27 de Marzo de 2011
El 22 de marzo de cada año fue declarado Día Mundial del Agua por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1992. Nunca antes el agua había sido tan protagónica en Colombia: proyectos mineros, inundaciones y ola invernal, calentamiento global y deforestación, temas que ocupan hoy la mente de muchos ciudadanos conscientes.
Colombia contribuye con 336.000 hectáreas-año en un 5 por ciento de la deforestación del planeta, problema que hace de la cuenca del río Magdalena la más afectada de Suramérica y la décima del mundo. Cada vez más colombianos y colombianas sufren de sed en medio de la inundación. En el país, la falta de acceso al agua potable que perjudica a millones de compatriotas se padece con el agua al cuello. En medio de la tragedia invernal que aún no concluye, ahora podemos apreciar mejor la dimensión de la propuesta de «Referendo por el Derecho Humano al Agua».
El agua fluye, se mueve. A veces con lentitud, otras a gran velocidad. Los movimientos sociales también. Sólo seis meses después del día en que la Cámara de Representantes hundió la propuesta del Referendo por el Agua, el país padeció las inundaciones más graves con recuerdo en las últimas décadas. La iniciativa que negaron proponía entre otras cosas: «Los ecosistemas esenciales para el ciclo del agua deben gozar de especial protección por parte del Estado y se destinarán con prioridad a garantizar el funcionamiento de dicho ciclo».
Deforestación e inundación
Para entender mejor los hechos de lluvias torrenciales y las consecuencias trágicas en aumento que ocurren y están ocurriendo con respecto al invierno, examinemos, en primer lugar, cuál es la dinámica del ciclo hidrológico en el territorio colombiano. Una explicación sencilla de los efectos de la deforestación en ese ciclo la suministró el meteorólogo Max Henríquez a IPS: «La tala de árboles en las cuencas de los ríos permite que la lluvia no se contenga sino que llegue muy rápido a quebradas y ríos, que por tanto crecen y se desbordan. La deforestación genera problemas de aceleración del ciclo del agua en la parte terrestre» [1].
El científico Juan D. Restrepo [2] plantea que la deforestación es una de las principales causas de la tragedia invernal y que Colombia pone el 5 por ciento de la deforestación global, dado que las intensas lluvias no encuentran ya una cobertura vegetal, en la zona andina, que amortigüe las intensas precipitaciones, y el agua arrastra un gran volumen de sedimentos que dan lugar a los desbordamientos de ríos como el Cauca y el Magdalena, y la Depresión Momposina. Según Restrepo, el 32 por ciento de la deforestación en la cuenca del Magdalena tiene origen en el descuido y las actividades humanas. Nuestro más largo río arrastra cada año 160 toneladas de sedimentos por kilómetro cuadrado. El país, con un 0,1 por ciento de la superficie continental del planeta, presenta una deforestación de 366.000 hectáreas-año, según fuentes oficiales, un equivalente al 5 por ciento de la deforestación global, que en su cifra total calcula el informe de 2010 sobre recursos forestales globales de la FAO en siete millones de hectáreas.
Los efectos de la deforestación y otras formas de alteración del ciclo hidrológico en la cuenca Magdalena-Cauca son muy notorios en la Depresión Momposina, una de las zonas más afectadas por las inundaciones. Esta suerte de «batea tectónica», al decir del profesor Thomas Van Der Hammen, donde confluyen los ríos Magdalena, Cauca y San Jorge, con numerosos afluentes a la vez, tiene una extensión de 1.850 kilómetros cuadrados y es considerada uno de los grandes deltas fluviales interiores del mundo.
Como señala un estudio al respecto [3], «los análisis del flujo de sedimentos en la cuenca del Magdalena sugieren que un total de 153 Mt de sedimentos son arrastrados anualmente hasta la Depresión Momposina, con aproximadamente el 30 y el 36 por ciento de estos sedimentos provenientes del medio y alto Magdalena, respectivamente, y otro 32 por ciento aportado por el río Cauca. Una vez que el río Magdalena ha salido de la Depresión Momposina, se registra un transporte de sedimentos de 142 Mt, lo cual indica que cerca de 11 Mt se deposita anualmente en esta Depresión».
