Desde las 18 horas de ayer, los vecinos de Esquel festejaron con una multitudinaria movilización el noveno aniversario del movimiento que aún hoy enfrenta las pretensiones de saqueo de las transnacionales mineras y sus aliados locales.
Alrededor de dos mil personas, familias y personas de todas las edades, se convocaron en la plaza San Martín donde se escucharon alocuciones referidas a la situación actual en la provincia y particularmente en la meseta, y se reafirmó el compromiso de los vecinos con su resolución soberana de decirle no al extractivismo criminal de los grandes intereses económicos.
La plaza se cubrió de banderas de vecinos de la comarca y comunidades originarias que también expresaron su preocupación y manifestaron su adhesión por el noveno aniversario de marchas.
A continuación, una manifestación de casi tres cuadras marchó al ritmo de redoblantes y tambores por el centro de Esquel durante media hora, para volver luego al punto de partida, donde la alegría tomó la plaza al son de una enorme batucada.
Muchos vecinos volvieron a manifestar su firme voluntad de defender el plebiscito que en 2003 frustró los planes mineros por el 81% de los votos, así como de plantarse frente a esta nueva arremetida que actualmente pretende ignorar el derecho de los chubutenses a la autodeterminación, a vivir en un ambiente sano, y a tener un trabajo digno y sustentable.
De regreso en la Plaza San Martín la batucada siguió animando a los vecinos, a la vez que entre todos se realizó un saludo comunitario de feliciticiones por el anviersario de la lucha con abrazos y palmadas entre los presentes.
Documento leído en la movilización
Un 4 de diciembre como hoy, hace 9 años, en estas mismas calles dejamos una marca de fuego. Fuimos 3.000 entonces, cantando, enarbolando banderas, contagiándonos fuerza, inaugurando una lucha que maduró y se hizo tan grande como el alma misma de este pueblo.
Las garras de una minera multinacional, que entonces se llamaba Meridian Gold, amenazaban nuestra montaña, nuestra agua, nuestras vidas. La obediencia debida de los gobiernos tanto provincial como municipal, hizo que esa empresa contaminara el acontecer de cada uno de nuestros días, mientras estuvo en la ciudad.
Ni gobiernos ni empresas imaginaron el proceso de construcción de conocimiento ciudadano que su omnipotencia había desencadenado. Las familias esquelenses, cada vecina y vecino, abuelos, grandes, pibes, sacarían de lo más profundo de su ser la potencia necesaria, no sólo para impedir el accionar de la empresa minera, sino para transformar a Esquel en el ejemplo a seguir a lo largo y a lo ancho de nuestro planeta.
Tenemos mucho para celebrar. Si la mina hubiese empezado a explotarse entonces, hoy estaría a punto de cerrarse. «Diez años de explotación», decían. Diez años para hacer desaparecer nuestra agua y nuestro futuro. Hoy estamos en la calle y estamos celebrando, porque tuvimos la inteligencia y la valentía colectiva suficientes para dejar bien claro que en Esquel manda el pueblo. ¡Que lo sepa Buzzi! ¡Que no lo olvide Williams!
Esquel es un baluarte de la lucha por los derechos humanos; nadie puede negar que desde hace nueve años defendemos abiertamente el derecho a la vida, al agua, a la autodeterminación. Respetarlos y hacerlos respetar es nuestra sólida decisión y, por si alguien no lo entendió todavía, volvemos a gritar bien fuerte que «la minería es una actividad genocida» , y por eso nos oponemos. Repetimos, una vez más que las tierras y el agua de la meseta son de las comunidades que las habitan y no de los buitres y mercenarios.
Junto a los vecinos de las ciudades, pueblos y campos de Chubut, no daremos ni un paso atrás con la Ley 5001.
Porque en cada rincón de la provincia cada vez somos más y somos más fuertes.
Porque tenemos los conocimientos y la fuerza suficientes para sostener, hoy como siempre: ¡NO A LA MINA, Sí A LA VIDA, NO PASARÁN!
Texto del vecinos Flavio Romano
Hace nueve años atrás estábamos en la calle para celebrar que habíamos logrado frenar la audiencia pública que iba a ocurrir un 4 de Diciembre de 2002. Sería un simple trámite administrativo, una mascarada, un fraude de participación y democracia, que serviría para poder poner el primer ladrillo de la minera en el cerro. El primer ladrillo… ¿o la primera voladura?
