02 de abril de 2012
La sombra del olvido. Y seguirán muriendo…
Un 31 de marzo, pero del año 1960, México se estremecía con una trágica explosión minera en Barroterán, Coahuila
Terminó el mes de marzo, con él se va un cúmulo de acontecimientos que pasan ya a los anales de la historia y del recuerdo, Guanajuato recibió la ilustre visita del jefe de estado Vaticano, el Papa Benedicto XVI, quien trajo si no soluciones si una serie de esperanzas para mitigar un poco la etapa de crisis que México está viviendo, y cuando termina marzo, se inician las campañas presidenciales, veremos y escucharemos los discursos promesas, de quienes aspiran a dirigir los destinos de este México, desangrado y doliente, todos merecen nuestro respeto, y todos merecen exponer sus planes y programas, aunque nosotros no recibamos el respeto que creemos merecer por parte de algunos de esos candidatos, pero en fin se inician esas campañas y en julio se decidirá quien será el próximo presidente de México.
Pero marzo también nos trajo otros recuerdos, algunos alegres otros tristes pero efemérides al fin, el 21 de marzo inicia la primavera, nació don Benito Júarez el benemérito de las Américas declarado así por el congreso de la hermana república de Colombia.
El 26 de marzo pero del año de 1913, en la hacienda de Guadalupe del municipio de Ramos Arizpe, don Venustiano Carranza, lanza el Plan de Guadalupe donde se inicia la revolución para derrocar al traidor Victoriano Huerta y es el documento que vendría a culminar con la carta magna de 1917, la constitución Mexicana, que es la norma que rige nuestro destino como nación.
Sin embargo marzo también nos traería el recuerdo de un artero asesinato ocurrido ya hace 18 años, en Lomas Taurinas de la ciudad de Tijuana, donde muere el hombre esperanza, Luis Donaldo Colosio, así pudiera seguir mencionando los acontecimientos que ocurrieron en México y en el mundo que dejaron alguna huella en nuestra memoria y marcaron con tinta indeleble nuestra historia.
BARROTERÁN, COAHUILA
Municipio de Múzquiz, enclavado en la Región Carbonífera de México, un mineral que ha sufrido los vaivenes de la historia y quedó marcado para siempre en los anales de las tragedias mineras, al ocurrir en este lugar una de las peores explosiones de gas grisú y polvo de carbón de que se tenga memoria, 156 mineros muertos, 156 familias enlutadas, cuántos huérfanos, cuánto dolor, cuántas lágrimas derramadas, y al paso de los años cuánto olvido; hoy vemos con tristeza que la sombra del olvido y la noche de los tiempos han borrado los nombres de los muertos en ese lugar, ya sólo los viejos recuerdan a sus muertos y unas lágrimas furtivas llegan a las ajadas mejillas de quienes vivieron aquellos aciagos momentos de aquel trágico 31 de marzo de un año ya olvidado y enterrado en las paginas de la historia.
LOS RECUERDOS DE UN VIEJO MINERO
—Hola don Juan, ¿cómo está?
«Bien ingeniero, bien. Pues aquí viviendo de mis recuerdos ya está uno viejo y aquí pos ya nada hay qué hacer, inge sólo esperando la muerte, usté sabe».
—A que don Juan, usted todavía tiene cuerda para rato
«No inge, ya no son muchos años tantos que ya estamos cansados»…
—Oiga don Juan, ¿se acuerda de la explosión de 1969?
«Cómo no inge, si parece que fue ayer, mire parece que estoy viendo a mi padre esa mañana cuando se despidió de nosotros para irse a trabajar, esa mañana era un día con mucho sol, me acuerdo como si orita fuera, ese día yo iba para el parque de beis bol a practicar, me acuerdo que cómo nos gustaba el beisbol, por hay andan todavía algunos de aquellos muchachos que fueron grandes jugadores en la liga del norte, nosotros veníamos de Cloete, mi padre había sido de aquellos mineros de la huelga, famosa por su caravana del hambre, cuando la empresa lo corrió, mi padre no sabía hacer otra cosa más que tumbar carbón, era un carbonero muy bueno —suelta una estruendosa carcajada—.
«Recuerdo que llegó a tumbar 12 toneladas con la pura pica, aquellos sí eran carboneros, bueno pues fíjese que mi padre se vino a Barroterán, que nos recibió con los brazos abiertos, era una esperanza de vida, allá en Cloete se quedaron mis recuerdos de niño, se enterraron mis ilusiones, mi primera novia, nunca la voy a olvidar era una niña muy bonita inge, así que llegamos a Barroterán, y todo empezó muy bien, mi papá tenía un buen sueldo y la empresa AHMSA, nos dió la casita que hasta hoy tenemos, había muy buen ambiente, pero recuerdo que mi papá decía que en la mina había mucho gas, y que no tenían polveo, pero pos uno de jodido tiene que jalar no importa cómo estén las minas».
—¿Y qué más don Juan?
