Mientras la provincia de Soto Norte espera el acuerdo administrativo que emitirá el Ministerio de Ambiente sobre la delimitación del páramo de Santurbán, y que esta cartera aseguró comunicará en menos de un mes, pobladores de Charta, Matanza, Vetas, Suratá y hasta de la misma capital santandereana se dejaron contagiar por lo que coloquialmente llaman “fiebre del oro”.
Cada persona, sin importar su estrato socioeconómico, educación, cargo o afinidad política, sin escatimar esfuerzos, llega a los socavones artesanales, elaborados por los buscadores del oro. Algunas perforaciones son realizadas con martillos y cinceles, otros en cambio, más osados y con experiencia, usan taladros que alquilan para arañar la montaña.
La ambición en la región ha llevado a que el ‘galafardeo’, esa práctica ilegal para extraer el oro, se incremente en la zona. Antes, según las autoridades, los ‘galafardos’ no superaban las 100 personas, hoy mal contados, como expresa el alcalde de California, Víctor Arias, son más de 700 en la zona.
“Hoy lo que hay es una invasión y un desorden social gravísimo, con cuatro heridos por derrumbes en las minas, ante una manipulación indebida… nosotros somos los que estamos asumiendo un riesgo muy grande por las normas y leyes colombianas… esto es como una bola de nieve, que se ha ido amontonado y formando desde hace muchos años” afirma el alcalde. “Hoy hay trabajo, pero la gente no quiere trabajar, en ningún pueblo, con los alcantarillados, con el gas natural, la gente no quiere tomar esas opciones y lo que quiere es venir y sacar unas libras de oro, que están saliendo en determinados puntos, y la ambición está desbordando los límites de la mentalidad humana. El capital ha destrozado ciertos parámetros tradiciones y la misma cultura nuestra… Empezamos con 100 ‘galafardos’, hoy vamos en 700 y mañana pueden ser mil o dos mil personas, es una realidad y no podemos esconderla”, afirma Arias.
Ganancias desmesuradas
Mientras una persona de clase media alcanza a ganarse mensualmente entre un salario mínimo ($616.000) y $1’500.000 como empleado, en California la vida es a otro precio: un ‘galafardo’ puede ganarse $2 millones en una semana. Hay quienes rumoran que las ganancias ascienden hasta los $150 millones semanales, todo depende de la suerte que tenga cada persona, pero ninguno se atreve a sostener un valor exacto, por temor a que más habitantes lleguen a extraer el oro, ese mineral que el californiano considera de su propiedad únicamente, por estar en sus montañas.
“Nos tratan como si fuéramos ilegales y nosotros no somos ilegales, porque somos dueños de esto. Nosotros somos de aquí y esto era de nosotros”, asegura Luis Alberto Gélvez, quien se identifica como minero tradicional “de toda la vida”. Este minero cuenta que “debido a que hay minas que han dado buenos afluentes de oro, se ha regado la bola y ha llegado gente de un lado y de otro, pero nosotros ya vamos a controlar esto”.
‘No somos delincuentes’
De acuerdo con Gélvez, a partir de ahora los ‘galafardos’, que califica como mineros tradicionales, se organizarán con plantillas en mano, para ejercer un control sobre quién extrae oro y quién no.
“Haremos un control total, porque lo que está en juego es la comida de nosotros, si ese desorden sigue en las minas, no van a dejar trabajar a nadie. Los ‘galafardos’ somos todos, somos la comunidad que vamos a la mina a buscar cada día una maleta y sacar uno o dos gramos de oro, para el sustento diario”, afirma.
Similar es lo que narra Freddy Rico, otro minero tradicional, quien asegura que los californianos sí están organizados, “pero llega gente de afuera a la fuerza, a trabajar a la verraca, alegando que tenemos que dejarlos trabajar, porque esto no es de nadie, porque esto es de las empresas y ese el problema que tenemos con los municipios ajenos a California”.
Mineros como Gélvez y Rico no están dispuestos a seguir compartiendo lo que, según ellos, les pertenece.
“… nosotros por lástima los dejamos trabajar para que ellos también tuvieran, pero ese fue y le contó al otro, y el otro al otro, y se nos formó un problema, un conflicto… ya no hay campo para nosotros, ni para sacar las maletas de nosotros”, asegura Gélvez.
“Nosotros al vernos sin empleo, nos vimos forzados a buscar la comida allá arriba a las minas, pero ‘la fiebre del oro’ se regó en todo Soto Norte, y ahora la responsabilidad social de todos los municipios se vino hacia California… Está llegando gente de todos lados a trabajar a las minas, a crear fama, a decir lo que no es. Vienen a decir que acá utilizamos pólvora y dinamita, que andamos con armas y eso es falso. Acá no somos delincuentes, aquí somos personas necesitadas, que lo único que sabemos es vivir de la minería, porque acá no existe el sector agrícola, ni de la ganadería”, concluye Freddy Rico.
“Por el oro se está arriesgando el agua”
Frente a la problemática social que vive Soto Norte, el geólogo y especialista en geotecnia Julio Fierro advirtió sobre las consecuencias ambientales que puede desencadenar ‘la fiebre del oro’.
“La roca de donde se está sacando el oro contiene arsénico y ese arsénico, en cantidades apreciables, junto con el uso de mercurio y cianuro, son tóxicos para el agua, y este es un riesgo al que están sometidos los bumangueses que se benefician de estas cuencas de Soto Norte”, asegura el experto.
Y agrega: “No estoy de acuerdo que en una cuenca de agua se permita la minería. En el caso de los mineros pequeños, existe la necesidad de establecer unas alternativas y cuando se piensa en políticas públicas no se puede tener a todo el mundo contento, deben primar soluciones que beneficien al mayor número de población posible.
Cuando se hacen los socavones y se genera la liberación de estas sustancias químicas, los daños son para siempre. El oro no es fundamental, ni vital, esa es una visión arcaica, es un adorno, un accesorio, un lujo. Por oro se arriesga el agua y no hay nada que hacer desde el punto de vista lógico, ni desde cualquier otro punto de vista.
Qué pena por los que tienen intereses en continuar esta actividad, pero están en el lugar equivocado desde el punto de vista geológico geográfico y ético”, asegura Julio Fierro, quien además es profesor de la Universidad Nacional, experto en minería, asesor de la Contraloría General en Asuntos Ambientales y exasesor del Ministerio de Ambiente.
¿Qué dicen los demás actores?
David González, alcalde de Vetas: “Ya pusimos a discusión los temas de seguridad de Vetas y California, esperamos haga eco en los gobiernos departamental y nacional, para saber qué hacer. Esta problemática se nos salió de contexto”.
Hernán Linares, gerente de Eco Oro: “Creo que hay una disposición de las autoridades, lo que interpreto es que es una situación tan compleja donde venir a mitigar sólo se resuelve con generación de ingresos”.
Orlando Lizcano García, alcalde de Matanza y Presidente de la Asociación de municipios de Soto Norte: “Desafortunadamente contamos con más de 100 personas que de Matanza se están viniendo a ejercer el ‘galafardeo’”.