25 de Abril de 2011
Por Giulietto Chiesa
Si existimos es porque el nivel de radiactividad en la superficie de la tierra es compatible con nosotros. Mejor dicho nosotros, seres humanos y seres vivientes en general, hemos nacido compatibles con un determinado nivel radiactivo. El hecho es que nosotros humanos hemos extendido la Tabla Química de Mendeleev, añadiendo otros elementos, todos diferentemente radiactivos.
Además hemos hecho algo peor, creando centenares de sustancias que no existen en la naturaleza, moléculas que la naturaleza no reconoce. Estas sustancias como tales, que seguimos introduciendo en la naturaleza, no pueden ser recicladas, porque la naturaleza se recicla a sí misma y no prevé nuestras locuras. Es decir que quedarán para siempre, hasta el punto tal que asfixien nuestro ecosistema. Si no se tienen presente estos «detalles» la discusión sobre la energía nuclear no tiene mucho sentido y amenaza con tener poca eficacia, o con reducirse a una cuestión de economía, o de energía. No es así. Quienes siguen apoyando la energía nuclear, a pesar de Fukushima, no sienten miedo. Nosotros, en cambio, de un modo u otro tenemos que aumentar el nivel de miedo. Lo afirmo con decisión, incluso sabiendo que el miedo es un sentimiento, una emoción,! y generalmente no ayuda a tomar decisiones racionales. Sin embargo trataré de hacer un aporte al aumento del miedo, porque temo que sea la única forma de elevar las posibilidades de supervivencia.
El 12-13 de junio, por ejemplo, en Italia se tendría que votar un referendo para abrogar la ley que sintetiza el programa nuclear del gobierno de Berlusconi: un programa que prevé la construcción de algunas centrales nucleares en el territorio italiano.
Escribo en condicional ‘se tendría’, porque hasta el momento en que escribo estas líneas el gobierno, temiendo perder el referendo – que eliminaría todo programa nuclear italiano para las próximas décadas, es decir para siempre – comenzó una retirada táctica que podría (pero no es seguro) eliminar el mismo referendo con una decisión de la Corte de Casación. En realidad esta maniobra del gobierno no significa en absolu! to una renuncia a la energía nuclear. Lo dicen los mism! os minis tros: nosotros nos quedamos con esa idea, pero, a la luz de los acontecimientos de Fukushima, creemos que es necesaria una «pausa de reflexión», eso significa que habéis tomado una decisión sin haber evaluado lo suficiente. Pero éstas son cuestiones italianas, de un país a la deriva. Su plan es el de dejar pasar la emoción, y luego, cuando ella se haya apagado, con el tiempo, volver a la carga con un nuevo proyecto nuclear, modificado apenas un poco para no llamar la atención.
En realidad es mucho peor. El gobierno da marcha atrás sobre la energía nuclear porque teme que este argumento, por sí solo, también podría arrastrar al voto a los italianos sobre los otros tres referendos que penden sobre su cabeza. Dos de ellos están en contra de la privatización del agua, el cuarto – es perjudicial para Berlusconi – atañe la abrogación del llamado «legítimo im! pedimento», es decir la posibilidad actual del Primer Ministro de evadirse del juicio de los tribunales que están juzgándolo en cuatro procesos penales. Es obvio que la opinión de la gran mayoría de la población tiene una posición hostil en cuanto a la energía nuclear italiana, como lo era en 1986, inmediatamente después de Chernobyl. Mucho más aún después de Fukushima. De aquí surge la maniobra de retirada táctica de la energía nuclear. Y éstas, una vez más, son cuestiones italianas, de un país que ha estado ocupado con el fraude por un ejército de lansquenetes, donde lo único que les importa es el poder y la billetera, ambos propios. En realidad los cuatro referéndum, en especial, además del de la energía nuclear, el del pronunciamiento popular en contra de la privatización del agua, son todos derechos del pueblo ! italiano. Intentar eliminarlos sería un real atentado a! la demo cracia. Y estoy seguro que ésto multiplicará las energías de millones de activistas y ciudadanos para defender precisamente la democracia.
Porque el miedo a la energía nuclear ya existe en Italia. Pero es necesario – como he dicho – ampliarlo a toda Europa y al mundo entero. Un referéndum en el que 50 millones de italianos, es decir de europeos, rechazan para siempre la energía producida por las centrales nucleares, sería una señal – política y cultural – europea y mundial. Entonces es necesario insistir señalando los peligros con toda la fuerza de la cual disponemos.
Apuntando al primer elemento que ya se ve con absoluta evidencia: no existen centrales atómicas seguras. Las trece centrales atómicas construidas en las costas japonesas del Océano Pacífico fueron proyectadas para resistir a terremotos de hasta el séptimo grado de la escala de Richter y a sus ! correspondientes tsunamis. En cambio lo que tuvo lugar fue un terremoto del noveno grado. Y al menos cinco de estas centrales quedaron averiadas. De las otras se sabe muy poco hasta el momento.
