No es un hombre de muchas palabras, pero sí de palabras fuertes. Javier Ramírez lleva pocos días de libertad, luego de haber pasado 10 meses en prisión bajo el cargo de rebelión contra el Estado.
La sentencia se impuso el martes pasado y determinó que debía estar en la cárcel los mismos 10 meses, por lo que quedó libre. Ahora camina por las calles pese al dictamen de la Corte de Justicia de Imbabura, sigue diciendo que es inocente.
El día empieza en la comunidad de Junín, en Íntag. El sol ya alumbra el colorido y pequeño pueblito, que se ha caracterizado por oponerse a la actividad minera por cerca de dos décadas. Ramírez, con sus botas de jornalero, un pantalón azul, camiseta blanca y machete en mano, cruza la cancha de ecuavoley que se ubica casi en el medio del poblado. Lo acompañan tres turistas.
Su alegría es evidente. La cita se había pactado para las 10:00, en su vivienda, una modesta casa construida con madera, donde vive con su esposa, Ileana Torres, y sus hijos. Eran las 09:00, pero, sin problema, regresó, se sentó en un banco que da a la puerta de ingreso y se dispuso a conversar.
Torres estuvo al tanto de todos los trámites, de un juzgado a otro, de ciudad en ciudad. Ahora se la ve más relajada, contenta, como a su esposo.
¿Mantiene su posición de que es inocente?
Sí. Yo siempre voy a mantener esa palabra. Yo soy inocente, he sido inocente y estuve en la cárcel siendo inocente. Yo no estuve el día en que se dieron esos hechos de los que se me acusan. Estuve aquí, en mi casa.
Está libre, pero fue declarado culpable. ¿Por qué cree que se dieron así las cosas?
Pienso que se dio esa situación para que queden bien el Gobierno y la parte acusadora. Con eso se justificaban, según creo y entiendo, los 10 meses que ya he pagado por un delito que no he cometido. Creo que el apoyo que tuve de la gente presionó para que se diera esa sentencia.
Asegura que no participó, entonces ¿por qué cree que se lo encarceló?
Porque siempre he estado aquí, conversando con la gente, diciéndole que la minería traerá destrucción, contaminación, y eso saben algunas empresas que han intentado ingresar y mi posición ha sido de no dejar que entren. He andado por todo lado difundiendo, haciéndoles conocer que la minería no es compatible con nuestra zona, porque nuestra zona es biodiversa y toda la gente de aquí está dedicada a trabaja en la tierra, en el campo.
¿Cuál fue el propósito entonces, según usted?
Tal vez, la Empresa Nacional Minera (Enami) tuvo esta estrategia para atemorizar a los demás líderes y a la gente. Lo que uno podría pensar es que se van a tomar represalias en contra de la gente que no está de acuerdo con este proceso.
¿Cómo fue su detención?
Nos mandaron una invitación para reunirnos con el ministro del Interior, José Serrano, y, como no he cometido ningún delito, viajé a Quito con dos compañeros. Nos registramos en la entrada y dos nos quedamos sentados en la sala de espera. Solo uno ingresó a conversar con el Ministro. En su conversación no llegaron a un acuerdo y discutieron un poco. El compañero salió y ya no nos recibió a nosotros.
Salimos y nos regresábamos cada uno a su casa. Como no tengo otra casa, yo venía para acá, tenía que regresar a mi hogar.
En Nanegalito se subió la Policía a pedir documentos. Cuando tuvieron los míos, me dijeron: “Señor Ramírez, está detenido”. Yo pregunté por qué y me respondieron: “Usted tiene juicio de alimentos”.
¿Qué hizo usted?
Les dije que estaban equivocados y no me devolvieron los documentos. Cuando les pedí que me los devuelvan, me dijeron que estaban en el destacamento y que fuéramos hasta allá. Como pensé que no debía temer nada, me bajé y fui. Cuando llegamos, los policías no tenían nada. Les pedimos que nos mostraran la orden de detención y no tenían y dijeron que ya estaba llegando de Quito.
Mi otro compañero había llamado a contar que estaba detenido y en Nanegalito también tenemos gente que está a favor de la conservación, acudieron a exigir respuestas. Se iban agrupando y ellos se preocuparon de mantenerme en el destacamento. Me subieron al patrullero y, como no podía comunicarme, porque me llamaban al celular y ya no me dejaban contestar… En el momento en que me bajé del bus, perdí mi libertad.
¿Qué pasó después?
En el patrullero me trasladaron hacia Otavalo. En un principio cogieron la vía que lleva a Quito, por lo que mi compañero pensó que iban para allá y se fue para la capital, pero yo estaba ya por Otavalo. Cuando llegamos tampoco tenían ningún documento, pero ya me encerraron en el CDP, junto con los que están presos por juicios de alimentos. Ahí estuve como dos horas y recién llegó el documento, la orden de detención.
¿Esa orden era por juicio de alimentos?
No. Me trasladaron a Cotacachi para la formulación de cargos. Ahí sí dijeron el delito: rebelión y terrorismo. Enseguida me trasladaron a la cárcel de Ibarra. Es algo que no se puede creer.
¿Cómo fueron estos 10 meses en prisión?
Una pesadilla. Nunca había conocido la cárcel, no había ido ni de visita. Fue otro mundo. Es bien difícil estar ahí para una persona que no ha cometido un delito.
Vi muchas cosas terribles. Apenas llegué, a uno lo reciben con la ‘fila india’. Para los siguientes días, los mismos internos me persiguieron para extorsionarme. Todos tienen algo que les sirve como arma para intimidar a los nuevos y pedir dinero para su vicio.
