Mientras las grandes transnacionales mineras, generalmente canadienses, llegan a los países del istmo centroamericano ofreciendo riqueza, desarrollo, empleo y respeto a los derechos humanos, la realidad que se ve en las comunidades del Valle de Siria (Honduras), Asunción Mita (Guatemala), San Isidro (El Salvador), o Bonanza (Nicaragua), es otra.
Atraídas por los recursos mineros, especialmente oro y plata, las mineras han explotado el suelo y sub suelo de la región, sin tomar las medidas necesarias para proteger el hábitat de los poblados, quienes han sido los menos beneficiados con dicha actividad, poco a poco matando no solo sus esperanzas, sino acabando con su probabilidad de vida, recursos naturales y fauna.
Según datos propiciados por la vicepresidenta de la Red Nacional de Comunidades Afectadas por la Minería, Xiomara Gaitán, las transnacionales mineras pagan en Honduras un canon aproximado de 182 dólares por onza de oro extraída.
Y ya, desde el 2012, el Bank of América Merrill Lynch, proyectaba que el precio del oro podría escalar hasta los 2,400 dólares la onza a finales de 2014 como consecuencia de las políticas de la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo.
Lo que evidencia que los que los beneficiados son los dueños de las empresas mineras, quienes viven cómodamente y sin contaminación, en lugares exclusivos, alejados de las zonas devastadas por la exploración minera a cielo abierto.
Desde el año 1578 se registran las primeras actividades mineras en Honduras, y fueron en las localidades de San Miguel de Heredia de Tegucigalpa, Santa Lucía, El Corpus, Apoteca, Cedros, Yuscarán y Sensenti.
Aunque ya no es tanta la cantidad de oro en las minas actuales en Honduras, las empresas se llevan «la brosa», la tierra en su conjunto, para después sacar otros minerales de ahí.
Andrés Mckinley, autor del documento «Mitos y Realidades de la minería de oro en Centroamérica», para Cáritas, El Salvador, dijo que se pone a prueba una serie de promesas que viene haciendo las empresas mineras para convencernos que hay algo nuevo en la minería, menos dañino en el medio ambiente, genera empleo, beneficios para las comunidades afectadas por la minería, que genera ingresos para el Estado, que genera el desarrollo sostenible y que respeta los derechos humanos.
Cabe señalar que este estudio se hizo en base a los proyectos de minería metálicas en marcha, reales y actuales en Centroamérica.
Para contrarrestar esta ola creciente de resistencia frente la minería a nivel mundial, y especialmente en Centro América, las empresas mineras han tomado la ofensiva.
Están en un esfuerzo de ganar mentes y corazones y de convencernos de que hay una nueva forma de minería más limpia, beneficiosa para todos y todas y respetuoso de los derechos humanos.
Agregó que, realmente no podemos hablar de beneficiados por la minería, porque los costos de la mineral metálica para las comunidades cercanas al proyecto minero y para los países, son muy altos especialmente por el medio ambiente, a pesar que las empresas mineras nos hablan de minería verde, moderna y responsable, para darnos esa impresión que hay algo nuevo en la tecnología, menos dañino al medio ambiente, pero eso no es cierto, pues la concentración de oro y plata que queda en el subsuelo de estos países es muy baja, entonces por su naturaleza requiere de tecnología muy dañina al medio ambiente para explotarlo.
Un ejemplo es cuando hay poca concentración de mina en el sub suelo, hay que cortar el bosque para llegar ahí, no hay otra forma, afirmó Mckinley, y hay que remover el suelo agrícola para llegar al oro y plata y hacer enormes hoyos para llegar donde está la concentración de oro.
Aparte del uso de grandes cantidades de agua, la minería de oro en Centro América contamina los ríos, lagos y mantos acuíferos con cianuro, un químico altamente tóxico, requerido en enormes cantidades para la etapa de lixiviación. Este químico es una amenaza a la flora y fauna y, en cantidades pequeñas, del tamaño de un grano de arroz, puede matar a un ser humano.
