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Colombia

El mercurio, un monstruo dormido en Antioquia

mercurioEntre el espeso calor, la naturaleza apabullante y los búfalos que recorren las coloridas praderas de la región del Bajo Cauca, persiste uno de los negocios más fructíferos de los últimos tiempos, el oro. Pero también crece una peligrosa cuenta de cobro: el mercurio, con más de 100 toneladas de este venenoso metal que caen a los ríos de Antioquia cada año.

Son 520 toneladas que han llegado importadas desde 2009, desde países como México, Alemania, España, Estados Unidos y Países Bajos. En su mayoría por empresas localizadas en Medellín. Y que terminan en una buena parte en más de 1.500 minas y en 13 ríos de Antioquia, afectando la salud de más de un millón de personas en 16 municipios del Bajo Cauca, Suroeste, Nordeste, Occidente y Magdalena Medio antioqueños.

En el corazón del Bajo Cauca

Cuando llegas al Bajo Cauca, las montañas se esfuman y una naturaleza tropical comienza a cubrir el paisaje. El calor y la humedad se te pegan a la piel y las haciendas ganaderas con prados de mil colores se roban el panorama. En las ciénagas se aprecian búfalos y pescadores que tiran de sus redes, como si fueran parte de una pintura.

Es una región costeña, con gente dicharachera, que come pescado y vive al son del vallenato. Su cultura y economía dependen más de Córdoba que de Antioquia. “El del Bajo Cauca es media arepa. Nos gusta la bandeja paisa, pero también el mote de queso”, dice Eduardo Arias, un minero fuerte, de humor fino y de facciones camaleónicas.

Eduardo es propietario de la mina Las Palmas, en Caucasia, ubicada en una hacienda de 300 hectáreas que con 60 trabajadores, cinco retroexcavadoras y cuatro volquetas trabaja como una empresa los 365 días del año. La hacienda está dividida en dos, una tercera parte para la minería de oro de aluvión y el resto para la ganadería.

“Mi socio, al que le arrendé esta finca, es ganadero. Yo le he dicho que eso ya no es negocio. Que la ganadería deja 500.000 al año por cabeza y la minería mucho más. El mismo narcotráfico es huevo al lado de esto. El oro es legal y deja ganancias del 1.000 por ciento”, indica Eduardo, mientras recorremos el extenso verde de su hacienda.

En 1987, Eduardo era un auxiliar contable y un desempleado más que no encontraba trabajo en Medellín. “Un día que estaba repartiendo hojas de vida un amigo me invitó a trabajar como contador en una mina en El Bagre y para allá me fui. Me di cuenta lo que dejaba este negocio y monté una mina en Puerto Claver, de allá me sacó la guerrilla y me quebré. Terminé en el Chocó donde sí me fue muy bien y gané buena plata, luego me vine para Caucasia”, afirma Eduardo.

A la mina de Eduardo se llega por caminos de lodo y montículos que dejan a su paso las retroexcavadoras y volquetas que mueven toneladas de tierra desde los frentes de explotación, hasta los entables mineros donde se selecciona el oro. Entre uno y otro lugar, hay zonas devastadas y desérticas, valles de un verde vivo, hasta terrenos reforestados que se ven como una colcha de retazos.

La mina está ubicada al frente del Batallón Rifles de la Brigada 11, en Caucasia. Al frente de este Batallón está la casa donde duermen los trabajadores de la mina. Una casona de estilo llanero, dividida en una primera zona al aire libre donde queda ubicada la cocina y el comedor; una segunda donde duermen los mineros en habitaciones con aire acondicionado; y una tercera que es el laboratorio donde queman la amalgama, que es la mezcla de oro con mercurio que se recoge en los entables.

“El mercurio se echa por la mañana y por la noche. En el cambio de cada turno a las 6:00 de la mañana y a las 6:00 de la tarde se echan unas 20 libras de mercurio. Luego se recoge todo esa amalgama que queda y se trae hasta este laboratorio donde se sopletea”, afirma José Heriberto Sinitabe, minero y almacenista de combustible en Las Palmas.

En el entable, ubicado a unos cuantos kilómetros de la entrada principal, hay unos seis mineros. Dos de ellos trabajan con unas poderosas mangueras que limpian las toneladas de tierra que caen a los canales de las volquetas. Otro se ocupa de retirar las piedras que se acumulan en los canales y que impiden el paso del material. Y un cuarto minero como Sinitabe que se encarga de aplicar el mercurio.