Lo único seguro es que la información que el mundo ha recibido es microscópica, mientras que la catástrofe ha sido inmensa y las consecuencias producirán, con muy altas probabilidades, centenares de millares de muertos por irradiación. Sólo que nosotros no veremos las cifras de esta desmesurada hecatombe, porque estas muertes quedarán diluidas en el tiempo y por todos los medios tratarán de escondernosla. Ahora nos dicen, en Italia y en otros lugares, que se tratará de proyectar mejor, de aumentar los «niveles de seguridad», de multiplicarlos. Pero la pregunta que queda abierta – una de las cien preguntas insuperables – es ésta: ¿Qué sabemos del futuro? ¿Cuál es la magnitud del próximo terremoto? ¿O la altura de la ola del próximo tsunami? Hace cien años nadie habría podido ni siquiera imaginar la existencia de una central nuclear. Dentro de cien años estas instalaciones estarán allí todavía, contaminando al planeta, ellas o sus sucesoras. ¿Y nosotros, que ya estamos trastornando todos los equilibrios de nuestro ecosistema, como podremos prever cuál será el nivel de las catástrofes que produciremos? ¿Por ejemplo qué producirá el calentamiento climático que estamos alimentando activamente con un desarrollo insensato? ¿Qué relación existe entre el derretimiento de los casquetes polares y la frecuencia y la intensidad de los terremotos? Sólo que se puede «parar» una catástrofe natural, aunque gastando muchos dinero, y con algún millar de muertos por vez. Pero una catástrofe atómica podría ser irreparable. Para todos. Y en cada uno! de los siglos futuros en los cuales no podemos mirar. Ésta es la diferencia. En este debate muchos parecen no darse cuenta de este «detalle».
Por ejemplo los que decían: ¿por qué preocuparse de alguna nueva central nuclear en Italia cuando, apenas sobrepasada la frontera, en Francia hay decenas de ellas? Y en Europa otras decenas. Precisamente: una catástrofe atómica en Francia sería exportada inmediatamente a Italia y a Europa. Chernobyl fue exactamente eso y Europa entera fue avasallada porque hubo una avería en un único bloque de la central y se fundió el núcleo (y sigue sepultado, fundido, aún hoy). ¿Pero ésta os parece una buena razón para multiplicar las centrales, es decir los riesgos? Lo que pocos saben es que las cifras de los riesgos nucleares en tiempo de paz son mucho más altas de lo que nos haya sido dicho. Recientemente (New York Times el! 13 de abril de 2011), un investigador americano, el fí! sico Tho mas Cochrane del Natural Resources Defense Council, ha realizado un estudio muy cuidadoso del que surge, basándose en los datos recogidos a partir del primer «meltdown» (fusión del núcleo), ocurrido en 1957, que, «con 439 reactores ya funcionando en todo el mundo cada tres años promedio se verifica estadísticamente un accidente en el núcleo del reactor.» Una cifra escalofriante.
Pero los partidarios de lo nuclear nos hablan de las centrales de tercera generación, que serían la panacea para todos los males, y tratan de tranquilizarnos. Nos dicen que por más que el uranio no es infinito, como todas las cosas de esta tierra, algún genio ha inventado los reactores autofertilizantes (breeder reactor) que producen otro combustible nuclear mientras trabajan para producir calor. Algo muy parecido al movimiento perpetuo. ¡Viva! Entonces tendremos combustible para la fusión,! y para siempre. ¿Verdadero? ¿Falso? Si miras adentro de esta Caja de Pandora te darán escalofríos. Sólo como para empezar los reactores breeder ya habían sido inventados en los años 70′, simultáneamente en muchos países, entre los cuales Japón, Estados Unidos, Unión Soviética, China, Gran Bretaña, Francia, Alemania. Lamentablemente fueron abandonados porque los problemas que crearon y los peligros que implicaban eran demasiado grandes. Ahora hay dos de ellos en construcción en Francia y en Finlandia. La puesta en marcha del primero fue bloqueada tres veces por su propia autoridad de vigilancia francesa por su actual, persistente peligrosidad. El segundo, en Finlandia, que ya tendría que haberse terminado, pero aún no lo han hecho, mientras los costos, gastos de seguridad, se vuelven astronómicos. La razón es simple: los riesgos son enormes y l! as aseguradoras lo saben. La gente no lo sabe.
