo que se han puesto en marcha programas experimentales con ayuda de esta organización mundial para erradicar dicha forma de trabajo infantil.