Por Rafael Mendez
Budapest 11/10/2010
Entre los cinco expertos que la UE ha enviado a Hungría para aconsejar sobre cómo afrontar el vertido tóxico se encuentra Pia Lindstrom, responsable de Medio Ambiente de la sección minera de Boliden, la empresa sueca que en 1998, en un desastre similar, contaminó el entorno de Doñana y por el que no ha pagado un euro.
Su nombramiento, a propuesta de Suecia y aceptado por Hungría, ha causado malestar entre algunos investigadores españoles que participaron en los trabajos de Aznalcóllar. «Menudo sarcasmo. Boliden solo puede enseñar a irse sin pagar de los sitios», afirmó Miguel Ferrer, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y entonces director de la Estación Biológica de Doñana. La Comisión Europea asegura que la selección se hizo exclusivamente siguiendo criterios técnicos.
El Ejecutivo húngaro presentó ayer en Budapest a tres técnicos enviados por la UE para asesorar en la gestión del vertido de barro rojo. Se trata del ecotoxicólogo belga Johan Gemoets, del experto de la agencia austriaca de Medio Ambiente Riss Alarich y de Lindstrom. Otros dos expertos franceses no llegaron a tiempo por retrasos en los vuelos. Ataviados con chalecos de la UE, los técnicos fueron presentados en una concurrida rueda de prensa. El Gobierno húngaro busca que la UE le ayude a financiar los gastos del desastre, pero Bruselas se niega por ahora con el argumento de que cubre catástrofes naturales no industriales.
Tras terminar la comparecencia, Lindstrom explicó a este diario que no podía aún comparar las dos catástrofes, la que causó su empresa en España, de los pocos precedentes que hay en Europa y en el mundo, y la de Hungría: «Acabo de aterrizar, ni he llegado al sitio del vertido, así que aún no puedo opinar». Lindstrom trabajó en Aznalcóllar tras el vertido hasta que la empresa sueca cerró su filial española y desapareció sin pagar la reparación y ayer preguntó si la gente en el entorno de la balsa minera rota cerca de Doñana estaba satisfecha con la reparación.
El Ministerio de Medio Ambiente español no quiso opinar sobre la designación de Lindstrom como experta europea, aunque sí recalcó que Boliden no ha pagado ni uno de los 240 millones de euros que ha costado a los españoles la reparación del escape. Ferrer se mostró entre sorprendido e indignado: «Aznalcóllar es el precedente en el mundo de cómo se pueden reparar con éxito un terreno contaminado por residuos mineros y así consta en la literatura cientifica. Es sorprendente que Hungría no haya querido ayuda española y sí de la empresa Boliden. Quizá puede asesorar a MAL (la empresa húngara del vertido) sobre cómo irse sin pagar de un sitio».
Juan Carlos del Olmo, director de WWF España, consideró «una tomadura de pelo un tanto increíble que se llame a quien provocó una catástrofe aún mayor que esta sea designada como experta». E ironizó: «Desde luego ellos saben cómo se rompe una balsa minera, pero también cómo eludir la responsabilidad, despistar a la justicia y reirse de la sociedad».
El portavoz de Cooperación Internacional y Respuesta de Crisis, Ferrán Tarradellas, defendió el nombramiento de Lindstrom. «Se la ha elegido por su experiencia técnica, no por lo que hiciera o dejara de hacer su empresa». La Comisión pidió a todos los Estados miembros que propusieran expertos como asesors. Diez Estados contestaron -entre ellos España, según Tarradellas, y Hungría seleccionó en función de los conocimientos técnicos. La Comisión defendió que la actuación de Boliden en el único precedente en la UE no la invalida como una de sus expertas.
Del Olmo, muy indingando, discrepa: «En Boliden no hay nadie que se libre, porque los técnicos de la empresa contribuyeron a tapar el caso». El sábado 25 de abril de 1998, 4.600 hectáreas de la cuenca del río Guadiamar en Aznalcóllar (Sevilla) amanecieron cubiertas de aguas ácidas y lodos procedentes de desechos que se almacenaban en una balsa minera explotada por la multinacional sueca Boliden. La rotura de la presa vertió 4,5 millones de metros cúbicos (más de cuatro veces más lo que salió de la balsa húngara). El vertido de Boliden tenía una alta concentración de cinc y arsénico y amenazaban el Parque Nacional de Doñana, aguas abajo de la presa. El contenido del vertido húngaro es más abrasivo que el de Boliden.
En 2002, cuatro años después del desastre, Loyola de Palacio, ministra de Agricultura cuando la rotura de la balsa, definió a Boliden como «una empresa golfa, muy sueca pero muy guarra».