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Ceerley Vergara vive en La Toma (Cauca), una comunidad que pelea por su territorio ancestral. El lugar era un infierno burbujeante, rojo, tóxico. Algo así: una sopa caliente y espesa bombardeada por rocas que caían veloces del cielo, algunas cargadas con un metal pesado, dúctil y de color amarillo: oro. La vida en la Tierra entonces era imposible. Hoy, cuatro mil millones de años después, la vida ya no es imposible, solo es muy difícil, y una mujer llamada Ceerley Vergara -mamífero, del orden de los primates, de la familia de los homínidos, de la especie humana; es decir, exactamente como usted y como yo- lleva varias horas doblada sobre una batea que mueve en círculos hasta que descubre, entre la arena plomiza, el ínfimo destello de 0,08 gramos de ese metal pesado, dúctil y de color amarillo.