Por María Gilma Arrocha
¿Por dónde saldremos, Panamá? ¿Cómo escaparemos de la nube cuando llegue, si lo permiten, si así lo piensan y lo ejecutan los altos mandos sin un mero entendimiento de lo que está pasando?
Siglo XXI, desde hace 50 años la vida en la Tierra ha estado cambiando. Nuestro planeta ahora refleja nuestros actos, y aunque si bien hay sol y hay lluvia, y aún hay verde; hay animales que ya no existen, y no es suficiente reeditar la enciclopedia, para actualizar los cambios, ahora se hace necesario entender lo que hemos hecho.
Amén, señor Presidente, por los cambios implementados en la educación. La educación se hace el móvil de la liberación. Información, igual poder y poder de pensamiento.
Esto nos acerca al entendimiento. Si fomentamos el pensamiento, no podemos fomentar la destrucción. Si impedimos que otras personas perturben nuestros actos al irrumpir las calles, no podemos permitir e incentivar que otros destruyan nuestra casa.
¿Minería en el siglo XXI? Un pozo de petróleo que por la clara negligencia del nulo interés sigue devastando los mares, llenándolos de muerte y destrucción. No es en nuestra patria y nos afecta, es la Tierra una unidad y debemos aprender. ¿Cómo traer lo viejo a lo nuevo? ¿Cómo enterrar el progreso bajo un manto de dolor?
La minería es una actividad obsoleta frente a un país que bulle económicamente y con una riqueza natural que excede en creces los beneficios económicos que pueda dar la minería. En Panamá no hace falta dinero, sino corazón y verdadera inteligencia que va ligada a lo anterior.
Hasta entonces, como Federico García Lorca, me refugio en la poesía, y en la voluntad de rehusarme a ver la sangre sobre mi tierra: ¡Que no quiero verla! /Dile a la Luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla!/ No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza; ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta./¡Quién me grita que me asome!/¡No me digáis que la vea.