Los mineros aplican el mercurio sin ningún tipo de protección, sin guantes ni mascarilla que impidan el contacto con la piel o que se respire luego de su evaporación. El metal se riega en la parrilla de clasificación usando un trapo y este se acumula en la superficie de la parrilla, atrapando todo el oro que recorre los canales. A los tres días se detiene la producción y el metal se recoge, igualmente, sin ninguna protección, pero convertido en amalgama, la mezcla de mercurio con el oro atrapado. Una gran parte del metal se va en las aguas de ríos y quebradas. (Así usan el mercurio los mineros de Antioquia)

Eduardo sabe todo sobre el uso del mercurio y es de los pocos mineros en Antioquia que está presto al cambio de métodos para erradicarlo, por lo que es considerado un conejito de indias para el Proyecto Global del Mercurio. “Es una de las seis minas en Antioquia que está disminuyendo el consumo de mercurio y una de las 15 que reforesta los terrenos explotados”, comenta Oseas García, coordinador de Bioredd, un proyecto de la Usaid para reducir las emisiones de mercurio.

Oseas es un investigador de 56 años de raíces brasileñas, de barba en candado y de hablar pausado. Lleva más de cuatro años radicado en Antioquia liderando la lucha contra el mercurio. Vive en Caucasia y sufre los problemas del Bajo Cauca y Nordeste antioqueños como nadie. Es un héroe de causas imposibles, de los que hacen su tarea y creen que las cosas pueden cambiar.

“El mercurio está actuando como un monstruo dormido en el Bajo Cauca. A la gente de estas regiones no les importa porque es un problema a 30 años. Aquí no hablan de alguien muerto por un problema de mercurio. Pero se encuentran personas muy afectadas. En Caucasia, por ejemplo, hay un comprador de oro que dice tener disfunción eréctil y por pruebas sabemos que es incapaz de caminar en línea recta o hacer una raya en un papel”, comenta Oseas.

El mercurio que viaja hasta La Mojana

Este problema tiene en alerta a todas las autoridades nacionales e internacionales. Según la Contraloría, en uno de sus últimos informes, son 80 municipios, de 17 departamentos del país, los que están contaminados con mercurio, producto de la extracción informal de oro.

“La zona más contaminada es Zaragoza, en el Bajo Cauca sobre el río Dagua. Allí encontramos fuertes daños a la dinámica del río y a sus zonas de inundación. Hallamos contaminación no solo con mercurio, sino con cianuro y líquidos combustibles”, indica el informe de la Contraloría.

Las autoridades nacionales tienen los ojos bien puestos en el Bajo Cauca, donde toneladas del metal caen a ríos como San Agustín, Tarazá, Nechí, Porce y Cauca, considerados como los más contaminados de Colombia, según el Ministerio de Ambiente y el Ideam. Cabe recordar, que hasta hace solo dos años, Antioquia era considerada la región más contaminada con mercurio del mundo y los ríos de Segovia y Remedios, los terceros mayor contaminados con este metal.

Pero las minas del Bajo Cauca y Nordeste, no solo contaminan con mercurio los ríos de Antioquia sino también a regiones vecinas, como La Mojana, ubicada en Bolívar y Sucre, una de las zonas más ricas en peces y cultivos de arroz en el país.

“En La Mojana bolivarense identificamos concentraciones muy altas de mercurio en peces, agua y maleza, que llegan desde las minas de Antioquia, las explotaciones de oro del sur del Bolívar, Ayapel y las cercanas al río San Jorge y Cauca, por el movimiento del agua en los cauces. Además hay ganado contaminado con mercurio que consume la maleza de estas ciénagas”, afirma Rafael Pedraza, investigador de Corpoica, sobre una investigación liderada por Inés Toro.

En Bolívar, según la Contraloría, se reporta contaminación por mercurio en 17 lugares, como Soplaviento, Simití, Pinillos, Santa Rosa del Sur y Arenal. (Fiscalía alerta sobre mercurio en los ríos colombianos)

Así mismo, peces del Canal del Dique, las ciénagas del sur del Bolívar, La Mojana y la cuenca del río Nechí en Antioquia, revelan niveles de contaminación por encima del valor máximo permisible establecido por la Organización Mundial para la Salud, afirma en un estudio sobre el Bajo Cauca y la región de Bolívar, Stephanie Console, investigadora de la Universidad de Toronto.

