Aunque no se trate de casos tan resonantes, son muchos los territorios en los que mujeres campesinas o indígenas, y cada vez más, mujeres urbanas, se enfrentan a tradicionales y nuevas formas de extractivismo. Se trata de mujeres que procuran resistir a la mercantilización y sobreexplotación de los bienes naturales; sus experiencias ponen de manifiesto que el protagonismo femenino se ha logrado en escenarios marcados por una gran asimetría entre los actores involucrados y enfrentando entornos particularmente agresivos.
En América Latina, el siglo que transcurrimos se inaugura con un acontecimiento en el cual las mujeres tuvieron una participación insoslayable. En efecto, la llamada ‘Guerra del Agua’ que tuvo lugar en el año 2000 en Cochabamba (Bolivia) es un caso paradigmático, tanto del avance de la mercantilización de los bienes comunes como de la potencialidad de los movimientos de resistencia ante dicha tendencia. Allí, la Coordinadora en Defensa del Agua y de la Vida logró la cancelación de la concesión del servicio de aprovisionamiento de agua potable que prestaba una empresa multinacional. Se trató de un proceso de articulación de actores sociales que estuvo marcado por el protagonismo femenino, aun cuando en las instancias de negociación la participación de las mujeres fuera mucho menor.
En Perú, en un contexto donde las poblaciones se enfrentan a grandes empresas mineras, figuras como la de Máxima Acuña, quien desde el 2011 realiza acciones y presenta demandas judiciales contra el proyecto aurífero más grande del país, son perseguidas y agredidas. El asesinato de la dirigente indígena y feminista hondureña, Berta Cáceres, quie estaba amenazada de muerte por su intensa labor de resistencia a la construcción de una represa hidroeléctrica, evidencia de manera cabal la violencia que acompaña la construcción de megaproyectos, a la vez que indica el potencial de estas resistencias.
Aunque no se trate de casos tan resonantes, son muchos los territorios en los que mujeres campesinas o indígenas, y cada vez más, mujeres urbanas, se enfrentan a tradicionales y nuevas formas de extractivismo. Se trata de mujeres que procuran resistir a la mercantilización y sobreexplotación de los bienes naturales; sus experiencias ponen de manifiesto que el protagonismo femenino se ha logrado en escenarios marcados por una gran asimetría entre los actores involucrados y enfrentando entornos particularmente agresivos.
La profundización de las actividades extractivas dio lugar a un activismo de base que suele comenzar en el nivel local y que se gesta a partir de percibir el riesgo que ciertas actividades generan o generarían en las comunidades. Es decir, nace como respuesta a inquietudes ligadas a la vida cotidiana y que se relacionan, en muchas ocasiones, con posibles efectos socio-sanitarios sobre la población. Es allí donde las mujeres juegan un rol central, ya sea por su grado de involucramiento como por los sentidos que le otorgan a la movilización.
En ciertos países de la región, tal sería el caso de Ecuador, es posible referir a organizaciones de mujeres que problematizan no sólo la relación naturaleza/ género, sino que inscriben cuestiones como el extractivismo en un marco más complejo, como lo es el de las relaciones patriarcales. En este sentido, podría postularse que la trayectoria de este tipo de colectivos converge con el movimiento que, aunque marginal al interior del feminismo, desde la década de los 60 del siglo pasado, y proveniente de los países centrales, enlaza preocupaciones ecológicas con las discusiones sobre el lugar destinado a las mujeres en la sociedad.
En efecto, el ecofeminismo -ya sea como movimiento social o como teoría propia de ámbitos académicos- sostiene y denuncia que existen conexiones entre la opresión que la humanidad ejerce sobre la naturaleza y la forma desigual en la que lo masculino se presenta por sobre las mujeres y lo feminizado, refiriendo así a una dominación en cadena. La influencia feminista que desde sus orígenes se había dirigido del Norte hacia el Sur, de modo análogo a lo que ocurrió con el ambientalismo, se encuentra virando en su orientación. Se asiste, entonces, a un proceso de reversión por el cual las ecofeministas del Sur realizan sustanciales aportes para interpretar y repensar los modelos de desarrollo en una nueva clave.