Pero no se hizo. Fue postergada. El pueblo de Esquel, la tranquila gente de Esquel, había averiguado, había empezado a aprender, había empezado a tomar conciencia. Así, con el corazón, en la calle, juntando voluntades y conocimientos, había parado lo que parecía un hecho consumado.
Por aquellos días nuestro pueblo llevó adelante de manera urgente, intensa y apasionada, una tarea que sorprendió a la burocracia política, a la codicia empresaria, a todos aquellos que creían -y tal vez aún hoy creen o confunden- la verdadera participación democrática con un juego propagandístico, donde cualquiera puede vender pescado podrido, si obtiene la licencia social correspondiente.
Todos nosotros, en este pueblo, bajo la serena y digna presencia de ese cerro que nos reclama a cada paso, generamos un proceso de educación colectiva pocas veces visto , que tuvo muchas consecuencias y aún las tiene, tanto para nuestra región, como para la argentina y también (aunque suene exagerado) para aquellos pueblos de todo el mundo que están amenazados por la megaminería extractiva y contaminante.
Logramos el plesbicito del 23 de marzo de 2003.
Dijimos que no el 81 por ciento de los esquelenses.
Pero no dijimos que no porque una propaganda nos llenó la cabeza, no dijimos que no por comprar el envase brillante de un producto sucio, no dijimos que no por que no entendíamos nada, ni siquiera dijimos que no porque nos sobrara el trabajo o el dinero. Por el contrario, faltaba de todo. Y los más carenciados también entendieron que un trabajo que terminaría con las fuentes de agua, un trabajo que dejaría suelos arrasados, un trabajo que sacaría oro a 40, para un patrón que lo vendería a 1800, no sería trabajo, sería abuso de poder. El poder que dá venir con la billetera llena a comprar estómagos vacíos; el poder que dá el dinero, las computadoras, los viajes, las prebendas, a cambio de aceptar lo que de otra manera no se aceptaría y bajo la amenaza permanente de que nos lo quiten todo.
Desde aquel momento hasta hoy, reclamamos a nuestros representantes políticos que no permitan o generen zonas liberadas, donde lo que debería ser un derecho amparado por el estado se transforme en una limosna dada por empresas mineras, explotadoras del ambiente y de las personas.
El trabajo es un derecho, acceder al agua pura es un derecho, poder vivir dignamente de la tierra que se cuida con las manos es un derecho, que una escuela cuente con materiales necesarios es un derecho, que los pobladores que sufren la sequía y la ceniza sean asistidos por el estado (del que todos somos parte) es su derecho.
Recibir fardos de pasto a cambio de la lealtad a un patrón que piensa, no que en cada necesidad hay un derecho; sino que en cada necesidad hay un negocio, es una humillación disfrazada de solidaridad.
Qué burla significa para nuestros paisanos, que vieron morir tantas majadas de ovejas en las épocas de sequía, sin recibir más que un pésame, enterarse ahora que, debajo de sus pies, había enormes cantidades de agua que será usada por las empresas mineras si empiezan con sus tareas de explotación.
Por eso hoy festejamos. Es un festejo activo, militante. Compartimos la idea de que no es posible ningún triunfo sin alegría.
Defendemos la vida, defendemos el derecho humano a una vida digna, el derecho a vivir en un ambiente sano para nosotros y para nuestros hijos, el derecho a fuentes de trabajo sustentables en el tiempo.
Si no hubiéramos frenado a la Meridian Gold en aquellos dias, hoy estaríamos viendo un futuro de desastre, con una mina cerrando, con la contaminación a pleno, con el oro en Estados Unidos, Canadá, y quien sabe en qué sótanos blindados, muy lejos de esta montaña. El sueño de riqueza bien lejos.
Tenemos motivos para festejar con el corazón lo que hemos conseguido; pero estemos atentos a lo que hoy nos amenaza. Nuestro cuerpo, mente y alma serán garantía de lucha ahora y siempre.
¡NO A LA MINA!
¡NO PASARÁN!
¡NO PASARÁN!
¡NO PASARÁN!