Los periodistas publican ‘La guerra que nos ocultan”, donde exponen también contradicciones en los resultados de la investigación por la muerte de Julio César Mondragón Fontes.
entrevista la guerra que nos ocultan.
En octubre de 2014, Francisco Cruz, Félix Santana y Miguel Ángel Alvarado, estaban trabajando alrededor de las matanzas ocurridas en Tlatlaya y en la normal de Ayotzinapa.
Por separado los periodistas descubrieron puntos de coincidencia en sus investigaciones, fue entonces cuando se propusieron escribir un libro en conjunto, fue así como nació La guerra que nos ocultan (Planeta).
“Encontramos muchos cabos sueltos y concluimos que las autoridades nos estaban mintiendo abiertamente”, apunta Francisco Cruz para Aristegui Noticias.
Sus investigaciones partieron de retomar el caso de Julio César Mondragón Fontes, el joven encontrado muerto en Iguala el 27 de septiembre y que según la versión oficial murió torturado. “Él es el gran olvidado, dentro de los normalistas desaparecidos. Todo mundo le presta atención a los 43 y está bien, pero el crimen de Julio César es atroz: captura, tortura y desollamiento”.
Entre los cabos sueltos encontrados por los reporteros, destaca un teléfono celular que era propiedad del joven. El móvil y sus registros no fueron incluidos dentro de los reportes entregados por la Procuraduría General de la República al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).
Los periodistas tuvieron acceso al detalle de las llamadas y rastrearon el sitio en que fueron realizadas. “Las coordenadas lo ubican en distintos ligares, además hay registros de llamadas entre el 24 y el 26 de septiembre, día en que los normalistas entran a Iguala. “Es un hombre muerto pero con un teléfono que registra y cuenta una historia. Nosotros no descubrimos el hilo negro, sólo seguimos su ruta”.
Para Miguel Ángel Alvarado, La guerra que nos ocultan, “cuenta la historia de la represión en el país. No sólo es un libro sobre Julio, sino sobre los abusos en Guerrero.
El interés de los mineros
Su investigación apunta también al negocio de la minería. “Devasta a los pueblos, hasta ahora, el caso Ayotzinapa no se había conectado con las mineras. Sin embargo es un pueblo que a la luz de los hechos se convierte en un gran centro de reunión de todos los efectos por estas empresas. Los líderes antimineros de la región están muertos gracias a que las mineras trabajan de manera informal con el crimen organizado”.
A decir de los investigadores, las tierras que ocupan para la extracción de minerales son las mismas que se crimen utilizan para sembrar droga. “Las empresas tienen el amparo de las fuerzas armadas y del propio gobierno de México, quien les garantiza la extracción”
El 70% de las mineras que explotan los yacimientos en México son canadienses. Abunda Francisco Cruz: “La historia reciente empieza en 2000 y los términos son brutales. Se sabe de una mina que tiene 60 millones de toneladas de oro, mismas que se extraen para refinarlas con uranio y titanio. Lo mismo sucede en Sonora, Chiapas, Oaxaca y Tamaulipas. En este país la minería es un negocio para todos menos para la gente que vive en las comunidades”.
Con su libro, los periodistas dan un enfoque distinto a lo sucedido en Iguala. “Nadie había puesto la mira en estos elementos. Cerca de Ayotzinapa se han descubierto los mayores yacimientos de Guerrero por eso es fundamental”.
El misterio del teléfono
Dentro de la historia de represión en México, abundan documentos y archivos extraviados. Miguel Alvarado, sostiene que el celular de Julio César Mondragón es revelador porque su existencia y contenido se han mantenido ocultos: “El teléfono nos mapea la ruta que Julio sigue entre el 24 y el 26 de septiembre; pero entre la madrugada del 27 de septiembre al 4 de abril de 2015, hay registradas 30 actividades del mismo teléfono. No se usa para marcar, sólo para recibir; y hay ocho llamadas, cuatro en las inmediaciones del CISEN y cuatro adentro del Campo Militar Número 1”.
Francisco Cruz recuerda que en su último informe la Comisión Nacional de Derechos Humanos elaboró la teoría de que mataron a Julio porque con su teléfono grabó los ataques a los normalistas. “¿Cómo te explicas que el teléfono de Julio César Mondragón Fontes, que debía ser el teléfono más vigilado de este país, esté activo durante meses? ¿Dónde está la inteligencia? Esto nos lleva a pensar que la CNDH trabaja para la procuraduría, le está sirviendo los platos para resolver un caso que no tiene solución. Además oculta el resto de las fotos. Nosotros tenemos 13 y la CNDH sólo presenta dos o tres”.
A esto se suma las distintas teorías sobre los argumentos de la comisión en relación al estado en que fue encontrado el cuerpo de Julio César Mondragón, pues en su informe expone que no fue desollado y los cortes en la cara fueron productos de los animales de la región.
“Dice que no pudo haber sido ocasionado por la mano del hombre porque la ropa no está manchada, esto significa que los animales tuvieron muchos modales para comer. Sin embargo, nosotros encontramos que el corte que tiene se llaman ‘corte de gota’ y es usado por cirujanos”, Miguel Ángel Alvarado.
Ambos investigadores coinciden que lo sucedido con Mondragón Fontes y los 43 normalistas desaparecidos es parte de una inercia histórica en Guerrero y concluyen: “En Guerrero hay un proceso sistemático para aniquilar y desaparecerá a líderes sociales, incluidos estudiantes, maestros, luchadores y antimineros”.
Fuente:http://www.remamx.org/2016/09/mineras-involucradas-en-el-caso-ayotzinapa-cruz-y-alvarado