Con los datos anteriores, la dramática inundación en la Depresión no requiere mayor explicación: las aguas no encuentran sus depósitos y zonas de amortiguación naturales, pues están sedimentadas, cuando no rellenadas para ampliar las pasturas que requiere el modelo de ganadería extensiva allí pujante. Otro tanto ocurre en la cuenca del Magdalena.
Como se señala en el mismo libro, «El Instituto Mundial de los Recursos (WRI) calculó una tasa de deforestación anual del 2,6 por ciento, en el período 1990-2000, la más alta de cualquier cuenca suramericana de orden mayor y una de las más altas mundialmente para cuencas tropicales. La pérdida de la cobertura original del bosque es del 87 por ciento. El Ideam (2001) señala que cerca del 55 por ciento del área de la cuenca está destinada a la actividad agropecuaria, mientras la cobertura de bosques alcanza sólo el 26,4 por ciento» [4].
De otra parte, el mismo estudio plantea: «El aumento de la población, principalmente la concentración en grandes centros urbanos, así como la introducción de nuevas tecnologías y medios de producción, han originado grandes cambios ambientales en la cuenca del Magdalena. Estadísticas mundiales y nacionales indican que la densidad de población se encuentra entre 83 y 114 habitantes por kilómetros cuadrados, la más alta en el marco de los mayores sistemas fluviales de Suramérica». Lo más grave es que todo este desastre fue diagnosticado en 1996 por la Estrategia Nacional del Agua, elaborada por el entonces Ministerio de Medio Ambiente, con el apoyo de la Universidad Nacional de Colombia.
En ese documento leemos: «Dicha problemática tiene como factor determinante las formas de ocupación del territorio y los sistemas de producción, dentro de los cuales los sistemas tecnológicos son particularmente significativos, como factores que alteran las condiciones de regulación del ciclo hidrológico; es decir, la relación básica Suelo-Agua-Vegetación-Aire y la relación sistémica entre los diferentes pisos altitudinales, creando desfases en la disposición espacial y temporal de la oferta y las condiciones de calidad de la misma, condiciones que explican los conflictos en la relación oferta-demanda hídrica y por tanto las limitaciones al desarrollo sostenible» [5].
La conclusión que permite extraer los estudios aquí retomados es contundente: las vastas inundaciones sucedidas a finales del 2010 son consecuencia directa del tipo de modelo de desarrollo impuesto en Colombia y del tipo de sociedad, inequitativa, antidemocrática y depredadora, construida en torno a su exclusión.
Retos en defensa del agua y ante el afán oficial de negocios
¿Proseguir por el camino del desastre, que afecta a millones de connacionales, o virar el rumbo? El interrogante es pertinente. Y como giro necesario, sin que se hubiera presentado el desastre de diciembre de 2010, tres años antes, indicando caminos alternos, comenzó a fluir el movimiento en defensa del agua, que tuvo en el Referendo que reivindicaba el derecho a la misma, un importante referente colectivo. El apoyo que logró reunir de más de dos millones de firmantes así lo constata.
Pero el deseo comunitario fue desoído. Una vez más, las ilusiones de incidir en la política pública desde una iniciativa popular se estrellaron con la dura realidad antidemocrática que campea en el Estado colombiano. El tortuoso recorrido del Referendo en la Cámara de Representantes, donde fue modificado hasta desvirtuarlo y finalmente negarlo, es una demostración palpable.
No hay duda que la frustración del Referendo condujo al reflujo del movimiento que comenzó a dibujarse en torno a él, paréntesis que no quiere decir que las luchas por el agua en Colombia hayan terminado. Sus propuestas constituyen hoy un programa vigente para impulsar por parte de diversos sectores de la sociedad. Ya no pertenece siquiera a quienes lo promovimos. Son patrimonio del movimiento social colombiano, acogidas por diferentes manifestaciones del mismo como el reciente Congreso de los Pueblos. Siguen siendo propuestas enarboladas por los usuarios de servicios públicos que formalizaron su organización el año pasado, por la Unión Nacional de los Servicios Públicos, por los acueductos comunitarios, que pugnan por una organización nacional que los agrupe; por Sintraemsdes, que realizó en septiembre de 2010 su tercer foro nacional e internacional, «Agua, Medio Ambiente y Servicios Públicos»; por los indígenas y los ambientalistas.
