El Gobierno de Luxemburgo ha mostrado su intención de invertir en la minería espacial, concretamente practicada en asteroides. Su intención es apoyar la I+D en tecnologías que harían posible esta práctica, así como invertir directamente en algunas empresas.
Además, el Gran Ducado pondrá en marcha un marco legal para dar confianza a los operadores que tienen su base en el país a que se dediquen a este negocios. Para ello, han optado por asesorarse por el director general de la Agencia Espacial Europea (ESA), Jean Jacques Dordain.
El propio líder de la ESA ha declarado a la prensa que la minería espacio ya es ciencia ficción y que las tecnologías básicas –de aterrizaje y de materiales que regresan de asteroides– ya han sido probadas.
Por ello, según publica BBC, Dordain ha instado a los empresarios europeos a seguir el ejemplo de las empresas estadounidenses que ya habían empezado a considerar cómo explotar los asteroides, así como otros recursos de los objetos espaciales. «Las cosas se están moviendo en Estados Unidos y ya era hora de que hubiera una iniciativa en Europa. Estoy feliz de que la primera iniciativa venga de Luxemburgo», ha señalado.
En Estados Unidos ya existen dos empresas, ‘Deep Space Industries’ y ‘Planetary Resources’, que han comenzado el montaje de equipos, naves y sistemas creados para estudiar asteroides en el espacio e, incluso, para recoger muestras de su superficie o por debajo de ella. El año pasado, su actividad se vio reforzada por la legislación estadounidense que trató de consolidar los derechos de la explotación de asteroides.
Los detractores de esta práctica han planteado que este tipo de legislación podría estar contraviniendo el Tratado del Espacio Exterior de la ONU, firmado en 1967. Sin embargo, el ministro de Economía de Luxemburgo, Etienne Schneider, se ha mostrado «relajado» ante estas voces críticas.
«Esas normas prohíben la apropiación del espacio y los cuerpos celestes, pero no excluyen la apropiación de materiales que se pueden encontrar allí», ha señalado. Según explica, la situación es equivalente a los derechos de un barco de arrastre en aguas internacionales. «Los pescadores poseen los peces que capturan, pero no son propietarios del océano», ha apuntado.