En Brasil, los incendios forestales iniciados por campesinos y ganaderos para despejar terrenos destinados a la agricultura se salieron de control el año pasado y arrasaron con más de 1,2 millones de hectáreas de árboles debido a una grave sequía que se apoderaba de la región. Esas pérdidas socavaron los esfuerzos recientes por parte de Brasil para proteger sus selvas tropicales.
En Colombia, un acuerdo de paz emblemático entre el gobierno y el grupo guerrillero más grande del país abrió camino para una fiebre de minería, explotación forestal y cultivo que provocó que la deforestación repuntara en la región amazónica del país el año pasado.
En el Caribe, los huracanes Irma y María acabaron con casi un tercio de los bosques en República Dominicana y un amplio tramo de árboles en Puerto Rico el verano pasado.
En total, los bosques tropicales del mundo perdieron casi 15,7 millones de hectáreas de árboles el año pasado, un área casi del tamaño de Bangladés, de acuerdo con un informe publicado el 27 de junio de Global Forest Watch que utilizó nuevos datos satelitales de la Universidad de Maryland. Global Forest Watch es parte del World Resources Institute, un grupo de defensa del medioambiente.
Eso hizo que el 2017 fuera el segundo peor año en pérdidas de árboles tropicales en el registro satelital, justo por debajo de las pérdidas en 2016.
Los datos proporcionan solo un panorama parcial de la salud forestal en el mundo, puesto que no registra los árboles que crecen de nuevo después de las tormentas, los incendios y la explotación forestal. Sin embargo, estudios realizados por otras instituciones han confirmado que los bosques tropicales se están reduciendo en general, con pérdidas que superan las ganancias.
El nuevo informe llega mientras los ministros de países con bosques de todo el mundo se reunieron la semana pasada en Oslo, Noruega, para hablar de cómo aumentar las iniciativas para proteger los bosques tropicales del mundo, que albergan casi la mitad de todas las especies del planeta y desempeñan un papel clave en la regulación del clima en la Tierra.
“Estas nuevas cifras muestran una situación alarmante para las selvas tropicales del mundo”, dijo Andreas Dahl-Jorgensen, director adjunto de la Iniciativa Internacional para el Cambio Climático y los Bosques del gobierno noruego. “Simplemente no cumpliremos con las metas climáticas que acordamos en París sin una reducción drástica de la deforestación tropical y la restauración de los bosques en todo el mundo”.
Registrar las pérdidas forestales
Los árboles, particularmente los que se encuentran en los trópicos exuberantes, extraen dióxido de carbono del aire mientras crecen y almacenan ese carbono en su madera y su tierra. Cuando los humanos derriban o queman árboles, el carbono se libera en la atmósfera, lo cual calienta el planeta. Según algunos cálculos, la deforestación conforma más del diez por ciento de las emisiones de dióxido de carbono de la humanidad cada año.
Sin embargo, averiguar precisamente dónde están desapareciendo los bosques siempre ha sido un desafío. Durante décadas, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación ha dependido de las evaluaciones a nivel del suelo por parte de países individuales para dar seguimiento a la deforestación. No obstante, no todos los países tropicales tienen la capacidad adecuada para monitorear sus bosques y las mediciones pueden estar llenas de inconsistencias.
En 2013, los científicos en la Universidad de Maryland develaron un nuevo enfoque. Con datos satelitales que hace poco empezaron a ofrecerse de forma gratuita, han estado dando seguimiento a los cambios en las zonas de dosel arbóreo por todo el mundo. Este método tiene sus límites: se necesita más trabajo para distinguir entre árboles que se cosechan intencionalmente en plantaciones y los que se están cortando en bosques naturales más viejos. Esto último es una preocupación mucho más grande para la pérdida de hábitats y el cambio climático.
Tanto las evaluaciones del suelo como los datos satelitales son importantes, dijo Matthew C. Hansen, un científico que dirige la iniciativa de monitoreo en la Universidad de Maryland. “Pero lo que pueden hacer los satélites es identificar las alteraciones mucho más rápidamente”, dijo. “Podemos identificar dónde se ha creado una vía forestal en un bosque y después enviar una alerta”.
