Utilities, Construcción y Comercio son algunos de los rubros vinculados de manera muy significativa con la producción de la actividad minera.
Las distorsiones que ha provocado el alza en el precio del cobre han llevado a los expertos a identificar en la economía chilena señales propias de enfermedad holandesa. La dependencia del PIB de la actividad minera y las incertidumbres sobre una posible baja en el precio del metal rojo o de menores inversiones han desatado el debate sobre cómo enfrentar el futuro y evitar repetir la crisis vivida tras el boom del salitre.
El aporte del sector minero en la economía nacional llega al 13% del Producto Interno Bruto (PIB), pero al medir el impacto sobre el resto de los sectores y la demanda final esta cifra se eleva por sobre el 43%.
Así, un estudio elaborado por la Facultad de Emprendimiento y Negocios de la Universidad Mayor advierte de la fuerte dependencia que se genera entre todas las áreas de la economía chilena y la minería.
Ésta llega incluso a suponer de manera directa e indirecta más del 47% del crecimiento de algunos de los sectores. En especial, Electricidad, Gas y Agua y Construcción muestran los mayores encadenamientos, puesto que la minería explica el 47,2% y 43,4% de sus respectivos aportes al PIB. Con una marcada contribución, también en el sector de Transporte y Comunicación significa el 39,6%, junto con los Servicios Financieros y Empresariales, donde aporta un 38,6%.
Reducción de la actividad
De cara al futuro, la cartera de proyectos de inversión en minería del cobre, oro, plata y hierro entre 2012 a 2020 asciende a US$ 104 mil millones. De ejecutarse, la producción de cobre fino aumentaría en un 50% desde 5,6 Mega TMF (toneladas métricas de cobre fino) en 2012 a 8,4 Mega TMF en 2020. De esta forma, el sector minero crecería un 46,8% en ese año sólo por este efecto.
Lo anterior, en el mejor de los escenarios, generaría un crecimiento en el PIB nacional del 21,9%, lo que representa un 2,5% anual, concluyen los autores del estudio. En proporción, el PIB del sector Electricidad, Aguas y Gas crecería un 23,8%. Construcción, muy influido también, registraría un alza del 22%. Por su parte, Transporte y Comunicaciones aumentaría en un 20%.
Sin embargo, si estas inversiones no se materializaran, como ya se está anunciando, la producción de cobre se reduciría en un 20%, lo que implicaría llegar a 4,5 Mega TMF en ese año, con el consiguiente efecto encadenado para las demás actividades. Ésto generaría una desaceleración de 18,7% del PIB minero. Como consecuencia, la economía se contraería un 8,8%, equivalente a una desaceleración de 1,1% anual, impactando además en el resto de sectores productivos.
Aunque lo anterior describe un escenario muy pesimista, el panorama demuestra que la suspensión de proyectos de generación eléctrica, entre otros temas, ha postergado la inversión minera. Un factor para tener en cuenta es que un año de retraso en un proyecto de suministro eléctrico significa una caída de hasta el 5% del valor actual neto del proyecto minero asociado, aseguran. Además, en lo relacionado con energía, el académico Javier Bustos, coautor del estudio, afirma que “cabría esperar que la estructura productiva no cambiará tanto en los próximos cinco años por lo menos”.