Una de las mayores preocupaciones de la fractura hidráulica es su efecto en los acuíferos subterráneos. Al fracturar el subsuelo, existe la posibilidad de que una de las fracturas inducidas alcance un acuífero.
El fracking ha pasado de ser en poco tiempo un término tecnológico oscuro y desconocido de la opinión pública a otro que despierta pasiones y debates ciudadanos. Es que sin duda el fracking, tecnología para aprovechar ciertos yacimientos de gas llamados no convencionales y de difícil extracción, es el símbolo de la lucha entre dos visiones del mundo ante la crisis ecológica. Mientras la primera, dominante hasta la fecha, considera que nuestro estilo de vida no es cuestionable y que la tecnología nos salvará, desde la segunda entendemos que los riesgos ambientales de esta tecnología no son asumibles por las generaciones presentes y futuras, y que nuestro principal problema como civilización radica en nuestro insostenible e injusto modelo de producción y consumo.
Riesgos ambientales del fracking
Contaminación (y uso masivo) del agua
Una de las mayores preocupaciones de la fractura hidráulica es su efecto en los acuíferos subterráneos. Al fracturar el subsuelo, existe la posibilidad de que una de las fracturas inducidas alcance un acuífero, contaminando el agua con los fluidos de fractura y con el propio gas de la formación. Además de este riesgo, existe también la posibilidad de que durante la fractura se conecte con un pozo antiguo, mal abandonado, y de ahí el gas se comunique bien con un acuífero o con la superficie. Este tipo de accidente ya ha sucedido con antelación, llegándose a contaminar un acuífero a través de un pozo abandonado en la década de los 40.
En este sentido, es de señalar que los aditivos químicos suelen suponer en torno a un 2% del total de agua introducida. Teniendo en cuenta que en cada pozo se necesitan de 9.000 a 29.000 metros cúbicos, es decir: por plataforma (donde caben entre 6 y 8 pozos) se utilizan hasta más de 200.000 m3 de agua, lo que supone inyectar 4.000 toneladas de productos químicos altamente contaminantes. Gran parte de este fluido inyectado en el pozo irá posteriormente retornando a la superficie, bien inmediatamente después de la operación, bien durante la posterior extracción de gas natural. Es necesaria por lo tanto una buena gestión del líquido retornado, que es altamente contaminante. Además, el fluido inyectado que no retorne puede permanecer en el subsuelo y migrar posteriormente hacia algún acuífero o la superficie, provocando una importante contaminación.
Terremotos
En aquellas zonas donde el desarrollo del fracking está más avanzado, se ha constatado un aumento de la actividad sísmica que coincide con los periodos de fractura hidráulica. Hay que tener en cuenta que durante las operaciones de fracking se presuriza el subsuelo en más de 100 ocasiones. Este sobresfuerzo al que se le somete puede ser suficiente como para provocar desplazamientos de fallas subterráneas, y por lo tanto terremotos, como ocurrió en Lancashire, Reino Unido, donde la empresa Cuadrilla Resources reconoció que su perforación era la causa de dos terremotos locales.
Recientemente, y tras constatar desde 2001 en una región de Estados Unidos un aumento significativo de terremotos de magnitud superiores a 3 en la escala de Richter,(1) un equipo de geólogos ha estudiado más esta cuestión. Su conclusión, a pesar de las debidas precauciones científicas, es clara: es muy poco probable que esta reciente mayor incidencia se deba a factores naturales (la actividad volcánica es por ejemplo inexistente). Sin embargo, constatan que el fuerte aumento de terremotos corresponde con la aceleración de la extracción de gas no convencional en Arkansas y Oklahoma a partir del 2009, y con la inyección de agua altamente presurizada en los pozos.
Contaminación del aire y efecto invernadero
Durante todo el proceso de perforación y fractura se utilizan una gran cantidad de aditivos, muchos de los cuales son compuestos volátiles. Lo mismo sucede posteriormente en la etapa de producción, en la que es necesario acondicionar el gas extraído para inyectarlo en el gasoducto. Todos estos compuestos como el BTEX (2) pasan en mayor o menor grado a la atmósfera, pudiendo generar ozono.
