Para extraer el metro cúbico de oro que contienen los 33 millones de metros cúbicos de rocas y minerales que se removerían en Crucitas, hay que someterlos al proceso de lixiviación con Cianuro, en el cual este letal compuesto químico desprende el metal precioso de los materiales.
A lo largo del proyecto minero, se requeriría un total de cinco mil toneladas de cianuro, según el Dr. Allan Astorga de la Universidad de Costa Rica, quien se basó para ese cálculo en el Estudio de Impacto Ambiental presentado por la empresa que pretende construir la mina.
Para mantener vigente el decreto 34801 MINAET (que declara de Conveniencia Nacional la minería a cielo abierto en Crucitas), es necesario someter la imagen internacional de Costa Rica, la tradición conservacionista de su pueblo, y la responsabilidad ética y política depositada por este último en sus gobernantes, a un proceso igual de complejo en el cual se utilice un compuesto (¿político, económico?) lo suficientemente agresivo como para que separe el respeto a la vida y el derecho a un ambiente sano del tipo de desarrollo económico al que aspiramos las y los costarricenses.
El oro deberá quedar en Costa Rica, formando parte de la esencia de su suelo, y brillando simbólicamente desde el vientre de la Tierra para que las generaciones venideras recuerden que los principios no se mercantilizan, y que debemos atesorarlos en lo más profundo de nuestra existencia para que alimente las raíces de la Vida.
23 días en Huelga de Hambre, exigiendo que Costa Rica sea un país libre de minería metálica a cielo abierto.