Seguramente el movimiento, como las aguas después de la tormenta o del desbordamiento, se recoge para recobrar fuerza y regresar con ímpetu. Es evidente la necesidad de una confluencia más amplia de la que permitió adelantar la recolección de firmas, y el proceso educativo y de debate político, social y ambiental que se dio alrededor del Referendo. Unos nuevos escenarios son propicios para seguir dando la batalla. La anunciada reconstrucción del país en las zonas afectadas, que es vista desde el gobierno nacional como una empresa financiera alrededor de grandes obras de infraestructura, que supuestamente resistirán futuros embates de las aguas, y no como una ocasión para replantear el modelo de desarrollo que altera los ecosistemas vertebrales del territorio colombiano, con unas consecuencias que ningún dique, represa, viaducto o megaautopista podrá contener.
Otro escenario será sin duda el de los Planes Departamentales de Agua, ampliamente publicitados por el anterior gobierno y con perfil convenientemente disminuido en este, frente a las crecientes críticas de poderosos gremios como Andesco. Igualmente, la resistencia a la gran minería, que amenaza las fuentes hídricas y zonas de recarga como los páramos, tiene que tomar en cuenta, y lo está haciendo, los argumentos del movimiento de defensa del agua.
La reforma de las CAR, medida parcial, autoritaria y centralista, que elude abordar la inaplazable evaluación de la antipolítica ambiental de los últimos años y la necesidad de reconstruir el Sistema Nacional del Ambiente, es el comienzo de otro gran debate en el cual se verá involucrada la propuesta del nuevo gobierno de crear el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, pero sin las funciones de gestión del agua y ordenamiento territorial, que pasarían al también nuevo Ministerio de Vivienda y Desarrollo Territorial, al servicio de los negocios asociados a la urbanización.
Propuesta en espera de respuesta
Ante los nuevos escenarios y otros que aparecerán, cobra plena vigencia la Declaración del Comité Nacional en Defensa del Agua y de la Vida con ocasión del antes mencionado Foro organizado por Sintraemsdes en septiembre de 2010:
«La ratificación de las propuestas del referendo para el país, y de su dimensión de ideas-fuerza dentro de la construcción de un movimiento social y ciudadano, y la posibilidad de aplicarlas nacional, regional y localmente para ir construyendo agendas públicas integrales, alternativas a los modelos de desarrollo exportador, de libre cambio, extractivismo y agronegocio, entre otros aspectos de la dominación política y económica actual».
«La continuidad de las dinámicas de confluencia en las luchas del agua, tales como las de impedir los trasvases, el uso inadecuado del agua en torno al agronegocio, el represamiento de los ríos, la lucha contra la gran minería como base de nuestro modelo de desarrollo y todas las formas de privatización; y promover la defensa de los páramos, y la importancia del ciclo del agua en la construcción de la soberanía, seguridad y autonomía alimentaria nacional y regional, entre otros temas fundamentales».
Texto, suerte de testamento del Comité Nacional en Defensa del Agua y de la Vida, luego de la negación del Referendo por el Congreso. Una expectativa de participación social que, además, recoge la oposición a la gran minería, la preocupación por el calentamiento global, las luchas por la soberanía alimentaria y muchas otros procesos que bullen en el seno de la sociedad colombiana.
*Publicado por Le Monde Diplomatique, edición Colombia, número 98.
Notas de pie de página
[1] Entrevista realizada por Helda Martínez el 3-12-2010.
[2] Coordinador de la Maestría en Ciencias de la Tierra de la Universidad EAFIT. Planteamiento tomado de su exposición en el Foro «La tragedia invernal: problemas ambientales, causas y responsables», evento organizado por el Foro Nacional Ambiental el 15 de febrero de 2011 en la Universidad del Rosario.
[3] Véase Restrepo Ángel, Juan D.: «Los sedimentos del río Magdalena: Reflejo de la crisis ambiental», Ph.D, editor, Fondo Editorial-Universidad Eafit, agosto de 2005.
[4] íd.
5 Ver «Memoria técnica de la Estrategia Nacional del Agua», Minambiente, 1996. [5] Ver «Memoria técnica de la Estrategia Nacional del Agua», Minambiente, 1996.