José De Echave C. 21/04/2022
Por lo general, las agendas de las comunidades y la de los trabajadores mineros en los últimos tiempos no han coincidido. Incluso en ocasiones se han producido ciertas tensiones entre estos dos actores: por ejemplo, cuando en Cajamarca se vivieron momentos de estallidos sociales en contra de las operaciones de Yanacocha, los trabajadores de la empresa minera organizaron marchas en la propia ciudad, en clara oposición a los reclamos de las comunidades y por la defensa de sus puestos de trabajo. Algo similar ha ocurrido en otros territorios, como Espinar en Cusco y ahora lo vemos en Moquegua.
Sin embargo, lo que se ha visto en estas últimas semanas en la zona donde se ubica la operación de Cuajone tiene otro nivel de confrontación, con la amenaza latente de escalar a un nivel de enfrentamiento directo y violencia nunca antes visto: frente a la toma de las comunidades del reservorio que abastece de agua al campamento y la operación minera, los trabajadores de la empresa han anunciado que se movilizarían para liberarlo.
Lo cierto es que estamos viviendo un nuevo momento de escalada de conflictos sociales en el país, que tiene como característica agendas fragmentadas y actores cada vez más disociados que hasta compiten entre sí: un sindicato de trabajadores mineros puede enfrentarse a la empresa, hasta con paralizaciones y huelgas, reclamando mejores salarios y condiciones de trabajo; mientras que una comunidad vecina a la misma empresa plantea sus reclamos por temas de afectación de derechos ambientales, sociales, económicos y hasta culturales.
Ambas luchas no se conectan, como tampoco se conectan las demandas de las diferentes comunidades que pueden ubicarse en la zona de influencia de una operación minera. Por ejemplo, esto se ve con mucha claridad en el denominado corredor del sur andino, donde en los últimos meses hemos visto estallidos de conflictos diversos en las tres provincias involucradas y una multiplicidad de actores y demandas que se expresan cada 50 kilómetros.
La tendencia a la fragmentación de los conflictos y las demandas, así como la competencia entre actores sociales, aparece como una característica en el contexto actual de conflictividad social. Son múltiples factores los que explican este escenario de fragmentación. Sin embargo, no podemos dejar de señalar que un componente central de las estrategias de las empresas mineras durante años ha sido debilitar los niveles de organización y articulación de las comunidades: el temor de enfrentar a poblaciones organizadas y fuertes ha explicado el comportamiento de las empresas mineras que han aplicado la antigua estrategia de divide y reinarás.
En la actualidad, las empresas mineras y el propio Estado se lamentan y perciben este escenario de fragmentación y múltiples demandas como adverso. Pero también es importante notar que éste es un escenario adverso para la agenda de defensa de derechos de las poblaciones afectadas. Por lo tanto, uno de los retos para las propias organizaciones sociales es apostar por procesos de agrupamiento y demandas más unitarias. Esto es válido para los trabajadores y también para las propias comunidades vecinas a las operaciones mineras.
www.cooperaccion.org.pe
Jr. Río de Janeiro 373, Jesús María, LIMA 11 – PERÚ. Teléfonos: (511) 4612223 / 4613864 cooperaccion@cooperaccion.org.pe