Preocupación en Colombia, Brasil y Congo
A partir de las imágenes de satélite, los investigadores se dieron cuenta de que Colombia perdió 0,4 millones de hectáreas de bosque en 2017, un aumento sorprendente del 46 por ciento en comparación con el año anterior. Muchas de estas pérdidas tuvieron lugar en la zona amazónica colombiana en áreas que solían estar controladas estrictamente por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), el grupo guerrillero que impuso fuertes controles en la tala de árboles y el desmonte de tierras, pero que depuso las armas el año pasado después de haber llegado a un acuerdo de paz histórico.
“Ya que las Farc han dejado de controlar la zona, se están abriendo grandes áreas de nuevo y se puede ver la premura con que la gente está tomando terrenos por distintas razones, como para plantar cacao o realizar actividades ganaderas”, dijo Mikaela Weisse, una analista de investigación de Global Forest Watch.
Agregó que el gobierno colombiano hace poco anunció nuevas políticas para trabajar con comunidades indígenas con el fin de proteger los bosques, pero dijo que era demasiado pronto para declarar una victoria.
Los datos satelitales también proporcionaron una imagen más clara de los vastos bosques tropicales del Amazonas en Brasil, que desde hace tiempo han sido vulnerables a la excesiva deforestación. A lo largo de la década pasada, el gobierno brasileño ha logrado reducir la tala ilegal y empresas agricultoras occidentales como Cargill han prometido realizar actividades de cultivo más sustentables.
No obstante, el análisis de Global Forest Watch mostró que Brasil perdió una cantidad récord de zonas forestales en 2016 y 2017, en parte debido a grandes incendios en la Amazonía. Son los campesinos y ganaderos quienes generalmente comienzan estos incendios para despejar la tierra, pero una sequía grave el año pasado provocó que se extendieran rápidamente, sobre todo, en el sureste agostado. Los satélites también detectaron evidencia de un desmonte de tierras a gran escala que podría estar ocurriendo en zonas donde el cumplimiento de la ley es débil.
“La gran preocupación es que comenzamos a ver una nueva norma en la que los incendios, la deforestación, las sequías y el cambio climático están interactuando para hacer que la Amazonía sea más inflamable”, dijo Weisse.
En otras partes del mundo, los datos satelitales mostraron que la República Democrática del Congo el año pasado sufrió más pérdidas forestales que cualquier otro país además de Brasil —cerca de 1,4 millones de hectáreas, un aumento del seis por ciento en comparación con el año previo—; la tala de árboles a pequeña escala, la producción de carbón y la agricultura desempeñaron papeles clave.
Un posible progreso en Indonesia
Los investigadores encontraron una zona de progreso en Indonesia, donde la mano dura del gobierno contra la deforestación podría estar dando las primeras señales de éxito.
A lo largo de las décadas pasadas, los agricultores de Indonesia han estado drenando y quemando las turberas del país —capas gruesas de vegetación parcialmente descompuesta que contiene enormes cantidades de carbono— para producir cultivos como el aceite de palma. Pero en 2015, después de un periodo de sequía grave y la fuerte presencia de El Niño, el país tuvo su peor temporada de incendios en décadas, la cual cubrió el sureste de Asia con humos mortíferos.
En 2016, el gobierno de Indonesia impuso un nuevo moratorio en torno a la conversión de turberas mientras Noruega prometió 50 millones de dólares destinados a su cumplimiento. Las primeras señales son alentadoras: la pérdida forestal principal en las turberas protegidas de Indonesia disminuyó un 88 por ciento en 2017 para alcanzar su nivel más bajo en años. Aun así, dijeron los expertos, la verdadera prueba de éxito podría llegar cuando otro El Niño vuelva a golpear el territorio.
Sin embargo, ese tipo de historias positivas tienden a ser relativamente escasas y los expertos dicen que se necesita mucho más para lentificar el ritmo de la deforestación. A la fecha, solo el dos por ciento del financiamiento internacional destinado a las actividades para combatir el cambio climático se asignan a la conservación forestal, dijo Frances Seymour, una integrante del World Resources Institute.
“Estamos intentando apagar el incendio de una casa utilizando una cucharita para té”, comentó.
Fuente:https://www.nytimes.com/es/2018/07/02/bosques-tropicales-arboles-perdida/