Patricio Alvarado, gerente de asuntos corporativos y ambientales de la Mina Invierno, prevé la extracción de 6 millones de toneladas de carbón por año durante entre 30 a 50 años, lo que supone un 20 % del consumo anual de Chile.
En el extremo surl de Chile, en los fiordos de la Patagonia, a lo largo del estrecho de Magallanes, se encuentra la Isla Riesco, la cuarta más grande del país. Alberga un parque nacional y está rodeada por una reserva natural marina. Sin embargo, está hoy amenazada por un gran proyecto minero de carbón a cielo abierto.“Mina Invierno”, es el primero de cinco proyectos de explotación que se pretende realizar en la isla. La iniciativa encuentra una fuerte oposición en el país.
En la Isla Riesco, el tiempo parece suspendido, nada parece haber cambiado desde la llegada de los primeros habitantes a finales del siglo XIX. Gregor Stipicic, chileno de 34 años de origen croata y médico de formación, se dedica a la ganadería ovina y bovina. “Vivo en un lugar bastante aislado situado a 125 kilómetros de Punta Arenas. Aquí, no hay red de celular, no hay Internet, no hay televisión”, explica. Después de la muerte de su padre, se ha hecho cargo de la estancia familiar de 750 hectáreas. Es el predio más pequeño de la isla y también el más amenazado, ya que está ubicado a tan sólo unos kilómetros de la Mina Invierno. Con los fuertes vientos que azotan la zona, las partículas de metales pesados y polvo de carbón se depositarán inevitablemente en el terreno, contaminando aguas y suelos.
Hoy, Chile sólo produce el 5% de su consumo total de carbón. Con la explotación de la mina, esta cifra debería aumentar al 30%. La demanda energética está en alza y se estiman las necesidades del país en los próximos años en 20 millones de toneladas de carbón. La mina será capaz de entregar alrededor de 6 millones de toneladas al año de un carbón de menor calidad, pero más barato, generando la creación de 800 empleos. Estos argumentos terminaron por convencer a las autoridades chilenas, que dieron su aprobación para la puesta en marcha del proyecto minero en 2011.
La sociedad Minera Isla Riesco pertenece al poderoso grupo chileno distribuidor de combustible COPEC y a la compañía marítima ULTRAMAR que compró 26.000 hectáreas de la isla. “Aquí se encuentra la mayor reserva de carbón del país. Debajo de la Isla Riesco hay cerca de 5 mil millones de toneladas de carbón, lo que equivale al consumo anual mundial”, asegura el gerente de la mina, Patricio Alvarado. La empresa promete una mina ecológica en armonía con el medio ambiente: “En primer lugar, utilizamos la técnica del rajo móvil, es decir que a medida que se extrae el carbón, se va rellenando la mina con el material extraído. También reforestamos la zona así que no habrá que esperar 10 ó 15 años para que se forme una nueva capa de vegetación. No es la forma más económica de explotar un yacimiento pero, de esta manera, logramos un buen equilibro entre economía y medio ambiente”.
La gran mayoría de la población de Punta Arenas apoya el proyecto. Sin embargo, es consciente de que a pesar de los beneficios económicos y sociales que supone la construcción de la mina, su explotación a cielo abierto acarreará consecuencias irreversibles sobre el medio ambiente.
Para intentar frenar el proyecto, Gregor y sus hermanas han organizado varias manifestaciones en Santiago y una campaña de información nacional, “Alerta Isla Riesco”. Alex Muñoz, director ejecutivo de la ONG Océana, se unió a la campaña. “Este carbón es más contaminante que el importado actualmente. Estudios revelan que tiene alta concentración de mercurio, y las muestras analizadas presentan en algunos casos el doble del máximo permitido por las autoridades medioambientales. El mercurio es altamente tóxico; cuando se quema, se libera en forma gaseosa al ambiente, lo que puede causar problemas neurológicos, malformaciones en fetos y otros problemas de salud muy graves”, advierte.
La proximidad de la mina no sólo pone en riesgo las exportaciones de carne hacia la Unión Europea de Gregor, sino que afecta también significativamente los recursos hídricos de la zona. “El agua que consumimos y que beben mis animales proviene de napas subterráneas. Es muy probable que estas aguas desaparezcan debido al hoyo de 180 metros de profundidad que se está perforando a unos cuantos kilómetros de aquí. Este carbón contiene numerosos metales pesados: arsénico, selenio, metales altamente tóxicos para cualquier ser vivo. La acumulación de estos contaminantes contribuye a la acidificación progresiva de las aguas subterráneas y del mar interior cuyos efectos sólo serán patentes a largo plazo”, señala.
Más de la mitad de la Isla es aun virgen y forma parte de la Reserva Nacional Alacalufes. Alberga la mayor colonia de huemules de Patagonia, pequeños ciervos del sur andino en peligro de extinción. Frente a la Isla, en el seno de Otway, vive una colonia de más de 10.000 pingüinos. En sus costas también habitan y se alimentan las ballenas jorobadas, y cuatro especies de delfines, entre ellos, el delfín chileno, único cetáceo endémico del país.
El tráfico marítimo va a aumentar dramáticamente en estas aguas durante los próximos años y esto afectará de manera irremediable el ecosistema marino. El biólogo Juan Capella expresa su preocupación: «En este proyecto minero, hay varios aspectos que no han sido debidamente tomados en consideración. En primer lugar, la colisión fatal y casi inevitable entre ballenas y grandes embarcaciones. El ruido provocado por la actividad humana y el tráfico cada vez más denso afectará a las ballenas que se comunican entre sí mediante ultrasonidos. Estas embarcaciones pasarán por la parte más peligrosa del Estrecho de Magallanes que son el canal de Jerónimo y el Paso Tortuoso. Son sectores cuya maniobrabilidad es muy limitada, lo que aumenta los riesgos de accidentes marítimos y los daños que éstos puedan causar al medio ambiente. Por fin, las embarcaciones que cruzarán el estrecho varias veces a la semana van a traer con ellas aguas de otras regiones y contaminantes que afectarán el ecosistema marino del mar interior, sumamente frágil”. Estos barcos transportadores de carbón alcanzan el tamaño de la torre Eiffel y serán cerca de 1.600 a tomar esta ruta marítima cada año.
El potencial turístico de la Isla es enorme y aún poco desarrollado. Para Gregor Stipicic, “el futuro económico de la región de Magallanes no es la explotación del carbón o la ganadería, que no se puede desarrollar de manera exponencial, sino el turismo. Sin embargo, con la Mina Invierno, este futuro parece más que incierto”. Y puede que este no sea el único problema. Margarita Jutronich es propietaria del Rancho Sutivan, la estancia más aislada de la Isla. «Este proyecto minero sólo es el primer paso hacia una industrialización progresiva de la Isla. Ya empezaron las prospecciones para hallar gas mientras otros buscan oro», sostiene.
Traducción: Sarah Malard.
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