«La aprobación del Morro es absolutamente ilegal e inconstitucional porque viola derechos fundamentales», expresó Nancy Yáñez, abogada co directora del Observatorio Ciudadano quien acompaña a la Comunidad Diaguita Los Huascoaltinos desde hace varios años en la lucha por la defensa de su territorio.
La especialista en derecho indígena manifestó su indignación ya que esta fue «una estrategia construida para decir que la comunidad renunció a su derecho a la consulta… lo que es básicamente una maquinación política del gobierno destinado a impulsar el proyecto El Morro».
Anunció eso sí que «la comunidad iniciará todas las acciones legales para paralizar el proyecto», porque crea un precedente muy negativo para los pueblos indígenas que habitan en Chile y que deben enfrentarse a un proceso de consulta totalmente manoseado por el Estado.
Yáñez narró que «los Huascoaltinos fueron enfáticos en declarar que la consulta era irrenunciable, pero que necesitaban las garantías necesarias para realizar el proceso de consulta». Así fue como los Huascoaltinos solicitaron seis meses para realizarla, pero el gobierno a última hora anunció que solo tenían una semana para realizar el proceso, y como se negaron, por considerar que no estaban las garantías mínimas, el gobierno consideró que ellos no habían querido participar del proceso y aprobó el proyecto de la minera Gold Corp, contraviniendo el espíritu del Convenio 169 de la OIT firmado y ratificado por Chile.
La abogada denunció que el Ejecutivo presionó constantemente al pueblo huascoaltino, ya que El Morro junto al gobierno realizaron proyectos conjuntos (como un programa de prevención del cáncer de mamas y otro ambiental sobre reciclaje de pilas). Todo eso financiado por la empresa para sensibilizar a los habitantes del territorio y, fomentar división. Esto último, sustentado en las múltiples comunidades indígenas que en el último tiempo se han creado, muchas de ellas, proclives a negociar con las mineras.
Para Nancy Yáñez, con esto vemos que «en Chile hay ciudadanos de primera y segunda clase, y eso no se puede tolerar. El llamado es a que las comunidades no se dejen pisotear y que denuncien», manifestó al cierre de la entrevista exclusiva realizada en Semillas de Agua.
Maldita enfermedad
Juan Carlos Villarroel, ex trabajador de Pizarreño entre los años 1971-1981, participó del lanzamiento del libro Fibras Grises de Muerte: El silencio del mayor genocidio industrial en Chile, narró muy emocionado su experiencia ante el público que desbordaba en el Archivo Nacional este martes 22 durante el evento.
El ex dirigente expresó que recuerda a todos sus amigos, pero que «me faltaría un poco más de tiempo para acordarme de todos aquellos… Astorga, Hiriarte, Carlos Prieto, Tito Prieto, una familia que ha sufrido mucho… Becerra, en este momento se me van algunos nombres… se me van porque aquí hay un culpable directo, que todos conocemos que es Pizarreño, por su poca precaución en el manejo del asbesto y la mutual por su poca capacidad de atender a quienes tenemos esa maldita enfermedad».
Además, espetó que «nos mintieron con cosas sociales. Nos entregaron casas, nos dieron regalías sociales, vacaciones, nos ayudaron… nunca se hizo prevención en Pizarreño sobre el tema principal del asbesto. Nunca se nos dio a conocer a nosotros. Nunca nos dieron a conocer los peligros de esta maldita enfermedad».
Mostrando Diplomas de Honor entregados por Pizarreño de «Primeros auxilios», «Prevención de accidentes del trabajo» y otros, manifestó que si bien esos eran los cursos que hacían, no tenían idea de la enfermedad, pero «cuando empezaron los primeros compañeros con esta enfermedad tirarlos para arriba, para abajo, de un lado para otro. El tercer piso de la Mutual era el piso de pizarreño, pues ahí llegaban todos».
El ex sindicalista explicó que es probable que él tenga la enfermedad, porque aparece treinta o cuarenta años después, «pero estoy dispuesto a seguir levantando esta cruzada que la están levantando los jóvenes, a veces nos quedamos dormidos, nos faltan fuerzas, pero aquí, a través de este libro se va a crear la fuerza necesaria. Los familiares… me afecta bastante… mi suegro murió de asbestosis muy joven… 59 años… y mi cuñado Eduardo Miño Pérez se inmoló frente a La Moneda en un acto de denuncia… el libro lo dice: un acto de denuncia de poder gritar a los cuatro vientos «qué hacemos», «escúchennos, mi alma que desborda humanidad, ya no soporta tanta injusticia».
Todo eso y mucho más en Semillas de Agua.