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Colombia

La tierra y el reparto agrario en la fundación de un ejido mexicano;una revisión histórica 1934-1938

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Usted ciudadano gobernador constitucional del estado, pedimos con el respeto y encarecimiento debido se digne acordar de conformidad a nuestra solicitud, con lo que recibiremos gracia y merced, protestando a usted nuestro sincero reconocimiento y las seguridades de nuestra lealtad y respeto.

El día 28 del mes que nos rige, y según consta en el acta que nos permitimos adjuntar a usted, el conglomerado que formamos la ranchería de “El Calabozo”. Todos campesinos del contorno, acordamos construir un frente social lo más numeroso posible y que por de pronto sumamos sesenta aproximadamente a efecto de formar un frente único que contrarreste la labor absorbente y devastadora de nuestros eternos explotadores, que los son los dueños de las fincas circunvecinas denominadas “Soto” de la propiedad de los hermanos Emilio y Claudio Tello.

“El Sauz”, de la señora Ernestina Romero de Malagón y “Huerta” del Sr. José Canedo. Y así pues acogiéndonos a la bendita y redentora Ley Agraria que tuvo cuna en la proclamación del 6 de enero de 1915; rompemos por medio de la presente instancia la cadena de ignominia y esclavitud a que fuimos sometidos por larguísimos y penosos años y formando el grupo fuerte a que venimos refiriéndonos, venimos a solicitar la dotación de ejidos a que tenemos derecho conforme a las leyes de la materia, pues somos labradores pobres y circunvecinos de las haciendas que tratamos de afectar.

Y si por tantísimos años soportamos esa esclavitud y al parecer, nos llegamos a conformas con la suerte deparias, fue porque en último análisis teníamos un mendrugo de pan que llevar a nuestros hogares, pues hasta el año de 1931, nuestros patrones nos dieron el mísero jornal de $0.30 treinta centavos que por su mezquindad ni para mantenerse una vestia de carga pero para nosotros para mengua necesidad aseptamos en detrimento y gravísimo perjuicio de nuestras familias, pues imposible que un jefe de hogar, pueda sobrevenir a las necesidades de esposa e hijos con tan miserable jornal.

Es por este clamor de tristeza, que nosotros mismos nos reargullamos de esclavos o parias y tildemos a nuestros patrones con el denigrante carácter de inicuos esplotadores y muy en particular a los patrones a quien nos hemos venido refiriendo, pues hay otras haciendas en derredor nuestro que son mas consideradas con sus peones[1].

Estas eran las ideas claras y concretas sobre las necesidades básicas reivindicadas por un grupo de personas organizadas en 1934. Las expresaban frente al gobierno estatal con la idea de ser parte del reparto de tierras propuesto en el Reparto Agrario por el Gobierno Federal de turno a cargo del General Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940). La redacción destaca la vehemencia de la petición y la voz de los actores, para que el lector tenga una versión sutil de la fuerza de la solicitud.

En este sentido, una vez hechas las gestiones ante las autoridades gubernamentales se realizó la cita para registrar a los peticionarios de tierra. A dicha reunión fueron citadas las personas que tuvieran las siguientes características particulares: ser mayor de dieciséis años, no contar con tierra propia y ser vecino dentro de un perímetro de siete kilómetros a la redonda. Con esta disposición se intentaba evitar las diferencias, de manera que todos los capacitados tuvieran el mismo derecho de formar parte del nuevo ejido[2].
Las tierras afectadas por el reparto fueron tomadas de propiedades de hacendados. En el caso de la creación del ejido El Calabozo 2ª Fracción, las haciendas de Chincua y Soto fueron afectadas.

El reparto generó muchas expectativas para los neo-propietarios, pero también muchas diferencias con lo que no lograron entrar al proceso del reparto, e incluso entre los mismos ejidatarios. La forma de repartir la tierra consistió en la unión de personas de distintos orígenes: peones acasillados, indígenas, ciudadanos sin tierra, líderes comunitarios, etcétera. Esta unión tan diversa, inmediatamente generó la aparición de dos grupos de presión sobre las gestiones de tierra[3]. Las diferencias fueron de tal magnitud que el ejido fundado en los primeros días de 1937 se dividió en dos fracciones después de transcurrido un año.

Desde 1938 definieron dos comunidades:
El Calabozo 1ª Fracción
El Calabozo 2ª Fracción.
Entonces, estos dos núcleos se dividieron la tierra entregada en la resolución presidencial de 1937, y a partir de 1938, los ejidatarios vivieron con la división interna a pesar de que la autoridad agraria sólo la reconoció mucho tiempo después.