Es preciso señalar, sin embargo, que la identificación con las causas del movimiento feminista no es, por lo menos, un punto de partida para las mujeres que participan de las resistencias en los vastos territorios latinoamericanos. Aunque en el devenir de los conflictos se problematicen cuestiones asociadas al poder en sus diferentes manifestaciones, es la defensa de la calidad de vida y el derecho a decidir sobre el territorio lo que las conduce a ser promotoras de praxis ecofeministas. Esto no invalida que como resultante de los recorridos y aprendizajes que las mujeres realizan en los procesos de resistencia, se problematicen cuestiones que trascienden al locus original de la movilización. En otras palabras, la “productividad” de los conflictos podría contemplar transformaciones en la subjetividad, traccionar cambios en los ámbitos familiares e institucionales que conducirían a revisar, e incluso a modificar, relaciones de desigualdad entre los géneros.
Procesos y acontecimientos de los últimos tiempos invitan a pensar que, aun cuando no sea posible referir a un movimiento ecofeminista sólido y articulado a nivel regional, la integración entre feminismo y ambientalismo se encuentra transitando un nuevo camino.
Por un lado, los conflictos ambientales cada vez más recurrentes conducen a procesos de politización sobre los bienes naturales comunes, que por lo general se encuentran administrados por varones, aunque su cuidado permanezca anclado en el ámbito doméstico y, por ende, femenino. La mayor implicación de las mujeres en las cuestiones ambientales, aun cuando esté dado por una cultura del cuidado asociada históricamente a lo femenino, interpela tanto al modo de vinculación con los bienes naturales como las relaciones patriarcales. En palabras de Maristella Svampa, frente a las amenazas que supone el avance del extractivismo, se expresa un ethos procomunal potencialmente radical, que cuestiona el modelo desde el reconocimiento de la ecodependencia y la valoración del trabajo de reproducción de lo social. Este cuestionamiento del modelo androcéntrico de desarrollo, conquista y explotación destructiva nos ubica, según Alicia Puleo, frente al desafío político de integrar los valores del cuidado, jerarquizarlos y universalizarlos, incorporando tanto una mirada empática sobre la naturaleza como un análisis crítico de las relaciones de poder, en particular de las de género. Encontramos aquí un punto convergencia no sólo entre el ambientalismo y el feminismo, sino también frente a otros actores y movimientos que también están siendo interpelados por nuevas temáticas.
La marea verde en Argentina
Paralelamente, movilizaciones masivas de carácter feminista que plantean antiguas y nuevas demandas acontecen desde el 2015 en Argentina a partir de la configuración del movimiento Ni Una Menos. La amplia adhesión de mujeres organizadas y no organizadas a los paros internacionales de mujeres en 2017 y 2018, junto con las protestas espontáneas que tuvieron lugar para denunciar los femicidios hicieron converger, a su vez, un conjunto de movimientos y organizaciones que expresaron consignas precisas e interpelaron a diversos actores. Sin lugar a dudas, la marea verde que exige que el aborto sea legal, seguro y gratuito, representa un movimiento tan potente como transversal.
Muchas son las preguntas posibles de realizar a la luz de un proceso que es claramente motorizado por mujeres jóvenes en convergencia con militantes históricas. ¿Es este un proceso propio y circunscripto a los principales centros urbanos de Argentina? ¿Puede ser escalable, contar con réplicas y articulaciones a escala regional? En otro plano, ¿cuán verde puede ser la marea feminista y cuánto del feminismo asume el movimiento ambiental? Son algunos de los interrogantes que se están comenzando a responder…
Bibliografía
Esquivel, Valeria (2015) “El cuidado: de concepto analítico a agenda política”, en revista Nueva Sociedad N° 256, marzo-abril de 2015.
Puleo, Alicia (2011) Eco-feminismo para otro mundo posible. Madrid, Cátedra.
Svampa, Maristella (2015) “Feminismos desde el Sur y eco-feminismo”, en revista Nueva Sociedad, Nº 256, marzo-abril de 2015.
Por Marian Sola – Socióloga, investigadora docente del área de Sociología de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Estudia temas vinculados a los conflictos ambientales, de un modo especial, los asociados al desarrollo de la megaminería.