En cuanto a los gases de efecto invernadero (GES), la Comisión Europea estima que si bien el gas de pizarra emite menos GES que el carbón (en torno a 41-49%), emite más que el gas natural convencional de origen europeo (de 4% a 8%). Al mismo tiempo por las condiciones en las que se encuentra el gas no convencional, este suele estar formado casi en su totalidad por metano. Este es un gas de efecto invernadero mucho más potente que el propio CO2, en concreto 23 veces más potente. Esto quiere decir que cualquier escape del mismo durante la perforación, fractura, y producción es mucho más nocivo que los gases que se generan posteriormente durante su combustión. Además, hay que tener en cuenta el agua de fractura en su retorno. Al haber estado en contacto con el gas en subsuelo, absorbe una cantidad de gas que, al retornar a superficie, es emitido a la atmósfera. Se ha estimado que en un pozo en el que se haya realizado fractura hidráulica el aumento de emisiones de metano es del 2%.
Riesgos durante la perforación
A diferencia de una perforación clásica como puede ser para el gas convencional, es necesario emplear técnicas especiales para poder proceder posteriormente a la fractura hidráulica. Por todo ello, a los riesgos habituales de un sondeo de hidrocarburos se unen los específicos de los llamados sondeos desviados. Hablamos, por lo tanto, de riesgos de explosión, escapes de gas y derrumbes de la formación sobre la tubería. Este último es mucho más habitual en el caso de sondeos desviados como los que se realizan en este caso. Recordemos que se están perforando una media de 6-8 pozos por plataforma y entre 1.5 y 3.5 plataformas por kilómetro cuadrado, con lo que aunque, a priori, el riesgo de que ocurra un accidente de este tipo por pozo es bajo, al aumentar el número de pozos a realizar el riesgo aumenta a su vez de forma alarmante.
Ocupación de terreno
Primero, un asunto importante a considerar es la (corta) vida útil de los pozos, en torno a los 5-6 años. Debido a que el radio de drenaje es relativamente bajo se agotan bastante rápido, lo cual supone que, una vez terminada su vida útil, es necesario proceder a su abandono, sellando con tapones de cemento la perforación realizada. Por tanto, es necesario realizar un gran número de pozos para aprovechar correctamente los recursos. En este sentido, se suelen perforar de 1,5 a 3,5 plataformas por kilómetro cuadrado, con una ocupación de 2 hectáreas por cada una. Por ejemplo, en el yacimiento de Barnett Shale en EEUU, al final del año 2010, casi 15.000 pozos habían sido perforados en un área de 13.000 km2, es decir: ¡en una superficie casi equivalente a dos veces el País Vasco!
Por otro lado, para cada plataforma se estima que el movimiento de camiones mínimo es de 4000, una gran cantidad de ellas para el trasiego de productos químicos. Aunque el riesgo de producirse un accidente con derrame del producto químico sea bajo, el gran número de operaciones a realizar lo convierte en un riesgo importante y tiene que tenerse en cuenta. Pero, sobre todo, además de la contaminación acústica e inseguridad vial que crea este vaivén importante de camiones, también representa una necesidad de infraestructuras viales básicas que consume mucho suelo.
Huelga decir que tanto la ocupación del terreno como las contaminaciones y el impacto visual de esta acumulación de sondeos y pozos es muy grande y que, según regiones de explotación y al igual que se está viviendo con los agrocombustibles, puede existir una competencia cada vez más real entre usos de la tierra para fines alimenticios o energéticos.
Riesgo sobre la salud
Además de comprobar los riesgos medioambientales arriba mencionados, se han dado casos de cáncer, problemas respiratorios, daños cerebrales, desórdenes neurológicos, hipersensibilidad a químicos, debido principalmente a la contaminación del agua y del aire. Como recoge Grandoso, la Universidad de Duke llevó a cabo un estudio que demuestra que los pozos de agua potable cercanos a los lugares de extracción tienen concentraciones muy elevadas de metano, “un asfixiante en espacios cerrados y un peligro de fuego y explosión”, mientras que en la localidad tejana de Dish, rodeada de pozos, el 61% de las enfermedades registradas estaban asociadas a los contaminantes empleados por el fracking. En noviembre del 2010, un estudio de la Agencia de Protección Ambiental en Wyoming relacionó la contaminación de pozos de agua potable con el fracking.
