Con un plazo de espera promedio de siete años para poner en marcha un proyecto, las empresas se ven obligadas a importar
Por Robert Guy Matthews
Obtener los permisos necesarios para poner en marcha una mina en Estados Unidos lleva un promedio de siete años, uno de los plazos de espera más largos del mundo. Así que a pesar de contar con grandes reservas de materias primas bajo tierra, EE.UU. es uno de los últimos lugares al que van las mineras para comenzar un proyecto.
La planeada mina de níquel de Kennecott Eagle en la deshabitada región de Upper Peninsula, en el estado de Michigan, acumula ya siete años de espera y todavía le queda. La minera Rio Tinto afirma que el proyecto llenaría una brecha en la economía estadounidense, pero aún no ha producido ni una libra de níquel.
El mes pasado, la agencia estatal emitió una orden final que hace efectivos permisos para agua estatal y minería, pero Rio aún necesita un permiso federal para el agua y prevé cuestionamientos de grupos medioambientales.
EE.UU. comparte con Papua Guinea el proceso de aprobación más largo entre los 25 países mineros más importantes del mundo, según Behre Dolbear Group, un grupo de asesoría internacional sobre minería y minerales. En Australia, un gran centro minero, el proceso lleva un promedio de uno a dos años. Colombia figura entre los países de menores demoras en este aspecto.Esta lentitud en el proceso de aprobación significa que EE.UU., pese a tener las reservas y un gran apetito de metales y minerales, sigue siendo uno de los mayores importadores de commodities de Australia, Brasil, Canadá y África.
«En EE.UU., dependemos cada vez más de importaciones de metales», indica Luke Popovich, vocero de la Asociación Nacional de Minería. Las exportaciones a EE.UU. de metales como el oro, cobre y zinc aumentaron 8,7% entre 1998 y 2008, según la Encuesta Geológica de EE.UU.
Los plazos que imperan en EE.UU. no necesariamente reflejan leyes más duras. Australia y Canadá tienen leyes medioambientales para desarrollar minas que están a la par de las reglas estadounidenses, pero la construcción de minas suele levantar más oposición en EE.UU. En parte, esto se debe a la historia llena de altibajos de la minería y su reputación por causar contaminación y, a veces, por tener mala administració n.
Emily Bernhardt, ecologista y profesora asistente del departamento de biología de la Universidad de Duke, afirma que el énfasis no debería ponerse en la longitud del proceso para obtener un permiso en EE.UU. «El tiempo que lleva obtener el permiso es casi irrelevante porque no siempre se concentran en las cuestiones pertinentes» , indica.
Los minerales son críticos para las economías como materias primas para plantas eléctricas, puentes, autos, electrodomésticos y computadoras. Están limitados por la naturaleza y no se pueden producir en masa. Contar con una fuente doméstica se traduce en una reducción de costos, y las minas generan empleos e impuestos.
Sin embargo, las minas también cambian permanentemente los paisajes y las comunidades circundantes, con caminos nuevos, equipos pesados y tráfico. Su impacto en las fuentes de agua está bajo un escrutinio cada vez mayor por parte de comunidades locales y a través de regulaciones y procesos judiciales.
Los medioambientalistas , conservacionistas y algunos científicos estudian si los minerales que se filtran en los sistemas de agua pueden dañar la pureza del agua o causar problemas de salud. Otras preocupaciones respecto a la minería bajo tierra incluyen la creación de agujeros, contaminación de la tierra, pérdida de biodiversidad y erosión.
Las mineras sostienen que las leyes y procedimientos actuales mitigan la mayoría de estas preocupaciones. Agregan que es necesario encontrar un equilibrio entre dejar la tierra intacta y proveer materiales clave para el progreso. Pero la mayoría de la gente simplemente no quiere vivir cerca de una mina. «La gente dice que es sólo una pequeña mina, pero representa la pérdida de un lugar por el que merece levantarse y defenderlo», dice Cynthia Pryor, vocera de Yellow Dog Watershed Preserve, un grupo cuyo objetivo es paralizar el desarrollo de la mina de níquel de Michigan. «[Ahí] hay madera, arándanos y caza; todas las cosas que son valiosas para una comunidad local».
J. Murray Gillis, quien enseña temas de minería en la Universidad Tecnológica de Michigan, afirma que los temores suelen estar fuera de lugar y señala que las mineras destinan dinero de bonos a la recuperación de las tierras. «Tienen restricciones muy grandes y todos las vigilan», apunta.
Hace siete años, Rio empezó a desarrollar la reserva de níquel en Upper Peninsula. Consideró que la zona era ideal porque estaba muy concentrada. El proyecto de casi 37 hectáreas crearía unos 500 empleos de construcción y unos 200 puestos fijos. Rio dice que seguirá adelante con sus esfuerzos hasta que se abra la mina. «Las mineras tienen que ir adonde están los minerales», dijo una vocera de la empresa.