20/09/2022
Argentina actualmente produce dos variantes de Litio, el cloruro y el carbonato, cuyo destino es el mercado externo. Créditos: Econojournal
El especialista Bruno Fornillo resalta la necesidad de que Argentina regule la extracción del recurso, y sostiene que la acumulación capitalista es el problema de base. Por Luciana Mazzini Puga (Agencia de Noticias Científicas de la UNQ).
Según el Foro Interuniversitario de Especialistas en Litio, Argentina es el cuarto productor mundial de este elemento químico. Además, junto con Bolivia y Chile, conforman el “Triángulo del litio” ya que concentran el 65 por ciento de las reservas de todo el planeta (en el caso nacional, las reservas se encuentran en los salares de la Puna). Si bien esto puede significar una posición ventajosa para los países sudamericanos, y en especial para Argentina, el integrante del Foro y doctor en Ciencias Sociales (UBA), Bruno Fornillo, explica a la Agencia de Noticias Científicas UNQ que eso “dependerá de la actitud que tome el gobierno”. “La presencia de las grandes corporaciones extranjeras en el país y la falta de regulación estatal hacen que gran parte de este recurso sea exportado a los países centrales. No vaya a ser cosa que la transición energética ocurra en el norte global y el hemisferio sur sea condenado a ser una zona de sacrificio que lo único que hace es exportar”, expresa el especialista.
El litio es considerado estratégico para los países que poseen grandes reservas y para la búsqueda de una transición energética ya que este puede ser utilizado en lugar de los combustibles fósiles, y sumar así a los esfuerzos por reducir el calentamiento global. Actualmente, se implementa en la elaboración de baterías recargables de ion-litio, que proveen de electricidad a los vehículos (la industria automotriz es la más vasta del planeta) a partir de fuentes de energía renovables, y reemplaza así los combustibles fósiles. También, al ser más ligero que el resto de los metales, se puede utilizar en el tratamiento de aire, baterías, cerámica, vidrio, metalurgia, productos farmacéuticos y polímeros.
Sin embargo, en el caso nacional, el recurso es explotado como un mineral ordinario desde la década de 1980, y su extracción se intensificó a partir del 2000, todo bajo una esquema político neoliberal que facilita la presencia de grandes empresas extranjeras en las áreas litíferas.
La normativa parte del artículo 124 de la Constitución Nacional, que establece que el dominio del litio es de los gobiernos provinciales y no del Estado nacional, lo que posibilita el otorgamiento de concesiones según quiera cada gobernador/a. Además, también rige el Código de Minería (Ley 24.585), que facilita la comercialización de los minerales. Por otra parte, también se aplica la Ley de Inversiones Mineras, que otorga a las empresas estabilidad fiscal por 30 años, lo que abarca desde impuestos directos, tasas y contribuciones impositivas hasta derechos, aranceles u otros gravámenes a la importación o exportación del ámbito nacional, provincial o municipal. En definitiva, la extracción y explotación del litio no es regulada por el Estado Nacional ni es considerado un “recurso estratégico”.
La ausencia de un control nacional y la flexibilidad legislativa hacen que las empresas extranjeras exploten cómo y cuánto se les antoje y se lo lleven a sus países; de hecho, “muchas veces sucede que se exportan a ellos mismos a un precio bajísimo, perjudicando a Argentina”. En la actualidad existen cincuenta proyectos de los países centrales que se encuentran en etapa de exploración y dos minas de litio en operación. “No tenemos una política soberana en Argentina y eso nos deja muy mal parados, a ellos los beneficia un montón, ¿a nosotros? Nada”, comenta Fornillo.
¿Alguien puede pensar en el ecosistema?
En términos ambientales, la técnica evaporítica de extracción de litio afecta gravemente al ecosistema mediante dos vías: el consumo excesivo de agua y la gestación y descarte constante de residuos. Incluso, la zona de los salares corre peligro de quedarse sin agua, lo que pone en alerta al ecosistema en su conjunto.
En cuanto a las comunidades, Fornillo declara que “son vistas como una especie de estorbo que debe ser paliado de alguna forma. Se encuentran en una situación asimétrica de poder frente al gobierno provincial, nacional y a las corporaciones, y por ende son ninguneadas constantemente”.
El problema de la ecodependencia
Fornillo enfatiza que debe haber una sustentabilidad suficiente para todo el planeta y no solo para un único hemisferio. “Si seguimos dando lugar a que se explote y exporte hacia los países centrales y no pensamos en el hemisferio que ocupamos, se va a dar una ecodependencia y sólo seremos zonas de sacrificio”, afirma el especialista.
Además, plantea que no se puede seguir pensando el consumo y la productividad del mismo modo que se piensa actualmente. “No se trata de cambiar un parque automotor fósil por uno eléctrico y tener miles de millones de autos eléctricos, sino de dirigirnos a otro horizonte, donde nos traslademos en transporte público o por movilidad compartida. De lo contrario, seguiremos consumiendo constantemente para que cuatro pascuales se llenen de plata y el resto de la sociedad viva más o menos”, subraya Fornillo.
Y recalca: “Debemos usar los recursos bajo una perspectiva vinculada al bienestar de la población y no a la acumulación de ganancias. La desigualdad de la distribución es la base del sistema de acumulación capitalista, que es el que crea básicamente los desastres socioecológicos contemporáneos. El litio debe ser usado para una transición socioecológica popular, para todos”.
Fuente: https://agencia.unq.edu.ar/?p=7238
¿La revolución del litio?: «si no hay una transición energética popular, no sirve de nada»