¿Valen la pena estos riesgos?
Con diferentes grados, todas las actividades humanas y aún más las industriales conllevan unas externalidades negativas y algún tipo de riesgo (entendido como una función de la probabilidad de ocurrencia y del daño ocasionado). Por tanto, ante los altos impactos ambientales y sobre la salud descritos, se trata de reflexionar si los beneficios energéticos del fracking son tales como para merecer ser llevados a cabo. Puesto que disponemos de cada vez menos energía disponible, a buen precio y de buena calidad, ¿es el fracking un mal menor para mantener un alto ritmo de vida y de bienestar?
Para ello, y fuera de consideraciones más ideológicas, utilicemos el concepto de Tasa de Retorno Energético (TRE). Recordemos que la TRE es el cociente de la cantidad de energía total que es capaz de producir una fuente de energía y la cantidad de energía que es necesario emplear o aportar para explotar ese recurso energético (es decir: TRE = energía obtenida / energía invertida). Mientras que las sociedades primitivas o agropecuarias necesitaban una Tasa de Retorno Energético (TRE) global de entre 4 y 6, la sociedad industrial y tecnológica actual tiene una TRE global de entre 12 y 25. Esto ha sido posible durante la revolución industrial gracias a la aportación de combustibles fósiles de fácil extracción y cuyas TREs eran altísimas, como el petróleo (de 100:1 a principios del siglo a 19:1 hoy en día), el carbón (entre 50-80:1) o el gas convencional (10:1). Sin embargo, el fracking tiene una TRE mucho menor. Ecologistas en acción estima que el fracking tiene una rentabilidad energética preocupantemente baja (TRE: 2-3:1), mientras que CCOO, en base a un informe de ASPO, explica que el gas natural de pizarra tiene una TRE de entre 2 y 5,7.
La realidad energética deja poco lugar para la imaginación. España y Europa —al igual que el resto de regiones industrializadas— se enfrentan al fin de la era de los combustibles fósiles (y de sus altísimos rendimientos energéticos): hemos entrado en la era de la sobriedad energética donde, además, las nuevas fuentes tienen retornos energéticos mucho más bajos que las fuentes fósiles y no permiten mantener, a priori, el modo de vida de las sociedades industriales. En este sentido, recurrir al fracking como bálsamo tecnológico mágico para solucionar un problema estructural de modelo de sociedad es un espejismo y una huida hacia delante que generará más deuda ecológica para las generaciones futuras. Las soluciones se encuentran ante todo en evolucionar de una sociedad energívora del tener más a otra sobria del vivir bien y feliz dentro de los límites ecológicos del Planeta.
Notas:
(1) De 1970 a 2000, se dieron cada año unos 21 (+- 7.6) terremotos de una magnitud de más de 3 en la escala de Richter en la región de EEUU ubicada entre las coordenadas 85°-108° Oeste, 25°-50° Norte. De 2001 a 2008, este promedio subió a 29 +- 3.5. En 2009, 2010 y 2011, aumentó respectivamente a 50, 87 y 134.
(2) Mezcla de Benceno, Tolueno, Etilbenceno y Xileno, se trata de un compuesto altamente contaminante que afecta al sistema nervioso central.
Bibliografía
Área de Energía de Ecologistas en acción (2013): La ruina de la fractura hidraúlica. Informe energético, Ecologistas en acción.
CCOO (2012): Impacto ambiental del sistema de fracturación hidraúlica para la extracción de gas no convencional, Confederación sindical de Comisiones Obreras, Secretaría de Medio Ambiente enero de 2012.
European Commission DG CLIMA (2012): Climate impact of potential shale gas production in the EU.
Grandoso, Guadalupe (2011): Fracking. Una nueva y peligrosa apuesta para mantener el consumo de combustibles fósiles. El Ecologista nº 71.
Prieto, P: Renovables: mitos y realidades, Conferencia del 19 de marzo 2013 en Málaga.
Urresti, A. y Marcellesi, F. (2012): “Fracking: una fractura que pasará factura”, en Ecología Política, nº43.
The Tyndall Center for Climate Change Research (2011): “Shale gas: a provisional assessment of climate change and environmental impacts”, Universidad de Manchester.