En las riberas del Timbiquí, uno de los ríos más caudalosos de la región pacífica, pocos se atreven a tomar de sus aguas. En esa zona, una de las más devastadas por la minería ilegal y el narcotráfico, lo que se acostumbra es esperar la lluvia para proveerse del líquido vital.
La Defensoría del Pueblo de Cauca asegura que los lugareños temen usar el agua del río, que está contaminada por el mercurio y el cianuro que se usan para separar el oro en la minería artesanal, y que pasa lo mismo con los peces que les da la cuenca. Las afecciones de la piel y problemas de la visión se han disparado.
Casi mil kilómetros hacia el norte, dos municipios antioqueños, Segovia y Remedios, aparecen en la lista de los más contaminados por mercurio en el mundo, según la Oficina de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi). Esos documentos hablan de por lo menos 15 trasplantes de riñón por contaminación con mercurio en la región en los últimos años. (Lea también: El desolador panorama de la minería ilegal en el Chocó).
La riqueza aurífera, que para Segovia y Remedios trajo también la maldición de la violencia de ‘paras’ y guerrilla, les ha dejado una enorme deuda con el medioambiente. La preocupación, después de décadas de indiferencia, parece estar surtiendo efecto, pues redujeron en un 25 por ciento los vertimientos de la peligrosa sustancia a los ríos. En esa zona del nordeste antioqueño los diferentes afluentes recibían, en promedio, 33 toneladas del metal líquido al año; mientras otras 17 se evaporaban en el aire en medio de los procesos de la minería.
La Contraloría, en un informe revelado esta semana, asegura que al menos 80 municipios de 17 departamentos están bajo el mismo riesgo. Pobladores de Caucasia, El Bagre, Zaragoza y Nechí, también en Antioquia, dicen que en la cuenca baja del Cauca, por consumo de aguas contaminadas, hay casos de malformaciones genéticas.
En la serranía de San Lucas (sur de Bolívar), que aporta aguas a las ciénagas que son despensas pesqueras para el norte y centro del país, las poblaciones mineras de Montecristo y Achí también sufren la resaca de la fiebre del oro. Allá, peces como la mojarra amarilla, el moncholo y la doncella tienen niveles de mercurio muy superiores a los aptos para el consumo humano. Pero los vertimientos no paran, porque la explotación del oro es el único negocio rentable para centenares de familias que viven del rebusque, más desde que los cultivos de coca empezaron a decaer.
Pese a las alarmas ambientales y a que Colombia es el segundo consumidor de mercurio en el mundo, después de China, la Contraloría asegura que no existe una cifra confiable de cuántas personas han sido afectadas por la sustancia.
Un informe de este año del Instituto Nacional de Salud apenas registra 35 casos de intoxicación por mercurio. Tres de los afectados eran niños.
La Amazonia, en riesgo
Jesús Olivero Verbel, director del Doctorado en Toxicología Ambiental de la Universidad de Cartagena y quien lleva más de 20 años investigando el tema, asegura que los pueblos más afectados están en Antioquia, Chocó, Bolívar, Santander, Nariño y la Amazonia. En esos sitios, también, la posibilidad de contar con atención médica es precaria.
Olivero advierte que la situación en la cuenca amazónica puede ser incluso más grave que la del sur de Bolívar y el norte de Antioquia, zonas que tradicionalmente han sido reportadas como las más golpeadas por los efectos nocivos de la minería aurífera.
En el suroriente del país la ruta del mercurio sigue el cauce del poderoso río Caquetá, atraviesa resguardos indígenas y se concentra en el cerro de Cumare, en la zona donde el Caquetá se junta con los ríos Yarí y Luisa. Un estudio realizado recientemente en esa zona encontró en el cabello de los habitantes 40 partes de mercurio por millón, cuando el nivel normal es de 1 por millón.
La contaminación por mercurio se siente hasta en Bogotá. La Secretaría de Salud tomó una muestra con 401 personas que consumen pescado proveniente de varias regiones y encontró que el 13,5 por ciento tenía niveles de mercurio superiores a los normales.
Falta regulación
Aunque el año pasado el Congreso aprobó la ‘ley del mercurio’, que plantea, en 5 años, prohibir el uso de ese metal en la industria minera, expertos aseguran que falta regulación. “Debe modificarse, teniendo en cuenta las recomendaciones del Convenio de Minamata (estrategia mundial para eliminar el mercurio). La ley hace énfasis en prohibir su uso y no en transferir tecnología para dejar de emplearlo”, afirma Jesús Olivero. Y agrega: “Cuando el mercurio sea ilegal, entrará de contrabando, empeorando el problema y la pobreza del minero artesanal”.
JUSTICIA
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