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Guatemala

La mina Marlín y la resistencia de las mujeres

mujeres marlin guatemalaHace unas semanas, organicé un tour de aprendizaje con participantes norteamericanos para tocar el tema sobre la industria extractiva en Guatemala a través de la ONG con la que trabajo, el Comité Central Menonita (CCM). En el tour, visitamos el departamento de San Marcos y comunidades aledañas que lidian con esta problemática.

Las operaciones mineras en Guatemala no son un asunto reciente. En 1998, 2 años después de la firma de los acuerdos de paz tras una cruda guerra civil, la ley de inversión extranjera eliminó las restricciones de comercio con Guatemala, atrayendo a empresas gigantes transnacionales al país. Entre tantas, destacaba Goldcorp, una empresa extractiva Canadiense con alto interés en explotar oro en el área. Tras una licencia otorgada por el Gobierno Guatemalteco, la mina Marlin –operada por Montana Exploradora, una subsidiaria de Goldcorp– comenzó sus operaciones sin una consulta comunitaria previa que es obligatoria por diferentes leyes nacionales e internacionales en la comunidad de San Miguel Ixtahuacán en el Oeste de Guatemala.

En 2009, Goldcorp dejó de aparecer en la lista Canadiense del Índice Social Jantzi en inversiones éticas dado al controversial uso del cianuro en sus operaciones. Actualmente se dice que la mina Marlin es considerada la mina más lucrativa que Goldcorp posee a nivel mundial.

Durante nuestro viaje, visitamos personalmente la comunidad y nos entrevistamos con miembros de la comunidad para escuchar su lado de la historia.

Conocí a Crisanta Pérez, una mujer Mam con 6 hijos quien vive con determinación su filosofía de cuidar la madre tierra y defender su territorio. Crisanta resiste y denuncia las violaciones al ambiente y a su comunidad de la empresa minera Goldcorp. A pesar de las intimidaciones, 14 órdenes de captura y criminalizaciones por su trabajo en defensa de su territorio y sus derechos, Crisanta se mantiene firme. Cuando se le preguntó sobre cómo había nacido el movimiento de resistencia de San Miguel Ixtahuacán, ella explicó: “Son muchos los hombres que trabajan como mineros en la empresa. Nuestra comunidad está dividida en opiniones, y a pesar de que algunos de los hombres no estén de acuerdo con las operaciones extractivas en la comunidad, no toman una posición porque están trabajando dentro de la misma. Es por eso, que el movimiento de resistencia en San Miguel contra la minera empezó desde las mujeres”.

Crisanta en su condición de mujer indígena enfrenta diferentes niveles de opresión. En su contexto no exento de un sistema hegemónico patriarcal, Crisanta resiste los roles impuestos y se ha vuelto una figura pública, con voz, empoderada con el conocimiento sobre sus derechos y con asertividad para exigir la reivindicación de las prácticas ancestrales ecológicamente sostenibles que van de acuerdo a su cosmovisión Maya. A su vez, Crisanta denuncia incansablemente la explotación masiva de recursos. Durante nuestra visita ella explicaba: “Las transnacionales están destruyendo lo más valioso que tenemos, la Madre Tierra”.

Crisanta con su enfoque desde la periferia desafía la lógica dominante capitalista que sacrifica los elementos sagrados (Madre tierra) y que busca como fin estrictamente acumulación de riqueza. La posición de desigualdad que Crisanta tiene junto con otras mujeres Mam, les vuelve capaces de integrar una perspectiva más holística en línea con su cosmovisión y criticar las operaciones de la mina bajo una luz Maya Mam. Ellas, en su condición de opresión tienen una visibilidad amplia desde la base, y entienden el mundo desde su cosmovisión ancestral, como también desde la realidad del mestizo (Estado Guatemalteco), y del blanco dominante (Goldcorp) – contrario a los grupos de poder – quienes desde arriba, sólo comprenden y legitiman su conocimiento como el único y válido. Estas mujeres entonces se convierten en sujetos epistémicos privilegiados, al no estar “contaminadas” con la verticalidad panorámica propia de una posición social ventajosa.