En otra investigación que se adelanta en la Corporación Universitaria del Caribe se encontraron altas concentraciones de mercurio en los cultivos de arroz en La Mojana sucreña. Allí, los arroceros están sembrando en terrenos contaminados y comercializando sin saber el peligro. Edgar Francisco Inmbet, líder de los arroceros de la región, afirmó que los terrenos están siendo contaminados con mercurio, plomo y cianuro, que viene desde las minas de Antioquia, Sucre y Bolívar.

Inmbet argumenta que los 400 arroceros de la región sembraron su producto en terrenos inundados por los ríos San Jorge y Cauca, donde llega el mercurio de las minas, pero reconoció que todavía no sabe la repercusión que pueda tener el consumo de ese arroz, pues no existe estudio agroquímico que certifique la concentración de mercurio, cromo y arsénico en las zonas de cultivo.

Pescados contaminados llegan hasta Medellín

De estos ríos contaminados con mercurio llegan a las centrales de abastos de Medellín por lo menos nueve toneladas de pescado mensuales. Por ejemplo, del Bajo Cauca y el Magdalena Medio llegan ocho toneladas al mes de bagre, bocachico, barbudo y blanquillo, entre otros. Y del Nordeste, otra parte importante de sabaleta y tilapia negra, según confirman vendedores mayoristas.

Desde allí, por lo menos media tonelada de pescado es distribuida diariamente a los grandes supermercados, mini mercados, carnicerías, restaurantes y tiendas. Por ejemplo, un bagre de Nechí que cuesta hasta 80.000 pesos, puede viajar kilómetros con el mercurio en su cuerpo en forma de metilmercurio (la forma más tóxica del metal) hasta llegar hasta los hogares.

Otra clase de pescados, en su mayoría del sur del Bolívar, Tarazá y Cáceres, terminan en otros mercados como el de Bogotá donde llegan congelados. “No podemos decir que en Medellín y otras ciudades del país no haya riesgo de contaminarse con mercurio. Si llegan peces contaminados de estas zonas y la persona consume frecuentemente estos alimentos tendrá más riesgo”, indicó Carlos Mario Quiroz, coordinador de Salud Ocupacional de la facultad de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, y que viene realizando estudios sobre los efectos del mercurio en la salud desde el año 2009.

Por su parte, investigaciones de Corpoica advierten que no hay que dejar de lado el problema del consumo local. “Las personas que viven en estas regiones, como en el Bajo Cauca y Nordeste, consumen mucho pescado y usan frituras con grasa de pescado para preparar sus alimentos, lo que aumenta el problema”, asegura Pedraza.

El mercurio invisible

No solo el mercurio que se derrama en los ríos preocupa a las autoridades, también el que se evapora en la quema de la amalgama (la mezcla del mercurio y el oro). Solo en el Bajo Cauca, para producir 27.000 toneladas de oro cada año necesitan más de 2.700 unidades o cocos para la quema de la amalgama. En ellas se desperdician más de 49 toneladas de mercurio anuales en el aire.

“El mercurio se evapora muy fácilmente. A 24 grados centígrados aumenta 300 veces la concentración. Y en estos municipios mineros con altas temperaturas, donde el mercurio se evapora con solo tenerlo en las manos, los niveles de contaminación están muy por encima de la norma”, afirma Quiroz.

Estas quemas de amalgama, las cuales en su mayoría se realizan en las compraventas de oro, ubicadas en los cascos urbanos, liberan vapores que afectan la salud de las personas. Por ejemplo, en Caucasia y Segovia hay más de 40 compraventas y 473 minas que queman amalgama los 365 días del año.

“Los compradores de oro son la población más afectada por el mercurio. En Caucasia, debido a los gases de mercurio, hay personas que presentan problemas de memoria, comportamientos alterados y problemas físicos”, afirma Oseas.

En un estudio realizado por Paul Cordy, consultor canadiense de la Onudi, para medir los niveles de contaminación en Segovia y Caucasia ocurrió algo curioso. “Los equipos se saturaron al medir la contaminación de mercurio en estos dos municipios. Medimos más de un millón de nanogramos por metro cúbico, cuando 1.000 nanogramos por metro cúbico son el máximo que permite la Organización Mundial para la Salud”, asegura Oseas.