¿Cómo llevó una situación así?
Poniéndome duro. No les di nada porque eso es lo que aconsejan, que no se les dé nada. Si uno demuestra miedo le siguen pidiendo. Les dije que así me maten no iban a coger nada de dinero. Eso llevaba a que me golpeen: me ponían sus armas en el cuerpo entre unos siete mientras otro me daba puñetes en la cara, en el cuerpo… donde caían. Uno no se puede defender. Eso duró dos meses.
¿Y después, se calmó la situación? ¿Por qué?
Al principio pedí que no me visitaran porque, como llegaba mucha gente a verme, los demás reclusos creían que me dejaban dinero y que era dueño de una mina y que estaba haciendo plata solo yo y que por eso estaba preso. Eso decían ahí adentro. Después de dos meses se dieron cuenta de cuál era mi supuesto delito y ahí se calmaron. Los otros meses fueron un poco más tranquilos, pero prisión es prisión.
En la audiencia lo sentenciaron, pero volvió a la libertad. ¿Qué pensó?
No tenía palabras para agradecer a la gente que hizo presión. Mientras estábamos en la audiencia pensaba en qué iba a pasar y cuánto de sentencia me iban a dar o si iba a salir libre. La alegría fue grande cuando dijeron que me iba a casa y al mismo tiempo saber que me daban una sentencia por un delito que no he cometido no me hacía tan feliz. Lo que debo hacer es informar a la gente que no he cometido ningún delito.
Esperó cinco horas para ser libre después de dictada la sentencia…
Tenía angustia por salir, por estar con mi familia, con la gente. A la media hora salí un momento, pero faltaba la firma de la directora, pero ella decía que estaba en reunión. Todos los guías, la Policía, los demás funcionarios del centro querían que me suelten en breve, pero ella decía que estaba ocupada.
Salir fue una emoción tan grande… A estar con mi familia, no sé cómo expresar esa alegría de estar con la gente.
Salió, se calzó unos deportivos y quiso correr ¿por qué?
Tenía tantas ansias por salir, que quería irme lo más lejos de ahí y lo más rápido posible y regresar a donde me esperaban, a mi casa.
En este punto de la charla, su rostro se había relajado nuevamente y la gran sonrisa de un principio regresó. Recuerda cómo la gente que lo apoyó lo espero hasta que saliera del CDP, que lo levantaron en hombros, que abrazó a su familia, que muchos lo acompañaron hasta dejarlo seguro en su casa…
¿Cómo fue el recibimiento de sus hijos?
Una alegría que no es comparable con nada. Lo que han hecho con mi familia es irreparable porque desde que perdí la libertad incluso dejaron de comer. Cuando llegué, hasta las ganas de comer regresaron.
Es evidente que en la comunidad existe una división en torno al tema minero, pero cuál es su criterio. ¿Cómo ve a Junín 10 meses después?
Ha cambiado mucho. Cuando estaba libre no había gente desconocida. Ahora siento que están invadiéndola personas que no son del lugar. Es gente de la empresa que está trabajando. Desde mi punto de vista no es legal lo que hacen, se están apropiando de la comunidad, por eso hay división.
Cuando fue apresado usted era el presidente de la comunidad, pero en este tiempo hubo algunos cambios…
Era el presidente.
¿Cambiaron la directiva?
Se han conformado dos directivas porque la Enami buscó trabajadores de la comunidad con el objetivo de que sean ellos parte de la directiva y traten de manejar la comunidad, pero no lo han logrado porque todavía somos mayoría los que nos oponemos. Ellos hicieron una directiva que no es legal para la gente de la comunidad, pero las autoridades la quieren legalizar por los ámbitos jurídicos.
Sin embargo, nuestra directiva es la legal porque para que exista un cambio de directiva el directorio anterior debía convocar a elecciones. Ahora hay dos directivas y yo no formo parte de ninguna. Veremos cómo evoluciona el tema.
En esta nueva etapa de libertad, ¿cuáles son sus prioridades?
Siempre he sido dedicado a mi familia, nunca he salido de mi hogar y mi trabajo ha sido aquí, en la tierra. Voy a seguir trabajando aquí mismo en las fincas orgánicas de café, que se exporta a diferentes partes del mundo. A fortalecer aún más a la Asociación de Caficultores de la zona del río Íntag para demostrarle al país que somos capaces de producir en nuestras tierras, que se puede vivir y trabajar sin dañar el medioambiente, sin la minería. Además seguir impulsando el turismo en la comunidad.
¿Luego de haber estado en prisión, su posición respecto a la minería ha cambiado?
Para nada. De hecho mi posición es más clara. La gente ha luchado por mí y yo seguiré luchando por la gente aún más. Todo lo que pueda hacer lo haré para ayudar, sobre todo a la gente que me ayudó, que son muchos y con quienes estoy muy agradecido.
¿Tomará alguna acción legal luego de la sentencia que recibió o el caso queda ahí?
Esto no se queda ahí. Vamos a seguir, buscaremos cualquier medio para defendernos. La lucha ahora empieza.
Termina la conversación. El día continúa tranquilo en Junín, el sol sigue calentando. Ramírez, junto a los tres turistas que lo acompañaban, sale de nuevo de su casa. Se dirigen por el camino que lleva a la entrada de la comunidad a encontrarse con otro grupo de turistas que llegan a conocer la zona.
Entre esa actividad, el trabajo en la plantación de café y en el terreno en el que siembra el alimento que lleva a la mesa de su hogar, continúa su jornada, en un proceso en el que nuevamente se adapta a su libertad.(RE)