«Ese día mi papá se quedo a trabajar en el turno de segunda, creo que porque andaba levantando promedio en su sueldo ya que iba a salir de vacaciones, siempre lo hacía uste sabe para ganar más, mi madrecita parecía que presentía algo, después de mediodía empezó a renegar, y a cada rato se asomaba a la calle esperando ver llegar a mi padre, nada… nunca más llegaría a verlo regresar, la muerte llegaría ese día a Barroterán, aún me parece escuchar las carcajadas fúnebres de ese día. La muerte reía a todo lo que daba, eran las lágrimas derramadas por nosotros ingeniero. Los gritos de dolor y de desesperanza se escuchaban en todas las casas de minas, madres, niños, esposas, todos llorábamos, me acuerdo que serían como las 5 de la tarde un tronido muy fuerte estremeció la casa, y de repente el grito unánime de «¡tronó la mina!, ¡tronó la mina!», un columna de humo negro se dejo ver en la bocamina, y en los abanicos de la mina empezó a salir humo negro, el día mismo, ingeniero se volvió triste, todos corrimos a la entrada de la mina, la gente corría y quería entrar, pero las puertas fueron cerradas de inmediato y ahí recargados sobre la cerca permanecimos muchos días no recuerdo cuantos, hasta que empezaron a salir los cuerpos de los mineros muertos, en aquel tiempo inge no había funerarias, los velorios eran en casa, ahí en un cuarto se ponía una cruz de cal con rodajas de cebolla y los cuatro cirios, en cada casa se veían los cuartos listos esperando a sus muertos, en la mina todo era actividad, vimos llegar mineros de todas las minas de la región, eran nuestros hermanos que venían a rescatar a nuestros muertos.
‘NAPOLEÓN ¿TE GUSTA LA BARBACOA?’
«De México se vinieron luego luego los líderes del sindicato, me acuerdo cuando llegó el líder del sindicato la gente se arremolinó junto a él, exigiéndole que diera respuesta a lo que había ocurrido, aún resuena en mis oídos el grito de una señora, «Napoleón ¿te gusta la barbacoa? ándale en la mina hay mucha, desgraciado vienes por las cuotas ándale atácate Napoleón» aquellos hombres no sabían ni qué decir, ni qué hacer, pero lo cierto es inge, que los cuerpos empezaron a ser rescatados, muchos ya ni sabíamos si lo que nos entregaron fue el cuerpo de mi padre, ya salían en las bolsas negras y a los cajones y pal´ panteón, hubiera visto que duro fue aquello, ingeniero, me acuerdo que años después un rescatista me comentó, hermano aquello era infernal los cuerpos estaban quemados, cuando los queríamos levantar para meterlos a las bolsas tomábamos los cuerpos y se nos quedaban pedazos de carne en nuestras manos, como si fuera barbacoa.
«La gente arremolinada en las puertas, esperaba con ansia que nos dieran el cuerpo de nuestro familiar, así que cuando se encontraba un cuerpo que se desconocía quien fuera, el ingeniero responsable preguntaba «qué familia es la que tiene más tiempo esperando», la familia de Martínez, le respondían. «Bueno el próximo es Martínez, para que ya se vayan a sus casas… Así eran las cosas, pasaron los días como pasaron las noches, el pueblo se volvió triste, los fantasmas de los muertos aún parecen vagar por las calles del pueblo, en el panteón muchas cruces de madera ya se pudrieron, mucha gente de aquellos tiempos se fueron de Barroterán, otros ya murieron pero las cosas no cambian ingeniero, siguen igual como aquellos años, las minas nos siguen dando muertos, muchos dicen que dan riqueza, pues quién sabe a quién, a nosotros los mineros sólo nos dan para mal comer, es la misma historia ingeniero, las mismas mentiras, no hay trabajo, ¿las muchachas qué hacen inge?, dígame qué hacen, ¿dónde andan?, nosotros los viejos ya sólo vemos pasar los días, ora hay muchas compañías, se ven muchos tajos que lo único que van a dejar son grandes pozos, que de nada sirven.
«Las promesas de los candidatos son eso sólo promesas, ya nadie les cree, bueno hay algunos que nos dan limosna, o usté cree que las despensas que nos dan porque votemos por ellos no cree que son insultos a la dignidad de hombres que sufrimos, luchamos, y sacamos carbón para que ahora tengamos pensiones jodidas que de nada sirven, por eso señor ingeniero yo se que usté me sacó la platica para escribirlo, me sacó mis recuerdos y mis lagrimas, aquí en este mismo lugar estoy esperando a ver cuando venga por mí la señora enlutada».
EL ADIóS A UN HOMBRE
Me dio pena cuando aquel hombre se limpió las lágrimas de impotencia, y más cuando comprendí que la vida continúa, las minas siguen produciendo muertos, y seguimos escuchando las mismas mentiras, las mismas promesas y a los líderes les siguen gustando los guisos de barbacoa.
Por Heriberto Robles Rosales