En el estudio de Cordy, se utilizaron artefactos para generar imágenes que reflejaban los niveles elevados de mercurio concentrado en el aire que rodeaba las compraventas de oro. Niveles que sobrepasaban los topes permitidos por los especialistas de salud, algo que aumentaba el riesgo de padecer enfermedades producto del contacto con este metal.

En las imágenes se apreciaba cómo el dueño de la compraventa salía con una especie de estela que rodeaba todo su cuerpo, como si el mercurio circulara por sus venas. “Antioquia es un caso grave. Y Colombia es de los peores ejemplos de Suramérica. He estado en Bolivia, Perú y Ecuador investigando esta situación y en Colombia se aplica mucho más mercurio del necesario. En Segovia, por ejemplo, se llegaron a aplicar 14 gramos de mercurio para sacar un solo gramo de oro, cuando se debería usar gramo por gramo”, asegura Cordy.

La salud la más afectada

En estas zonas mineras los efectos no se hacen esperar y ya comienzan a hacer estragos. El envenenamiento por mercurio, más conocido como Síndrome de Minamata -localidad en Japón donde murieron más de 400 personas intoxicadas- inicia cuando el metal se acumula en el cerebro, afectando el sistema nervioso y neurológico de las personas. Produce insuficiencia cardiaca, renal, respiratoria, dermatitis y hasta impotencia sexual. En las mujeres embarazadas puede provocar abortos y malformaciones en sus fetos.

“En Segovia evaluamos a 400 compradores de oro y encontramos que el 90 por ciento tienen niveles anormales de mercurio. Así mismo, en 2011 estudiamos a 190 estudiantes entre los 8 y 18 años de edad, en uno de los municipios del Nordeste antioqueño y encontramos que casi el 87 por ciento tenían alteración en la función ejecutiva y el 60 por ciento pérdida de la memoria. En Puerto Berrío la gente evaluada ni si quiera se acordaba de los exámenes que les habíamos practicado. Y en zona rural de Andes, encontramos a una menor de 13 años que vivía al lado de una caldera de una mina y que tenía niveles por encima de los 500 nanogramos de mercurio por metro cúbico en su orina”, afirmó Quiroz sobre varias investigaciones realizadas por la facultad de Salud Pública de la Universidad de Antioquia.

Este tipo de problemáticas se repiten por todo el departamento. En el caso de Caucasia hay mineros y compradores de oro con problemas como falta de coordinación, temblores en sus manos, párpados y lengua; pérdida de la memoria, estados de ánimo irascibles, además de pérdida de la potencia sexual. (El veneno que baña las manos de los mineros)

Entre los casos más curiosos encontrados por Quiroz, está el de un aumento en la venta de sildenafil, más conocido como Viagra, en el municipio de Andes. Según el investigador, este medicamento se disparó en ventas entre la comunidad minera. “Antes no vendían nada de Viagra. Y ahora que aumentó la minería, el consumo de este medicamento y otros similares es altísimo. El mercurio a largo plazo logró disminuir la lívido de estos hombres, que pueden presentar hasta 1.050 nanogramos en su orina”, indicó Quiroz.

Erradicar el mercurio, una tarea entre la violencia

En Antioquia hay unas 1.526 minas de oro, de ellas 186 son legales y 1.339, entre informales e ilegales, muy difíciles de acceder. Y aunque la nómina, los impuestos, el mercurio y el gasto en combustible puede ascender a los 270 millones de pesos al mes, las ganancias pueden triplicar esa cifra. Esto lo sabe la guerrilla y las bandas que ven allí un negocio más rentable que la exportación de cocaína. (Minería ilegal afecta a más del 68 % de los departamentos del país)

Según la Fiscalía, las bandas criminales, las Farc y el Eln, entre otros grupos ilegales, estarían sacando toneladas de oro del Bajo Cauca antioqueño, especialmente de Cáceres, Tarazá y Nechí hacia Panamá, Estados Unidos y Europa. Por esto, las unidades de medio ambiente, lavado de activos, entre otras, trabajan para establecer cómo se está dando la comercialización del oro colombiano en el extranjero y si tiene procedencia ilegal.

Estos grupos armados que se organizan alrededor de la minería, cobrando vacunas y controlando la circulación no solo del oro sino de las personas en estos territorios, dificultan el trabajo para erradicar el mercurio. “Ese es el trabajo que venimos haciendo, formalizar a los mineros y darles opción de tener nuevos equipos para sus minas, para que dejen de usar el mercurio”, afirma Darwin Gutiérrez, uno de los investigadores de la Universidad Nacional, que hace parte del Proyecto Global del Mercurio.

