El Norte del Cauca desde hace muchos años ha sido un territorio geo-estratégico donde los grupos armados se disputan el territorio para implantar su política guerrerista entre los grupos étnicos que habitamos en estas tierras fértiles y de grandes riquezas naturales como el agua, la biodiversidad y los diferentes metales que se encuentran en el sub suelo.
Ante las múltiples batallas realizadas por las guerrillas y las fuerzas militares del establecimiento, las comunidades indígenas que habitamos aquí hemos logrado resistir al sometimiento armado e ideológico. Gracias a la conciencia de las comunidades que han optado por caminar el Plan de Vida con el ánimo de defender los territorios ancestrales, espacio donde se tejen los pensamientos colectivos.
Con el pasar de los años, y, a través de asambleas, congresos y foros comunitarios; nos hemos dado cuenta de que dichas disputas territoriales obedecen a intereses económicos externos que han mirado en nuestra casa grande un lugar ideal para hacer sus inversiones económicas con el propósito de aumentar sus ganancias a costa de la destrucción de la Madre Tierra, tal cual como viene pasando en el territorio nacional. Uno de los casos más conocidos e ignorados por el gobierno colombiano ha sucedido en el departamento del Huila con la construcción de la represa del Quimbo, donde las comunidades han manifestado el descontento desde hace mucho tiempo, pero la respuesta del gobierno ha sido la represión por medio de las fuerzas militares que están al servicio de las transnacionales.
Otro de los casos ejemplares de lucha organizada es la batalla que están librando los campesinos de Ituango en Antioquia, donde la ambición de la Empresa de Servicios Públicos de Medellín ha llegado con la propuesta de supuesto desarrollo a través de la construcción de la represa Hidrohituango. Estas comunidades se han manifestado ante la imposición, pero lo que ha hecho el gobierno departamental y nacional es reprimir al pueblo que reclama sus justos derechos.
Lo mismo viene pasando con la explotación de oro que se lleva en los diferentes departamentos de Colombia tal cual como La Colosa en Cajamarca – Tolima, Cerrejón en la Guajira y un sinnúmero de minas grandes que se camuflan con la reforma del código minero que le abre la puerta a los de afuera y reprime con la fuerza pública a los mineros artesanales que buscan el sustento diario de sus hijos.
Ante la preocupación, en el año 2009 las autoridades ambientales de ACIN (Asociación de Cabildos Indígenas del norte del Cauca), realizaron la Primera Minga Territorial Económico Ambiental con el fin de alertar a las comunidades sobre la problemática que estaba llegando en ese tiempo a los territorios indígenas. En esta importante minga de pensamiento uno de los invitados como ponentes fue el investigador Cesar Padilla del Observatorio de Conflictos Mineros de Latinoamérica, quien hizo hincapié sobre la problemática minera en países como Guatemala, Bolivia, Perú y otros. Textualmente le habló a la asamblea diciendo “La minería no aporta a las economías locales. Al contrario, empobrece a las comunidades porque los minerales se acaban para siempre y solo quedan los desechos tóxicos que perduran por muchos años causando graves enfermedades a la población que habitan dichas tierras. Tampoco es cierto que la minería genera ingresos para el país. ¿Qué pasa con el pasivo ambiental? ¿Es el país o las comunidades quiénes pagan los daños ecológicos?”.
“El problema es que particularmente en América Latina se ha generado un proceso impulsado por el mito del desarrollo, es decir que si tenemos minerales tenemos que explotar porque no podemos ser mendigos estando sentados en un saco de oro y que hay que ser ricos y para serlo tenemos que explotar. Eso ya está demostrado que no sirve. Pero es algo que está metido en la cabeza de la gente y en la mente de los políticos porque todo político tiene mentalidad extractivista, es decir, su lógica es que nuestros recursos hay que explotarlos sin importar quien se perjudique», continuó Padilla y terminó con la siguiente reflexión, “Podemos vivir sin oro; pero no podemos vivir sin agua y aquellas comunidades a las que les falta agua, es probable que le sobre minería”.
Por otra parte, a pesar de la concientización que se viene generando en los diferentes espacios de debate frente a la minería, algunos comuneros de los resguardos de Canoas, Munchique los Tigres y en las riberas de los ríos en Toribio, Jambaló y Caloto, ha demostrado que la necesidad de la gente ha sido más fuerte que la misma conciencia porque a pesar de los diferentes debates y vías de hecho para tapar los socavones, no han generado los resultados esperados debido a que algunas personas continúan con sus labores de destrucción de la Madre Naturaleza.
Ante esta situación y en aras de continuar moviendo conciencias a nivel local, nacional e internacional, el Tejido de Comunicación, al inicio de este año 2013, terminó una producción documental titulada “Y siguen llegando por el oro”. Trabajo audiovisual que narra la problemática minera en el norte del Cauca, la militarización del territorio y las múltiples estrategias que busca el gobierno por medio de las reformas de las leyes con el ánimo de seguir implementando una de sus locomotoras del supuesto desarrollo.
Esta y muchas situaciones que acontecen a diario en nuestro país nos hacen ver que las justas luchas en Colombia se siguen dando por medio de la organización de los sectores sociales del país que han levantado su voz de protesta ante las diferentes negativas del gobierno nacional.
Por otra parte entendemos que el proceso de paz nos es tan bueno como lo pinta el gobierno nacional a través de sus medios masivos de comunicación porque mientras él habla de paz, las comunidades afros, campesinos e indígena sentimos lo contrario. Nos siguen matando, así lo ha demostrado el último hecho en el municipio de Caldono, donde el ejército nacional asesinó a un comunero indígena.
También es claro que al gobierno no le interesa la verdadera paz, porque es lamentable que pensando en el posconflicto, luego de la negociación en la Habana – Cuba, haya destinado de los recursos públicos 18 billones de pesos para implementar el pie de fuerza militar. Esto nos deja mucho que pensar ¿si hay paz, para qué tanta inversión en lo militar? Entonces no es cierto que se está negociando la paz, de lo contrario vemos que se están es repartiendo el país para seguir la guerra en contra de los que se oponen a las políticas que nos arrebatan la soberanía y convierten los territorios en mercancía para exportar.
En ese sentido los pueblos indígenas estamos seguros que la paz será una realidad cuando se mejoren las inversiones estatales en la salud, en la educación, en vivienda y cuando no privaticen los servicios públicos. De la misma manera la paz será todo un éxito cuando nuestro territorio esté libre de la minería, de la militarización y de los TLC. De lo contrario la sociedad solo verá la paz en discursos vagos de quienes confunden al pueblo por medio de la propaganda.
Lo cierto es que si dejamos que en nuestro territorio se siga trabajando la minería, vamos a tener “pan para hoy y hambre para mañana” así lo han expresado las personas de la comunidad que se oponen a estos proyectos de muerte.