Natalia Mármol
SANTO DOMINGO (R. Dominicana).- Muy cerca de las instalaciones de la megaminera Barrick Gold reside María De La Cruz. Ella, a quien su doctora le pronostica a lo sumo diez años más de vida, es la única residente del lugar que ha logrado obtener análisis clínicos que le expliquen por qué, como muchos de sus vecinos, se siente “tan mal, todo el tiempo”,
Y es que su sangre, como el agua de los ríos Margajita, Sin y Yuna, está envenenada por metales pesados y cianuro. Fue desde la llegada de la Barrick Gold y Gold Corp, narra De la Cruz, “cuando comenzaron a mover todos esos recodos que había ahí, subía un polvillo muy grande”, cuando comenzó a sentirse mal.
Recuerda sus constantes visitas al médico, los internamientos, pero nadie podía diagnosticar con exactitud la causa de su eterno malestar. Hasta que una doctora del hospital San Vicente de Paul, de San Francisco de Macorís, al enterarse de que vivía en el entorno de la mina, le ordenó análisis para medir los niveles de metales pesados en su sangre.
A través del Laboratorio De Referencia se enviaron los estudios a Specialty Laboratories, en California, pues, le informaron que en el país no tenían la tecnología para hacerlos. Cuarenta y cinco días más tarde llegó la respuesta: doña María tiene altos niveles de mercurio, plomo, cinc y cianuro en su cuerpo.
Así fue como, armada de valor, inició junto a su esposo la lucha legal contra una de las compañías más poderosas del mundo. En 2011 demandaron a Barrick por daños y perjuicios a su salud, así como por el uso ilegal de parte de sus terrenos y, debido a los continuos aplazamientos, todavía están lejos de conocer sentencia.
Desde entonces, su situación solo ha empeorado. El veneno sigue allí, restando días, y los nuevos análisis, realizados por el Ministerio de Salud Pública y desconocidos para la sociedad, lo reiteran.
Según los residentes de las comunidades aledañas al área de explotación, el Ministerio los examinó y posteriormente les dio a conocer los resultados de las pruebas, sin dejarles copia. Sugirieron tratamientos, pero hasta ahí llegaron.
Luis Carvajal, presidente de la Comisión Ambiental de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, advierte de la peligrosidad tanto del cianuro diseminado en las aguas como de los metales pesados, en especial el cadmio, que, sospecha, está muy presente en los ríos de la zona.
“El cadmio es un metal pesado con efectos tóxicos variados, está asociado a la degeneración en el sistema nervioso central y por lo tanto a muchas enfermedades de carácter neurológico”, explicó.
“La hija mía ha tratado de repetirme ese análisis y no ha podido y otras personas de por aquí han tratado de hacérselos y tampoco han conseguido nada” cuenta doña María. “Después que esa gente se ‘dien’ cuenta que podíamos llegar hasta ahí, parece que han parado todo, se oye que la Barrick ha prohibido que se sigan haciendo esos análisis”, sostiene, aunque no ofrece datos concretos que avalen su aserto.
Una amenaza inminente
La Barrick Gold ha insistido en negar de manera enfática en que su tecnología extractiva impide la contaminación con cianuro. Reclama como aval, además, su condición de signataria del Código Internacional de Manejo Responsable del Cianuro, que cumple a cabalidad en todas sus operaciones alrededor del mundo.
Los ambientalistas dominicanos no están convencidos de que sea como proclama la empresa. De ahí que adviertan, como lo hace el espeleólogo Domingo Abreu, de las consecuencias que tendría un derrame de cianuro en la zona. Los desechos cianurados son enviados a un dique de cola, grandes depósitos de residuos donde permanecen, a la intemperie luego de ser utilizados por la megaminera.
“Cualquier evento de la naturaleza puede provocar un derrame”, expone Abreu, al narrar que hace dos años una tormenta rompió la presa de cola y hace tan solo algunos meses, la tormenta Chantal la desbordó, haciendo que parte del veneno cayera en los ríos circundantes y, posteriormente, en la presa de Hatillo, principal embalse del Caribe insular.
“Cualquier terremoto fuerte”, agrega, “pudiera romper este dique de cola provocando un derrame masivo de cianuro”.
Un “accidente” de este tipo, indica por su parte Carvajal, sería “una catástrofe de magnitudes sin límites para la República Dominicana”, comprometiendo la salud de todos los ciudadanos de la región, así como la producción agropecuaria.
Si esto llegara a ocurrir, uno de sus resultados sería la muerte de personas. Otro, que la presa de Hatillo, que actualmente almacena en promedio unos 450 millones de metros cúbicos de agua, sería un “cementerio de materia orgánica muerta”, haciéndolo fuente permanente de otros tipos de contaminación. Además, la economía dominicana recibiría un fuerte golpe, pues, además, tendría secuelas directas en el comercio y “eliminaría al país como posible destino turístico”.
Las posibilidades de un derrame de cianuro no son pocas. En los últimos 13 años en el mundo han ocurrido más de 30 grandes derrames de cianuro, conocidos por la opinión pública. Uno de ellos es el derrame en Baia Mare, Rumania, que provocó la muerte de gran parte de la fauna y la vegetación, no solo de ese país, sino también de sus vecinos Hungría y Yugoslavia.
Hace tan solo tres meses, a finales de mayo, Barrick tuvo un derrame de cianuro en la mina Veladero, en San Juan, Argentina, del que poco se habló en la prensa local e internacional. El diario digital iodagua.com, y otros medios alternativos, se hicieron eco de la denuncia de los trabajadores de la mina y de varios ambientalistas.
Arrecia campaña
En las últimas semanas, y específicamente a partir del reportaje “Alerta: en Cotuí se respira muerte”, publicado por 7dias.com.do, la Barrick Gold ha desarrollado una ofensiva de relaciones públicas que incluye la invitación a periodistas y comunicadores a visitar las instalaciones de la minera para mostrarles los trabajos de remediación ambiental que realiza en la zona. Este medio, que ha publicado varios documentados trabajos sobre el tema no ha estado entre los invitados.
Este martes 8 de octubre, el huésped principal fue el presidente Danilo Medina quien, además de las explicaciones de los funcionarios, tuvo que escuchar también los reclamos de moradores de las comunidades aledañas de que investigue la contaminación que provoca la minera.
En un trabajo publicado este lunes, 7dias.com.do incluyó los resultados de cuatro monitoreos realizados por el Ministerio de Medio Ambiente a las aguas del arroyo Margajita y los ríos Sin y Yuna, que demuestran que en lugar de disminuir, la contaminación con metales pesados de sus aguas han aumentado.