Pero esa formalización en la mayoría de los casos es de largo aliento, contradictoria y difícil de resolver. En el caso de Eduardo, hace más de cuatro años que espera un título minero. “Es contradictorio, a uno le piden que deje el mercurio, pero no le dejan importar las máquinas. En Brasil compré dos trommel para lavar el mineral sin usar mercurio, pero no los dejaron importar. Me preguntan, dónde está el título minero y allá se quedó todo eso. Nos tocó inventarnos un trommel y ahí lo estamos terminando”, sostiene Eduardo.

Como él son muchos los mineros en Segovia, Buriticá, Remedios, El Bagre y Caucasia, que caminan en esa delgada línea entre el delito y el negocio. Además, son pocos los que ganan lo suficiente para invertir en tecnología más eficiente que les permita abandonar el uso del mercurio.

Los héroes detrás del Proyecto Global del Mercurio

Un estudio de la revista Nature, publicado el 6 de agosto de este año, afirma que el nivel de mercurio en los océanos se ha triplicado como consecuencia de la actividad humana en los últimos siglos. Estas mediciones indican que océanos como el Atlántico, Pacífico, Ártico y Antártico tienen disueltos unos 290 millones de moles de mercurio. Esto equivale a más de 58 mil toneladas del metal nocivo, lo mismo que pesan 580 ballenas azules, el mamífero más grande del mar.

“La combustión de carbón, las extracciones de oro, la producción de cemento y la incineración de basura han contribuido a ese aumento”, indicó Carl Lamborg, geoquímico de la Institución Oceanográfica Woods Hole, de Estados Unidos y responsable del estudio. Y este es uno de los objetivos del Proyecto Global del Mercurio, reducir hasta su mínimo el consumo de mercurio y evitar una emergencia ambiental de corte global.

En Antioquia, el Proyecto Global del Mercurio busca reducir en un 50 por ciento, en cinco años, el uso y las emisiones de mercurio en la minería en el Bajo Cauca, donde más de 25.000 personas viven de este trabajo. Por esto, más de 2.000 mineros han sido capacitados en la utilización de tecnologías limpias y en la recuperación de mercurio.

A la fecha, unas 103 hectáreas de tierra afectadas por la minería han sido recuperadas en el corregimiento Cuturú, en Caucasia; unas 750 hectáreas se comenzaron a recuperar en Nechí y 132 en El Bagre, con sembrados de Acacia magnium y especies nativas. En el corregimiento de Trinidad, del municipio de Nechí, se implementó un vivero para la producción de estas plantas. Así mismo, con el apoyo de Biorred se vienen estableciendo 20 colmenas de abejas, para que las familias que habitan cerca de los sembrados de Acacia aprovechen esta especie productora de miel.

Del mismo modo, en la planta de beneficio de minerales del Cimex, de la facultad de Minas de la Universidad Nacional, se enseña a los mineros como Eduardo a trabajar sin mercurio. “Esta planta la tenemos adaptada a los procesos de recuperación de oro sin mercurio. Usamos el peso del oro para separarlo de otros minerales. Le demostramos al minero que el uso del mercurio solo deja daños a la salud y se pierde mucho dinero”, indica Óscar Jaime Restrepo, docente de la facultad de Minas de la Universidad Nacional.

Para este investigador, que apoya el Proyecto Global del Mercurio, el secreto está en que la pequeña minería se constituya como empresa. “La actividad minera es una actividad industrial y debe ser reglamentada. El minero debe establecer su empresa para tener más beneficios. Y estos deben ser invertidos en equipos y plantas para reducir el uso del mercurio”, afirma Restrepo.

Y aunque en Colombia, mediante la Ley 1658 del 15 de julio de 2013, se prohibió el uso del mercurio desde el año 2018, el compromiso debe ser aún mayor.

Además de exigir a los mineros que cumplan leyes y regulaciones, de imponer impuestos y control, los mineros deben recibir apoyo como acceso a créditos, formación, asistencia técnica y recibir del Estado las condiciones mínimas para tener una vida digna.

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Santiago Cárdenas Herrera. Periodista de temas de actualidad en el área digital, comunicador social y periodista con estudios de maestría en Ciencias Sociales.

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