31 de enero 2011
Nosotros y nosotras, agentes de pastoral y líderes comunitarios de diferentes zonas del país que nos hemos reunido en el Taller de la Tierra, en la Casa Indígena de Riobamba, entre el 27 al 29 de Enero de 2011, reconocemos como un signo de los tiempos este encuentro entre la iglesia comprometida y los defensores de la naturaleza.
Este encuentro se dio en el marco de la declaración de Aparecida salida de la V Conferencia Episcopal Latinoamericana y del Caribe en 2007, que reconoce en su numeral 471:
“En América Latina y El Caribe se está tomando conciencia de la naturaleza como una herencia que recibimos para proteger, como espacio precioso de la convivencia humana y como responsabilidad cuidadosa para bien de todos. Esta herencia se manifiesta muchas veces frágil e indefensa ante los poderes económicos y tecnológicos. Por eso, como profetas de la vida, queremos insistir que en las intervenciones sobre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida, en perjuicio de naciones enteras y de la misma humanidad. Las generaciones que nos sucedan tienen derecho a recibir un mundo habitable, y no un planeta contaminado. Felizmente en algunas escuelas católicas se ha comenzado a introducir entre las disciplinas una educación a la responsabilidad ecológica.”
Con este espíritu, y animados por la presencia viva de Monseñor Leonidas Proaño en la celebración del primer centenario de su nacimiento, numerosos testimonios presentados a lo largo de estos días nos permitieron constatar que hay un avance violento del modelo extractivista, el mismo que se expresa en una ampliación de la frontera petrolera hacia el centro sur de la amazonía y toda la región costa, desconociendo la tragedia ambiental y social vivida por las comunidades que han sido forzadas a vivir junto a estas operaciones desde los años ’70.
Se pretende abrir el territorio nacional a la minería de gran escala que provoca daños ambientales y sociales, contamina el agua, desplaza comunidades y destruye las culturas y formas económicas locales.
Existe el plan de construir numerosos proyectos hidroeléctricos, embalses y trasvases, para controlar el agua de los ríos y vertientes y despojar de tierras y territorios a las comunidades asentadas en esos sitios.
Las plantaciones forestales de eucalipto, pino, teca, balsa, se expanden en los páramos y en suelos con vocación agrícola.
Los programas Socio Bosque y Socio Páramo, con un lenguaje que aparenta conservar estos ecosistemas, se busca quitar a las comunidades y los pueblos sus derechos a la selva y al páramo.
Toda esta destrucción de la naturaleza ha puesto en peligro la supervivencia de la humanidad. Paradójicamente, esto sucede después del proceso constituyente en el que logramos incorporar derechos fundamentales en la nueva Constitución que garantizan el respeto prioritario de los derechos humanos y de la naturaleza. Más aún, constatamos que en los últimos dos años se ha desatado una ola de criminalización a hombres y mujeres que proféticamente han puesto sus vidas al servicio de la defensa de la Pachamama, a quienes reconocemos como custodios de la Creación.
Monseñor Proaño nos advirtió que “sin tierra uno es nadie, es como perder la vida. Allí en la tierra crece la familia, la organización, el pueblo. Sin tierra es como estar prisionero. Cuando se la arrebata siente como que le arrebataran algo propio”
Frente a esto nos comprometemos a: Fortalecer la motivación a todos los agentes de pastoral y a coordinar la reflexión y las acciones con las organizaciones locales. Mantenernos atentos a los conflictos y emergencias que viven las comunidades. Activar los medios de comunicación disponibles para que las denuncias lleguen a todos y animar la solidaridad
Nos sumamos al caminar de la iglesia de Sucumbíos animándola a seguir trabajando en defensa de la vida, la justicia y la dignidad, en momentos en que ésta se encuentra amenazada.
Riobamba, 29 de Enero de 2011, Primer Centenario del Nacimiento de Mons. Leonidas Proaño.