El caso de la minera en San Miguel Ixtahuacán, su impacto ambiental y la criminalización de mujeres activistas, me lleva a ver este conflicto desde una mirada eco feminista donde el Estado Guatemalteco y la empresa minera, movidos por su enfoque en producción, consumismo y acumulación de riqueza fallan en respetar la soberanía y espiritualidad de los pueblos indígenas. La cosmovisión maya es pisoteada por un sistema mercantilista que no reconoce a la tierra como sagrada posicionando al hombre/producción sobre la mujer/naturaleza. La mujer y la naturaleza en este modelo son cosificadas y percibidas meramente como modos de producción-reproducción. Vandana Shiva, en su libro Cosecha Robada planteaba: “Durante más de dos siglos, el discurso científico patriarcal, eurocéntrico y antropocéntrico ha tratado a las mujeres, a otras culturas y a otras especies como objetos. Se ha considerado a los expertos como los únicos conocedores legitimados.Durante más de dos décadas, los movimientos feministas, los movimientos ecologistas y de defensa de los derechos de los animales han cuestionado esa cosificación y esa negación de su condición de sujetos”.

Crisanta y el grupo de resistencia anti-minería de San Miguel se resisten en abrazar una imposición de “desarrollo” evidentemente patriarcal-occidental que menosprecia la vida y legitima los abusos desde su posición de poder. Al contrario, ellas se asoman en su conocimiento ancestral y exigen su “Buen vivir”, que de acuerdo a su cosmovisión, es la búsqueda por la armonía y el equilibrio con la Madre Tierra y toda forma de existencia. Esta filosofía de vida naturalmente desaprueba toda forma de acumulación y explotación que pueda alterar la armónica convivencia y calidad de vida de otros seres.

En 2008, la Comisión Pastoral Paz y Ecología (COPAE) de San Marcos, junto con otras organizaciones haciendo estudios independientes, expusieron la detección de arsénico, aluminio, cobre, manganeso, entre otros metales, en ciertos nacimientos de agua cerca de la mina Marlin. El pobre manejo de los desechos de la mina y su presencia en las fuentes naturales de agua, es una buena explicación al incremento en enfermedades gastrointestinales y dermatológicas entre los pobladores.

Durante mi visita, mientras nos entrevistábamos con miembros de la parroquia de San Miguel Ixtahuacán, nos hablaron sobre cómo el racismo era utilizado políticamente para justificar estas atrocidades que se cometían en su comunidad. Según nos explicaba entre lágrimas Crisanta (miembro de la parroquia) el abuso se legitimaba bajo la premisa de que “los indígenas son sucios y antihigiénicos”. La jerarquización de razas o género carece de lógica y no se puede interpretar si no se estructura bajo una base con interés político. Esto me resultó un claro ejemplo de lo anterior, donde el desprestigio y discriminación hacia una población resulta alineada con el interés neoliberalista.

“En el umbral del tercer milenio, las estrategias de liberación han de asegurarse de que la libertad humana no se consiga a costa de otras especies, de que la libertad de una raza o género no esté basada en la subyugación creciente de otras razas y géneros. En cada una de esas luchas por la libertad, el desafío radica en incluir al otro”.  De nuevo citando a Vandana Shiva.

La lucha de Crisanta, es sin duda para mí un milagro nacido desde una comunidad oprimida. El sistema mismo que abusó y excluyó a las mujeres Mam, es ahora el mismo que provocó las condiciones para que se convirtieran en creadoras de un nuevo conocimiento fuera de una perspectiva dominante. El corazón y espíritu inquebrantable de estas mujeres en defensa de su territorio quienes retornan a su conocimiento ancestral, traducen sus luchas contra la violación de la tierra a sus cuerpos de mujeres y viceversa. Son mujeres que se aferran a su filosofía indígena del “Buen vivir”, buscando la armonía y condiciones sostenibles para vivir entre las personas y la naturaleza en paz. Bajo esa visión, Crisanta, y las mujeres de San Miguel Ixtahuacán se repiensan, se des construyen y se reconstruyen.

Fuente: Alainet