Ahora, lam! entablemente, cualquier hipótesis de desarrollo de la energía nuclear implica la construcción de reactores breeder, porque el uranio disponible, por más que haya bastante en la corteza terrestre no es y no será suficiente para solucionar los problemas energéticos del planeta siguiendo con los actuales ritmos de crecimiento de la demanda energética. Los depósitos naturales utilizables a costos prácticamente sostenibles alcanzarían para alrededor de 80 años con el actual número de reactores en funcionamiento. Si duplicaran (Dios no lo permita) bajaríamos a 40 años. Pero entonces el uranio sería suficiente, más o menos, para abastecer a las actuales centrales. No hay nada que hacer.
Entonces veamos como está formada la materia. El uranio natural contiene 140 átomos del isótopo uranio 238 por cada átomo de uranio 235. Por lo tanto para tener c! ombustible utilizable hace falta enriquecer el contenido de uranio 235. Hasta el 2-4%. Para tener una idea, el reactor de Chernobyl usaba uranio 235 enriquecido al 1,8%. Se produjo una explosión nuclear, que fue pequeña precisamente por el bajo porcentaje de enriquecimiento. Ésto es algo que incluso el hombre de la calle que ha leído un poco lo sabe. ¿Pero qué es lo que hace un breeder reactor? Produce como «descarte» de elaboración el plutonio 239, el cual también es bueno como combustible nuclear. Además, siempre como efecto de la creatividad humana, se ha descubierto que los mismos breeder pueden convertir el torio en uranio 233, éste también utilizable como combustible. Y el torio está en la naturaleza cinco veces más abundantes que el uranio.
Hasta aquí estamos en el país de las maravillas. Hay un único problema: ya sea el plutonio 239, como el ura! nio 233 «trabajan», es decir, se dividen en la fusión, ! a temper aturas muy superiores a las de las centrales actuales, que son enfriadas con agua. El agua que se utiliza en los reactores actuales es muchísima, porque tiene que enfriar continuamente un núcleo que produce vapor a unos 400 grados. Pero no es suficiente para enfriar los breeder. Por lo tanto se tiene que trabajar a altas temperaturas. Entonces para enfriar el núcleo se tiene que utilizar sodio líquido o litio líquido. Es decir es necesario un circuito de enfriamiento mucho más delicado y mucho más peligroso, porque el sodio y el litio líquidos explotan cuando entran en contacto con el agua o con el aire. Pero a su vez estos dos metales líquidos, que salen candentes del núcleo, después de haberlo enfriado, también tienen que ser enfriados antes de regresar al núcleo. Y no queda otro sistema que sumergir estos conductores, sellados rigurosamente, obviamente, en el agua del mar. Bas! taría con una microscópica pérdida para provocar explosiones devastadoras.
¿Pero serían explosiones como la de Chernobyl? Lamentablemente para todos nosotros la respuesta es negativa. Porque los breeders utilizan combustible mucho más enriquecido: estamos en niveles del 15-30%, y a veces también 50 o 60%, de una mezcla de uranio 235, uranio 233, plutonio 239. Un accidente, por más mínimo que sea, en un reactor de este tipo podría provocar una detonación nuclear capaz de evaporar todo el reactor. Dada la alta concentración del combustible, los efectos de aunque sea una sola detonación de este género serían letales ya no a nivel de un país, sino de continentes enteros.
La hipótesis, como es evidente, es escalofriante. El hecho es que por ejemplo India ya está construyendo un reactor breeder de 500 megavatios en Kalpakkam, en la costa de Tami! les Nadu. Y prevé construir para 600 gigawatts (es deci! r 1200 r eactores de este tipo). El escritor y ambientalista finlandés, Risto Isomaki escribió recientemente (es de allí de donde he obtenido estas cifras) que, un programa de este tipo – ya que estos reactores tienen que ser construidos a orillas del mar como los de Fukushima – equivaldría a la escritura de la declaración de extinción del género humano. Con la fecha en blanco. Correspondiente a la del primer tsunami-gigante que tendría lugar.
Y ahora una última consideración. Estamos hablando de tiempos de paz. Ahora tratemos de imaginar una guerra. ¿Os parece fuera de tema? A mí no me parece, porque, al contrario todo demuestra que los peligros de guerra están aumentando. Pero hagamos un esfuerzo todos juntos. La Primera y la Segunda Guerra Mundial ocurrieron sin átomo. Hiroshima y Nagasaki no fueron decisivas. En la próxima podrían utilizarse armas at&o! acute;micas. Pero ni siquiera es necesario hacer esta hipótesis. En este momento existen 439 armas atómicas listas para explotar si se bombardeara oportunamente. Si, dentro de algunas décadas, tendremos los breeder esparcidos por el mundo, serán armas letales, incluso más letales que una ojiva nuclear, como para hacerlos explotar dentro de cada país beligerante. Minas que cada uno habrá puesto dentro de su propia casa.
Es por esto que la lucha contra la llamada energía nuclear pacífica tiene que convertirse en una lucha mundial.