El súper ciclo de precios del metal estaría llegando a su fin. Con el cobre a punto de bajar de los US$3 por libra, mientras los costos de muchas operaciones están en torno a US$2,5, los márgenes ya no son los de antes. ¿Cómo se ajustará la industria a esta nueva realidad?
¿Se acabó el boom de precios del cobre? Con una visión pesimista la respuesta es sí. Los US$3,03 con que el metal cerró ayer en la Bolsa de Metales de Londres (LME, por sus siglas en inglés) representan una caída cercana al 25% en sólo doce meses, a lo que se suma el incremento de los costos, que hacen ver las utilidades de la década pasada (a partir de 2006, que sumó excedentes por US$9.215 millones), como algo ya lejano.
El llamado súper ciclo del cobre -que se inició en 2006 y que tuvo una pausa breve en 2008, en medio de la crisis financiera internacional- provocó no sólo un alza de las utilidades para las empresas, sino que también una serie de otros beneficios a la economía. El desarrollo de inversiones, además, se aceleró notablemente, con una cartera futura que se sigue valorizando en torno a los US$100 mil millones, a pesar de los últimos anuncios de freno de proyectos, como es el caso de Cerro Casale, de Barrick, y el plan de inversiones de Teck en Quebrada Blanca Fase 2 y Relincho, entre varias otras iniciativas.
Es decir, en el país se generó un dinamismo minero que involucró exploraciones, estudios de ingeniería y construcción de proyectos. Esperanza, de Antofagasta Minerals, Gaby, de Codelco, Spence, de BHP Billiton y las ampliaciones de yacimientos como Los Pelambres, Los Bronces y Escondida dan cuenta de ello. Todas estas iniciativas eso sí (salvo contadas excepciones), se diseñaron pensando en operar en un nuevo escenario, que incorpora variables como leyes más bajas y costos más elevados.
A pesar de estas inversiones, la producción no creció durante estos años, manteniéndose en torno a los 5,6 millones de toneladas de cobre fino por año, lo que representa alrededor del 30% de la producción mundial.
Dados los elevados niveles de ganancias, cuenta un ejecutivo del sector, el país comenzó a exigir más y más a la minería. El sector vio la creación de dos royalty, que ampliaron la tasa de este tributo para las empresas mineras con ventas anuales que sobrepasen las 50.000 toneladas métricas de cobre fino hasta una tasa progresiva que varía entre 5% y 14%.
Ante ello bien vale la pregunta. ¿Qué dejó el boom de precios del cobre? A nivel del rubro minero, más allá de las utilidades generadas por las compañías, en el sector hablan de un verdadero upgrade de la industria, que no sólo abarcó a las empresas productoras de cobre, sino que también a otros sectores, principalmente asociados a los servicios para la minería, los trabajadores del sector y varios otros ítems.
LOS APORTES
En el mejor año de la industria en términos de precio, 2011 (promedio anual de US$3,99 por libra), la minería representó el 15,2% del Producto Interno Bruto (PIB) del país a precios corrientes, el 60% de las exportaciones y el 20,6% de los ingresos fiscales, consolidándose como el actor más importante de la economía nacional, de acuerdo con datos entregados por el Consejo Minero.
El problema es que a medida que aumentaban los ingresos y las ganancias del sector, también lo hacían los costos. “Estas mayores ventas, que se reflejaron en un aumento de ingresos de explotación de 7,2% respecto a 2010, estuvieron acompañadas de un aumento significativamente mayor de los costos de explotación, de 24%”, explicó el Consejo Minero en un reporte.
Ello también tiene que ver con el decaimiento de las leyes. Mientras el promedio de la ley en 2002 era de 1,13%, en 2011 alcanzó el 0,84%, lo que representa un descenso de 25% en sólo diez años. Esto significa que la industria requirió de un cuarto más de esfuerzo que hace diez años para poder producir el mismo cobre. Esto no sólo eleva los costos, sino que, como es evidente, también reduce los márgenes para la industria.
En materia de proveedores, la minería destaca la creación de programas de desarrollo con esta industria, con miras a convertir a estas empresas en compañías de clase mundial. Por ejemplo en BHP Billiton, que en Chile opera las minas Escondida, Cerro Colorado y Spence, se venían desarrollando hasta fines de septiembre pasado -fecha de la estadística- un total de 39 proyectos con la participación de 32 proveedores, que a nivel agregado emplean a sobre 5.000 personas y que facturan US$400 millones al año.
Codelco ha realizado 25 proyectos, con 24 proveedores distintos, que en promedio emplean a 80 personas cada uno y que en total facturan US$120 millones.
Otro legado que deja para la industria minera el boom del cobre es la investigación en torno a la búsqueda de nuevos usos para el cobre. A través de la Asociación Internacional del Cobre (ICA) se experimentó principalmente para desarrollar las propiedades bactericidas del metal, tanto en el área médica (hasta el día de hoy se realizan experimentos de este tipo en hospitales, el último de ellos en China) y en el área productiva, mayormente ligado a la industria acuícola.
¿QUEREMOS A LA MINERÍA?
Este es, acaso, el punto flaco del sector. Más allá del aporte económico, hay consenso en la industria de que no se ha logrado generar una identidad de país minero y que el arraigo de las personas con la industria es bajo.
El último estudio de opinión al respecto, el Minerobarómetro 2012, que anualmente elabora Mori, reveló que a pesar de que en el país la minería es la industria más valorada (con el 49% de aprobación, muy por sobre la acuicultura, que acapara el 11%), los chilenos sienten que la minería está en deuda.
Ello explica, por ejemplo, que el 79% de los encuestados dijera que había que nacionalizar la gran minería privada, a lo que se suma que el 67% de los entrevistados crea que el Estado debe abrir las futuras minas que se desarrollen en el país.
A nivel académico, la percepción es de que existe un riesgo: Chile se acostumbró a vivir con el cobre alto, lo que implica que, en términos fiscales, el gasto público se haya elevado a niveles nunca vistos, precisamente gracias a los ingresos extra generados por el cobre.
En una entrevista con Pulso, realizada en abril, el economista Patricio Meller planteó que Chile, durante estos años, se volvió “adicto” al cobre sobre US$3 por libra. “Eso nos sacó del nivel de subdesarrollo en que estábamos y llevó a reducir notablemente nuestra deuda externa. Claramente el cobre incide directamente a la vena sobre la tasa de crecimiento económico del país, por lo que si bien siempre ha sido importante, ahora está pasando a ser aún más importante que nunca”, planteó.