Según los pobladores de Valle de Siria de Honduras, una zona históricamente ganadera y de producción de granos básicos, la mina San Martín, en nueve años de operaciones, ha secado 19 de los 23 ríos originales de la zona, y el mismo gobierno reveló que la minería de oro dejó ríos y otras fuentes de agua, contaminados con niveles de cianuro mayores que las normas internacionales.
Las empresas mineras argumentan que la minería genera empleo para comunidades a nivel local. No obstante, según estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de las Naciones Unidas, la minería de hoy genera solo 0.09% del empleo a nivel mundial.
Además, el empleo que genera es principalmente para personas traídas de afuera, ya tecnificadas y experimentadas en la industria minera, no para la gente de las comunidades cercanas, a ellos les toca el trabajo menos humano y peor pagado, explica Mckinley.
Por lo que es un mito que la minería de oro en Centro América tienda generar mayores costos que beneficios para las comunidades y los países en vías de desarrollo. Por esa razón, no contribuye al desarrollo sostenible, ni genera ingresos significativos para los países de la región.
En el tema de derechos humanos, no son respetados en ningún momento, el caso de El Salvador, es aún más dramático, expuso Mckinley.
En este país tan densamente poblado, con crisis de agua y un medio ambiente descrito por las Naciones Unidas como el más deteriorado en las Américas después de Haití, la ciudadanía y el gobierno se han pronunciado en contra de la minería metálica. La voz de rechazo a esta industria incluye algunas de las instituciones, sectores, organizaciones y personajes más importantes del país.
La Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica, Caritas, El Procurador de Derechos Humanos, La Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (UCA), La Universidad Nacional, La Iglesia Luterana, Las Conferencia de Religiosos/as de El Salvador, La Mancomunidad de municipalidades de Chalatenango en el la cuenca del Río Lempa, Organizaciones ambientalistas, La Mesa Nacional Frente a la Minería, La Alianza Ambiental, El Foro del Agua, El Foro para la Salud, Un ex-presidente de la República y el actual presidente Mauricio Funes, se han manifestado en contra de la explotación minera, aunque esto les ha llevado a ser demandado internacionalmente por las transnacionales.
Es así, que la minería sigue violando los derechos humanos más fundamentales de los pueblos y bloquea la búsqueda de países en vías de desarrollo de sus propios caminos hacía el progreso, apuntó el investigador Andrés Mckinley, quien participó en el Taller Internacional sobre Minería y Derechos Humanos, realizado en Tegucigalpa, la semana pasada.
Hay que unir fuerzas para enfrentar la minería
El impacto de la explotación minera, es global, afecta el medio ambiente en general, por lo tanto no es un modelo de desarrollo sostenible para los pueblos.
Un proyecto llega, destruye el ambiente y no tiene más de 15 años de vida, por lo que no puede ser un medio de vida para una comunidad, dijo Ana Paula Hernández, del fondo para los derechos humanos globales.
Cada vez hay más voces que van directamente a los accionistas de las mineras, por lo que no creemos que los dueños no se den cuenta de los estragos que realiza esta actividad.
En el Valle se Siria, hay un población entera, enferma, es visible las secuelas de la minería en su piel y cabello, pero no sabemos exactamente lo que sucede dentro de su organismo.
Tenemos ejemplo de como se ha contaminado las fuentes de agua cercanas a las mineras, y también de la lucha de la población, la resistencia de la gente y el apoyo de las entidades gubernamentales, aunque no es en la mayoría de los países.
En Honduras, la lucha es muy fuerte, a pesar de la represión terrible, de un gobierno que le ha abierto las puertas a las minas, hay comunidades que han expulsado empresa mineras de sus zonas. Y uniéndonos en esta lucha, nos dará más fuerza, y por esa vía tenemos que seguir, concluyó Hernández..