El extractivismo es una forma de organizar la economía basada en la explotación de los bienes naturales que lleva a una reprimarización de las economías. Es un retorno a la explotación de materias primas como sustento de la economía nacional. Implica la reorganización de la política, las leyes, la cultura y hasta los imaginarios sociales
(la forma como nos vemos y vemos a los demás) de tal manera que estos cambios terminan por favorecer a las actividades extractivas. El extractivismo en América Latina se ve reflejado en un incremento de la explotación de los bienes mineroenergéticos y las agroindustrias. Los gobiernos de la región que profesan el neoliberalismo, se apoyan en gran parte sobre la lógica extractivista para beneficiar a su pequeña élite y en detrimento de las condiciones de vida de las mayorías. Sin embargo, aunque parezca sorprendente, los llamados gobiernos progresistas de Bolivia, Ecuador y Venezuela también han construido sus economías nacionales alrededor de la lógica extractiva, con el fin de incrementar sus recursos públicos para la inversión social.
El modelo económico del extractivismo tiene graves implicaciones para las comunidades que habitan en las zonas donde se desarrolla, como también sobre el ambiente que es transformado y destruido en los procesos de exploración y explotación.
Nos oponemos a la minería en nuestro territorio. La minería ancestral no existe para nosotros. Aprendimos hacer minería de los españoles, pero no era nuestra tradición, ni para acumular, ni para la riqueza. El oro y el petróleo no son riquezas, son la sangre de la madre tierra, es la vida que corre. Es parte de un sistema respiratorio y nuestros mayores defendían esos espacios.
Hay espíritus por debajo de la tierra que la defienden. Ahora por la actividad minera, la vida está en peligro de extinción. El agua tiene vida, la piedra tiene vida, la madre tierra nos habla, pero no la escuchamos.
Palabras del pueblo Misak durante la escuela para la defensa del territorio Adelinda Goméz