Rafael Orduz
La bomba atómica que arrasó con Hiroshima en 1945 tenía el nombre de ‘Chiquillo’ (little boy), y la que lanzaron en Nagasaki, el de ‘Gordo’ (fat man). Nada que ver con los 180 mil muertos y la devastación que produjeron, previsibles para quienes oprimieron el botón e idearon los nombres.
‘El trabajo libera’ era el lema que encabezaba los portales metálicos de Auschwitz, Dachau, Bergen Belsen y tantos otros campos de concentración, haciendo realidad la ‘Solución final’, otro eufemismo, el del asesinato de millones de civiles.
La captura del otrora amigo Noriega, por parte de las tropas norteamericanas en 1989, fue bautizada como ‘Causa justa’. En el 2001, la operación contra Afganistán recibió el nombre divino de ‘Justicia infinita’. Otros fundamentalistas no se quedan atrás. Las maniobras iraníes de exhibición de misiles en el 2011, con el fin de golpear a los Estados Unidos y al demonio sionista se llamaron “Gran profeta”.
Gadhafi fue atacado por la coalición de sus antiguos proveedores de armas en la operación ‘Odisea al alba”, encabezada por Francia.
En otros terrenos, los de los proyectos mineros en cuya ejecución pueden caber altos riesgos para la población y el medio ambiente, los nombres en lengua indígena y de canciones populares pretenden hacer amigables la sequía y la contaminación.
En México, el proyecto bandera de la canadiense Goldgroup Mining recibió un nombre compuesto por José Alfredo Jiménez, el de ‘Caballo blanco’ (aquel que salió de Guadalajara, que cruzó tierras nayaritas y llegó a Hermosillo…). Supuestamente respetuoso del medio ambiente, aunque el Congreso de Veracruz indicara en febrero pasado que, tras estudios de la UNAM sobre el informe de impacto ambiental presentado por Caballo blanco, “no se analizan los riesgos en la salud, no se considera el impacto en flora y fauna de la zona y se omite el análisis del uso de cianuro de sodio”.
En Perú, la empresa con participación mayoritaria de la Newmont Mining Corporation recibe el nombre de Minera Yanacocha (‘lago oscuro’ en lengua quechua), para explotar el yacimiento de oro Conga, quizás el más rico del mundo. Yanacocha, la laguna, ya no existe por virtud de las actividades de la Minera, y el mismo Ministerio de Medio Ambiente del actual gobierno denuncia que otras se secarán. La contaminación del agua y la extinción de las fuentes, tienen protestando a las autoridades locales y a una población empobrecida.
Colombia no se queda atrás. Otra canadiense, Greystar Resources, que buscaba violar la ley con explotaciones en terrenos de páramo de prohibida explotación (Santurbán), también acudió al marketing de los nombres: ahora es Eco Oro, nombre tan amigable que podremos comer Corn Flakes con el agua contaminada de cianuro de sodio. Realizaron asamblea de socios para el cambio de nombre, aunque no se disculparon por Santurbán.
Cabildeo y publicidad a la lata, edición de libros lindos, patrocinio al folclor y al medio ambiente, las tácticas de la eco-hipocresía de algunas mineras.