Tomando como base este origen conflictivo de muchas historias paralelas que detallan las implicaciones de las diferencias iniciadas por la división, se puede cuestionar la forma en que operó el reparto. Si bien es cierto que la intención era encontrar un mecanismo lo suficientemente imparcial que permitiera la realización del reparto sin generar problemas sociales, la realidad ha sido que se han generado amplios y graves conflictos entre vecinos. En un principio, la forma de solucionarlos fue la del “machete en mano”. En otras palabras, la violencia era la moneda de cambio, generando mayor violencia y graves resentimientos entre las familias. La siguiente frase de algunos ejidatarios describe esta situación: “en este ejido tal vez se perdone pero nunca se olvida”.

Así, a pesar del paso de los años los rencores existen y siguen siendo punto de referencia de las controversias que se presentan cotidianamente en el seno de la Asamblea Ejidal[4]. Éstas no sólo se dan ahí sino que se extienden a la vida diaria; en otras palabras, los hechos del pasado han marcado las relaciones sociales del ejido, dejando huellas indelebles en las nuevas generaciones.

Con el paso del tiempo las diferencias del origen conflictivo se han ido diluyendo, lo cual no quiere decir que se olviden, sino que más bien continúan latentes pese a que ya no son prioritarias. De esta manera se han generado otro tipo de diferencias no consideradas en el formato original del ejido, y a las cuales los ejidatarios no se han logrado adaptar totalmente, tales como el crecimiento poblacional y las necesidades de las nuevas generaciones en términos de patrimonio, servicios, empleo y educación, entre otras.

El reparto agrario en el campo mexicano cumplió un mandato de la Revolución Mexicana. Esto se logró en muchos sentidos, pero su debate con las nuevas generaciones no ha sido superado, en la medida en que la estructura de gobierno propuesta en la Ley Agraria ha restringido los derechos de los no ejidatarios, y esta ha sido una de las razones por las cuales se ha criticado fuertemente la figura del ejidatario. Son los ejidatarios quiénes imponen las reglas de convivencia en el marco de la Ley Agraria, y esta ley les otorga un amplio margen de actividades, que no se restringen al ámbito del trabajo sobre los asuntos agrarios, y por ello, las decisiones que se toman han convertido esa estructura, que inicialmente buscaba justicia, en un obstáculo para el desarrollo de las nuevas generaciones.

Entonces, hoy en día este es uno de los grandes dilemas de los ejidatarios: si los hijos y las hijas no se identifican con el trabajo de la tierra ¿en manos de quién se quedará el futuro de los ejidos? Los cuestionamientos son muchos, pero es bien cierto que sin este reparto y sin estos ejidatarios la propiedad de la tierra hoy sería privada, y el lema de Emiliano Zapata de “la tierra es de quien la trabaja”, hubiera perdido validez en un país que ha heredado la cultura del cultivo de la tierra. Este legado es el que ha hecho que no desaparezcan los ejidos ni la cultura campesina.

Emiliano Palacios de los Reyes
Estudiante de Doctorado del Posgrado en Desarrollo Rural de la
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México
emilpr82@gmail.com

[1] Parte de la carta dirigida al gobernador y publicada posteriormente el 21 de mayo de 1934 en el Periódico Oficial del Estado de Michoacán en la sección de asuntos agrarios. Al ser una trascripción se respetó la calidad de escritura del documento original consultado en el archivo del Registro Agrario Nacional en la ciudad de Morelia.
[2] Tenencia colectiva de la tierra, donde existen parcelas productivas asignadas a cada ejidatario sin rebasar un número de hectáreas y dónde hay tierra de uso común, que puede ser bosque o potrero además de una zona urbana de habitación. En ninguno de estos casos la propiedad de la tierra es asignada individualmente.
[3] Esto se puede verificar en los archivos históricos del Registro Agrario Nacional, donde en un inicio las gestiones por el ejido fueron dirigidas por un Comité creado ex profeso que estaba conformado por líderes de grupos antagónicos, que con el paso del tiempo se fueron dividiendo para terminar en la conformación de dos ejidos en vez de uno, con las tierras asignadas para uno solo.
[4] Máxima autoridad del ejido, la cual tiene sus representantes que son elegidos cada dos años. En esta instancia se resuelven los conflictos relacionados con las actividades agrarias y tiene un Presidente, Secretario y Tesorero. Por otro lado se encuentra el Comité de Vigilancia, encargado de ser la autoridad civil que realiza el seguimiento de las actividades del ejido.